Una última mirada

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Hubo muchas veces que pedí "una última". Una última columpiada en el parque, una última película antes de ir a la cama, una última pincelada antes del almuerzo, una última pieza antes de marcharnos de la fiesta, un último beso antes de partir, siempre "una última vez".

Ya estaba oscureciendo cuando la pequeña habitación de la funeraria comenzó a llenarse. No reconocía a algunas de las personas que entraban, saludaban a mi madre y se sentaban. Algunas entraban muy serias, otras derramando lágrimas a montones, pero cuando veía niños entrar, lo hacían como cualquier otro día y empezaban a correr y jugar por los pasillos, la alegría de aquellos niños la envidiaba.

Vi entrar a algunos compañeros de curso, me extrañaba ver ciertos rostros, personas con las que jamás había hablado, pero me reconfortaba que sus mentes no estuviesen vacías, temían a la muerte, se apiadaban de mi corto recorrido por la vida.

Fueron entrando varios vecinos, amigos de mis padres y familiares. Me transmitían un sentimiento de dolor, pensaban en lo joven que era y lo que me había faltado vivir. Otros creían en la crueldad del mundo y la injusticia que había cometido conmigo, otros me imaginaban en el reino de los cielos (ilusos), con Dios abrazándome, aún cuando sus mentes repetían los pensamientos ajenos.

Mi padre estaba al otro lado del edificio y se negaba a ir a la entrada, mi madre trataba de ser atenta con quien llegaba, pero al ver cada rostro que llevara consigo algún recuerdo, rompía en llanto. Mi hermana estaba sentada, reprimiendo su tristeza y con un gesto serio, veía entrar a la gente y a veces saludaba, otras, simplemente giraba el rostro. Llegaron algunos de sus amigos y permaneció con ellos. Ellos que tantas veces la habían visto reír, esta vez arrugaban su frente y colocaban su mano en ella, no les gustaba verla así. Uno de ellos se sentía algo triste porque la pequeña del grupo fue la primera en irse, abría bastante los ojos para evitar las lágrimas, no quería ser quien llorara primero. Otro de ellos tenía los ojos llorosos, más por mi hermana que por mí, pero con igual dolor. Pronto llegó una chica del grupo, la primera que se atrevió a llorar, en su mente no había mucho que decir, pero su corazón palpitaba rápido, simplemente estaba triste, su hermana con un gesto compasivo, internamente reflexionaba sobre la vida y lo veloz que pasa, repetía "pudo ser cualquiera de nosotros, pero quizás nos toca mañana".

Al pasar unos minutos llegó mi novio, tenía los ojos hinchados y se sentía cansado, su rostro sin expresión alguna. Cogió un asiento y se acomodó, cerca de mi hermana; luego de un rato, sin que nadie lo notara, paso la mano por detrás de su espalda y la puso en su hombro, sólo para decir "aquí estoy".

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