Alycia

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-No sé lo que me haces, pero me encantas.
Desde que me dijo esas palabras, estas no paraban de rondarme por la cabeza. Cuando estaba junto a ella, me ponía muy nerviosa, demasiado diría yo. Tal vez, solo tal vez, en este momento podría ser feliz, como me dijo mi hermana. Eliza me hacía feliz, después de lo de Maia, no lo había podido superar. Entró en depresión por la muerte de sus padres en un accidente aéreo. Comenzó a entrar en el mundo de las drogas y se volvió alcohólica. Al cabo de unos meses comenzó a traficar para una banda. Le rogué que dejara de hacerlo, era una de mis mejores amigas, a la que inevitablemente veía de otra forma y sabía que ella a mí también. Y así fue, empezamos a salir mientras ella seguía vendiendo drogas, al ver que cada vez que salía para hacer cualquier pedido, yo insistía en ir con ella me prometió que dejaría ese mundo y que iría a un centro de rehabilitación, y yo como tonta me lo creí, hasta esa noche. Era sábado cuando pasaba por un parque, a lo lejos vi unas figuras, estaban teniendo una discusión y vi cómo la figura más alta golpeaba a la otra. Me acerqué sin que me vieran y escuché la conversación mientras me ocultaba detrás de unos arbustos.

-Los quiero para mañana, ¿de acuerdo?

-Sí, mañana tendrá su parte -esa voz... era Maia, no podía creerlo, me había juró que lo había dejado hacía semanas. Todo ese tiempo me había estado mintiendo.

-Más te vale.

Cuando el hombre se fue y Maia se quedó sola, me acerqué a ella. Se había sentado, pero al verme se levantó rápidamente y con la palma de la mano intentó taparse la herida que le había hecho el hombre al golpearle la cara. Tenía una pequeña brecha en la ceja derecha.

-¡¿Cómo has podido mentirme así?! -le grité mientras golpeaba su pecho con furia. Mis lágrimas estaban comenzando a salir. Me dio un empujón echándome hacia atrás separándome de ella.

-¡Mentirte, yo! -exclamó riéndose-, aquí la única que ha mentido has sido tú.

La miré con sorpresa, y en ese momento pude ver que estaba bastante colocada y podría decir que hasta drogada.

-¿Yo?

-Sí, me dijiste que me amabas, y después veo esas fotos, donde todos se reían de mí, TODOS.

-¿Qué fotos? -no tenía ni idea de lo que estaba hablando.

-Las que subió Marie -sacó su teléfono mientras caminaba, tambaleándose, hacia mí. Al estar a mi altura me lo tendió-, mira.

En la pantalla del móvil pude ver una fotografía de Marie, mi mejor amiga, conmigo abrazadas y yo dándole un beso en la mejilla. Palidecí, no podía haberse enfadado por eso, era una simple foto.

-Es sólo un beso en la mejilla.

-Con tu mejor amiga -respondió sentándose-, con quien tienes muchos momentos compartidos, sentimientos... Dime que no la quieres.

-¡Claro que la quiero! Es mi mejor amiga, la conozco de hace años. Nos criamos prácticamente juntas. La considero mi hermana. ¡No puedo creer que no hayas confiado en mí!

Estuvimos unos minutos en silencio, ella sentada iluminada tenuemente por la luz de una farola y yo de pie a su lado mirándola, a la espera de que ella dijera algo. Entonces escuché unos sollozos.

-Yo... yo...lo siento, tanto...-se levantó rápidamente y se tiró encima de mí besándome-, no sé qué me ha pasado, debí confiar en ti.

La cogí por los brazos y la separé suavemente de mí.

-No sé si puedo seguir contigo... he confiado en ti, y tú en mí no, y encima me mentiste respecto a esto -dije refiriéndome a lo que había pasado hace un rato.

-No me dejes, por favor... no me dejes -se echó a llorar y la abracé. La quería mucho, demasiado quizá.

-Creo... -tragué saliva-, creo que deberíamos darnos un tiempo, al menos hasta que pueda volver a confiar en ti.

-Haré lo que sea porque me perdones, empezando por dejar todo esto.

