Capítulo 4

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Pétalo Pardo sintió un gran dolor, y después, nada.

De repente, empezó a abrir los ojos lentamente, pero se asustó al ver que no estaba en un lugar conocido. ¿Unos proscritos la habían raptado? O aún peor...¿Había muerto?

Se levantó, y vió que se encontraba en un pequeño claro de hierba brillante, rodeado de un espeso bosque. Lo más raro de todo, es que cuando miró al cielo, vió que estaba cubierto de un montón de estrellas resplandecientes, eran millones.

Confundida, miró a los lados. No había ni un sonido. ¿Donde estaba?

Repentinamente, sintió el crujido de unas hojas por detrás de ella, y se volteó con los pelos del cuello erizados. Parpadeó al encontrarse con una gata de pelaje blanco, con la cola y la cara de un color gris muy claro. Sus ojos...sus ojos eran los mismos destellos azules que había visto anyes de su accidente y todo su pelo tenía destellos blancos, como estrellas en la noche.

-Ni tengas, miedo, joven Pétalo Pardo. -ronroneó la desconosida.

-¡¿Quien eres, y como sabes mi nombre?! -bufó la reina, entre asustada y enojada.

-Mi identidad no importa -maulló la gata- No tengas miedo de lo que esta por venir.

Pétalo Pardo sintió un terrible dolor sobre los omóplatos, e inmediatamente cerró los ojos, con un espantoso mareo.

Empezó a parpadear lentamente, y escuchó los chilidos de unos cachorros. Frente a ella se encontraba el viejo rostro de una gata rojizo claro.

-Bien, ya despertó. -graznó la gata.

Pesadamente, se levantó. Sus dos hojos estaban a su lado, mirándola con los ojos dilatados de terror.

-¡Mamá! -chilló Pequeño Mirlo- ¡Que bueno que despertaste!

El cachorro atigrado amarillo se restregó contra su flanco, ronroneando aliviado.

-¡Teníamos mucho miedo de que te hubiera pasado algo!

-Tranquilos, pequeños. Solo fue un mareo. -dijo la reina, lamiendo débilmente la cabeza de sus hijos.

-Pétalo Pardo, -dijo seriamente Baya de Cereza, volteándose hacia ella- Me temo que deberás quedarte esta noche en mi guarida. Estás muy débil, y necesito vigilarte en caso de que te vuelvas a desmayar.

-¿Pero con quién dormiremos esta noche? -maulló Pequeño Leonado, interrumpiendo a la Curandera.

-Le pediré a Penumbrosa que duerma con ustedes esta noche.

-Pero nosotros queremos dormir contigo...-dijo apenado el cachorro negro.

-Lo sé mi pequeño...lo sé...

****

Una joven liebre yacía en frente de ella, impregnando a la guarida un dulce olor, aliviando el extraño olor a hierbas que habitana en la guarida de la curandera. A lo lejos, se podía escuchar a una lechuza.

-Vamos, pequeña. Tienes que comer.

Pétalo Pardo se acomodó en su nuevo lecho, moviendo las plumas que lo acompañaban hacia el borde para que no la incomodaran tanto. Una vez cómoda, se agachó y le dió un mordisco a la presa. Su dulce olor le prometía nuevas energías, y a pesar de lo mal que se sentía, en poco tiempo terminó de comer la presa.

De pronto, se escuchó un gemido no muy lejano, y por la entrada del túnel de aulagas de la guarida entró un viejo gato de color gris claro.

Pétalo Pardo se volteó y se encontró con Acorazado. Tenía una pata levantada, que por el aspecto, la reina sospechó que era una infección.

-¿Que paso, Acorazado? -maulló Baya de Cerezo, acercándose para revisar la herida.

El viejo felino emitió un gruñido ciando la gata curandera le tocó la pata herida.

-Quize salir con la patrulla nocturna, y cuando regresé me herí con unos espinos. No le dí importamcia, y me fuí a formir. Pero me desperté esta noche, y ví que la herida estaba mucho peor -dijo el gato.

Acorazado no había sido un gato de Clan toda su vida. Antes, vivía como solitario en una granja, hasta que las presas comenzaron a ser extremadamente escasas, obligándole a largarse de su vida fuera de los Clanes. Vivió como guerrero dos lunas, antes de retirarse donde los Veteranos; pero igualmente, quería seguir agradeciendo al Clan que lo acogió, saliendo comunmente con las patrulla que se daban en el día.

-Debiste venir un poco antes -maulló la curandera- Pero bueno, espérame mientras busco unas telarañas y algunas hiebas para sacar la infección.

Baya de Cerezo se fué hacia una pequeña guarida de atrás donde almacenaba sus hierbas más importantes, para luego regresar con una telaraña colgándole entre las fauces. Lentamente, la puso en la pata lastimada del Veterano, haciemdo que este soltara un siseo.

-Bien, pero ahora, voy a tener que salir del campamento a buscar perifollo, ya que después de la batalla con el Clan del Hielo se me acabó por completo. -gruñó Baya de Cerezo, saliendo por el túnel de aulagas.

-Aún recuerdo a aquel gato gris, en esa noche cuando aún vivía en el granero. -dijo Acorazado, hablándo como así mismo- No se que estaba haciendo corriendo entre las montañas, como una lirbre, yo creo que--

-¿Un gato gris que corría entre las montañas? -lo interrumpió Pétalo Pardo, con el corazón acelerado.

-Si, y como decía, yo diría que estaba algo lo--

-¿Viste su cara? -volvió a interrumpirlo la reina parda.

El antiguo solitario la miró extrañado.

-No, y...¿Por qué te interesa saber tanto sobre un gato desconosido?

Pétalo Pardo sacudió la cabeza.

-No, lo siento, no es por nada. -dijo en voz baja, volteándose para dormir en su lecho.

Acorazado había hecho una discripción del gato que habitaba en sus sueños muy certera, ¿Acaso el gato que había visto el Veterano era el mismo que molestaba sus siestas? Pétalo Pardo sabía que las posibilidades eran pocas, pero valía la pena intentarlo. Mañana mismo, durante la noche, lo sabría finalmente. Lo iría a buscar al páramo.

Los Gatos Guerreros: El Descubrimiento De Pétalo Pardo [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora