Sólo un beso

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Cuando era niña no me gustaban las princesas, la primeras princesas, aquellas con las que crecí. Blancanieves, Aurora, Cenicienta... Todas tenían algo en común: deseaban un príncipe, era lo único por lo que vivían, un beso de amor verdadero. A mi corta edad no entendía el amor hacia un chico, hasta que conocí al chico que sería mi amor.

Dejé de escuchar a mi hermana y me encontraba en una habitación a oscuras. Mi novio reposaba sobre su almohada, con las manos debajo de la cabeza y la mirada hacia el techo.

No había nadie más allí, pero yo era capaz de entender lo que pensaba. Al parecer había sido un día duro en el trabajo, había decidido ducharse e irse a la cama temprano.

Tenía algo de malestar, pero no podía dormir, su mente navegaba entre su madre y hermanos. Hace un tiempo que habían perdido a su padre y él se había convertido en el hombre de la casa. Su madre, una mujer poco instruida, hacía lo que podía para llevar dinero al hogar, pero no era demasiado, así que él debió trabajar desde edad temprana.

Sus hermanos estaban en una edad difícil, tenían seis años, lo querían saber todo y eran muy inquietos, ese día habían intentado cocinar mientras dormía el abuelo, quien los cuidaba, y habían causado un desastre. Era difícil hacer entender a su madre que alguien más debía encargarse de ellos, sin que ella se enojara con él, por ello habían discutido cuando llegó a casa.

Quería desestresarse, pero le era difícil. Yo me sentí cada vez más frustrada, cargaba con un peso del cual no podía deshacerme, era mi obligación, era mi trabajo. Nadie podía salvarme de esto. Sabía que tenía la razón, pero no la iba a recibir y debía resignarme, me tocó vivir esto. Sólo me acompañaba la ira, la impotencia.

Él exhaló una buena cantidad de aire. Paz, sentía poco a poco la serenidad de un alma tranquila que ahogaba los gritos. Miró a su lado, había una libreta, era nuestra; solíamos escribirnos mensajes e intercambiarla de vez en cuando, encendió la luz, abrió la libreta y buscó mi último mensaje, que había ocultado entre muchos otros sólo para que le costase encontrarlo: "Aquí estoy y aquí me quedo". Sonrió tenuemente, con algo de sueño, invadiéndome con gran calidez. Utilizó un bolígrafo cercano para anotar un mensaje en la ultima página: "Decido quedarme contigo"

Príncipe, que mi cuento de hadas iniciaste, que tomaste mi mano con orgullo, que a un camino de amor me llevaste, lamento no haberme quedado como dije; pero espero permanecer dentro de ti.

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