Una de mis primeras palabra fue "no", la repetía mucho, a la comida que me disgustaba, a los niños que me fastidiaban, a los admiradores que no me atraían, en mis momentos de rebeldía, decía no. Esa fue la palabra que usó mi papá ante el cáncer, la misma que utilizó cuando supo de mi muerte.
Papá había llegado del trabajo a las 6:30 ese día, pero en vista de mi grave estado, fue a buscar al doctor de la familia, por ayuda. Las condiciones del clima y tráfico no le habían permitido llegar a tiempo, para verme una vez más en vida.
Entró en la casa a las 8:16 y escuchó el llanto desesperado de mi madre, se movió con rapidez a mi habitación, para encontrarla a ella posada sobre mi cuerpo inerte y frío.Sus ojos se abrieron y su cuerpo inmóvil no permitía el paso del doctor. Sentí que mi corazón se paralizaba, irónicamente, me sentía muerta. Esta sensación se fue mezclando con la tristeza profunda de mi mamá y luego la preocupación y pena del gran hombre que hizo todo para darme unos meses más de vida.
Me quedé observando a mi padre, que parecía no poder reaccionar con nada. Su boca estaba entreabierta y su figura tan erguida como siempre, parecía tener cualidades de una roca. No percibía otras emociones además de la conmoción. Él, simplemente, no creía lo que sucedía, sólo pensaba que su hija pasaba un momento grave, quizá estaba desmayada, ¿por qué su esposa lloraba así?. No comprendía por qué el doctor no ayudaba a su princesa ¿qué esperaba?.
En ningún momento la idea de la muerte pasó por su mente, porque no era una opción para él, yo no podía morir, ¡tenía diecisiete años!, aún no empezaba la universidad, ni me había llevado al altar, ni había formado una familia.
No. Alguien debía explicarle lo que ocurría, ¿por qué nadie actuaba?. Su cara se transformó, del impacto a dureza, caminó con pasos firmes hacia mi madre y quitó de sus brazos el peso del cuerpo, lo acostó en el piso. Empecé a sentirme fuerte y decidida.
-Pequeña, despierta. Mi niña, regresa, es hora del tratamiento, aquí estoy - ahora me acobardaba y tenía la sensación de temblor - ¡Despierta ya! No me hagas enoj... - las lágrimas empezaron a salir por sus ojos y el conjunto de sentimientos se convertía en rabia y dolor. Mi padre y mi madre caían junto a "su hija", entre lágrimas, trataban de entender por qué.
Padre, me despertabas cada mañana y después de cada siesta, a veces me hacía la dormida pues no quería pararme, quisiera ser yo la que yace en el suelo, para levantarme y rodearlos con mis brazos; pero no, no puedo.

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Déjame Ir
Dla nastolatków¿Te imaginas poder sentir lo que otros sienten, e incluso pensar lo que piensan? Yo puedo hacerlo, lo había deseado tantas veces, pero ahora que puedo, creo que no me hubiese gustado haberlo hecho en vida. Hace tres días que mis signos vitales desap...