Sonreí.

-Me alegro -le di un beso en la frente-, te acompaño a tu casa.

Tardamos unos veinte minutos en llegar, ya que íbamos andando. Cuando llegamos a su portal, me despedí de ella con un breve beso en la mejilla.

***

A la mañana siguiente recibí una llamada de la policía. Me vestí lo más rápido que pude y conduje hasta su bloque. Cuando llegué había varios coches de policía. Me acerqué.

-¿Quién es usted? -preguntó un agente.

-Soy... -no sabía quién era realmente, ¿su novia o su exnovia?-, soy la novia de la víctima.

-El detective Morley quiere hablar contigo, está allí -señaló a un chaval un poco más mayor que yo que vestía con unos vaqueros y una camisa. Me dirigí hacia él, cuando estaba casi a su lado giré la cabeza y vi un cuerpo tapado con una sábana blanca encima de una camilla, en ese momento vi todo negro...

-¿Alycia? ¿Aly? -vi una mano moverse frenéticamente ante mis ojos y noté como me sacudían suavemente. Parpadeé varias veces. ¿Dónde estaba? Miré hacia los lados y me vi sentada en el suelo, apoyada en la pared de mi cuarto-, no llores más.

Estaba tan perdida en mis pensamientos que no me había dado cuenta de que había comenzado a llorar. Alcé la mirada y miré sus ojos azules. Eliza me estaba secando las lágrimas con sus manos.

-Tranquila, ¿si?, no te va a pasar nada. Cálmate.

Respiré hondo e intenté calmarme. Esas semanas junto a ella... había sido de las pocas veces que había sido feliz. Noté cómo los brazos de Eliza me rodearon, apretándome contra ella suavemente.

-Anda, bajemos al salón, ya es hora de cenar -sentí sus labios en mi frente, los dejó allí unos segundos y pegó su frente a la mía. Cerré mis ojos y suspiré-, no sé lo que ha pasado, pero cuenta conmigo.

Se levantó y me tendió la mano, se la cogí y bajamos las dos juntas al salón. Anya estaba sentada en el sofá con el portátil, cuando escuchó nuestros pasos se giró y vino rápidamente hasta mí.

-¿Estas bien?

-Sí, solo... he recordado...

-No hace falta que lo digas, anda vamos a sentarnos en el sofá.

Eliza me dirigió hasta él, se sentó y yo me tumbé a su lado apoyando mi cabeza en su regazo. En ese momento no me importaba en absoluto si mi hermana nos veía, pero necesitaba estar a su lado, porque parecía que era la única que podía tranquilizarme. Me giré y le di la espalda. Cerré los ojos y noté cómo recorría levemente la parte central de mi espalda, con las puntas de los dedos.

De repente sentí un gran dolor en la cabeza.

***

Había dos figuras en una cama, iluminadas tenuemente por la luz de las velas y la que se adentraba en la habitación. Una chica morena se encontraba dándole la espalda a una rubia, y esta le acariciaba suavemente la espalda, pasando sus manos por encima de un tatuaje.

***

Me levanté rápidamente y casi me golpeo la cabeza con la de Eliza.

-¿Estas bien? -me preguntó preocupada, a lo que yo le asentí levemente. La chica rubia que acababa de ver...¿podría ser Eliza? Vale creo que estaba comenzando a delirar, cómo iba a ser ella-, creo que hoy no es tu día. Vuélvete a recostar y descansa.

-¿No te molesto?

-No, de hecho estoy muy cómoda contigo encima -se sonrojó-, no te lo tomes a mal, me refiero...

-No pasa nada -era adorable cuando se sonrojaba. Me acerqué a ella y deposité un casto beso sobre sus labios. La vi sorprendida cuando me separé. Cerré los ojos y antes de dormirme otra vez susurré-, tú también eres cómoda.

Os agradezco muchísimo los comentarios de verdad, cuando los leo me entran cada vez más ganas de continuar la historia. También las más de 2,4 K de visitas.

Muchas gracias por vuestro apoyo. Besos

Reencuentro/Clexa/Elycia (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora