La gente quiere saber si existes

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Recuerdo haber preguntado un día a mi madre qué era una partida de nacimiento. Ella me explicó que se trataba de un papel que guardaba la información del día en que naciste, tus padres y tu nombre; me explicó que la gente deseaba saber que yo existía. Ahora que realmente no les importa que yo exista, solo necesitan saber si lo hago.

El día después de mi muerte fue muy duro para mi madre. Hacía que me sintiera agotada, el día anterior ya había sido difícil, el cansancio físico y mental, el montón de recuerdos acumulados y sueños no logrados. La pérdida de una hija suponía la pérdida de muchas cosas más, quizá todos aquellos años dedicados a la crianza. Sin embargo no podía permanecer sumergida en la tristeza que la volvía inútil, papá estaba indispuesto, así que como mujer responsable era hora de encargarse de todo el papeleo que traía una muerte consigo.

Después de haber hecho tantos mandados por mi madre, hoy me convertía en su diligencia del día. Tuvo que llevar un informe hecho por mi médico donde se indicaba el día, hora y causa de mi fallecimiento; así, levantaron mi acta de defunción.

Todos los funcionarios atendían a mi madre con su mirada monótona, como si hubiesen perdido la sensibilidad ante el poder de la muerte y sus horribles consecuencias. Mi madre, con el alma destrozada trataba de mantenerse firme, parecía una guerrera, pero cuando la gente no miraba, sus ojos estallaban. Aún podía sentir como arañaban su corazón y pequeñas gotas de sangre iban saliendo, imparables. Poco a poco se ahondaba el vacío en su interior.

Estaba hecho. Yo ya no existía.

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