Capítulo 7

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-Tom. Ponte detrás mio rápido. -susurró la reina. Podía hasta sentir los latidos de su corazón.

El gato gris, como un cachorro obedeciendo a su madre, se puso por detrás de ella. Sus ojos azules destellaban con temor, y tenía el cuerpo tenso.

Con el rabillo del ojo, Pétalo Pardo creyó distinguir un pedazo de pelaje color fuego rojizo desplazándose sigilosamente entre los árboles. El olor era cada vez más potente.

La gata de color pardo desenvainó sus garras. Su vida pasó ante sus ojos. Iba a morir. Iba a dejar a sus cachorros sin madre ni padre. Sacudió su cabeza. No, no podía darse por vencida sin ni siquiera tener un rasguño en el cuerpo. Tenía que luchar por los que amaba.

Un helecho frente a ellos se movió, y frente a ellos aparecieron dos zorros jovenes que gruñían. Sus ojos tenían un solo mensaje: Matar.

Pétalo Pardo bufó, y retrocedió, intentando inútilmente de espantarlos. Parecía como si se estuvieran riendo. La reina chocó con la montaña. Miró a ambos lados. Si corría por cualquiera de ellos, los zorros no tardarían en atraparlos. No había escapatoria.

Un latido de corazón antes de que se lanzara contra los enormes animales, un gato de color gris salido de la nada, saltó hacia los monstruos, emitiendo gritos de guerra. Pétalo Pardo parpadeó. Los había ayudado. Quería mover sus patas para ayudar a luchar contra los zorros, pero sus zarpas no respondían; cono si estuviera atrapada en un charco de barro. Tan solo el ver a Tom corriendo para pelear la sacó de su paralización.

Rápidamente, se lanzó hacia el omóplato del animal blanco y rojizo, agarrándose fuertemente con sus colmillos. El zorro aulló de dolor. Justo cuando el gran monstruo la iba a sacudir para que cayera bruscamente en el suelo, Pétalo Pardo se soltó, y tras descansar unos pocos latidos de corazón, se aferró del cuello de la bestia con sus mándibulas, mientras con las zarpas delanteras lo arañaba. En poco tiempo, sintió la sangre recorriendo sus fauces.

El animal chilló una vez más, para luego con su cabeza, empujarla hacia el suelo, donde aterrizó duramente contra las piedrecillas. Justo cuando se iba a lanzar otra vez para luchar contra el zorro, el extraño gato gris se soltó de el e hizo un extraño ruido, mientras agitaba una pata. Como si frente a ellos apareciera una estampida de rocas, los zorros empezaron a chillar y se internaron velozmente en el bosque. Pétalo Pardo estaba impactada, pero sin embargo, se obligó a apartar la vista del bosque, al escuchar un gemido. Tom estaba en el suelo, con una espantosa herida en el omóplato. La gata parda se le acercó cojeando.

-¿Tom? ¿Estás bien?

Tom no respondió y se limitó a seguir gimiendo.

-Esta muy grave. Tenemos que llevarlo a mi refugio. -dijo una voz ronca por detrás de ella.

La reina se volteó. El gato gris estaba a su lado, y pudo por fín observarlo detenidamente. Tenía unos brillantes ojos ámbar oscuro, y era prdecible que era un gato bastante viejo, por el tono de su voz y su hocico ablanquecido.

-Muchas gracias por salvarnos, soy Pétalo Pardo -De tantas cosas que habían pasado se le había olvidado agradecerle- Y por cierto, ¿cómo te llamas?

-Mi madre me llamaba Pluma. Y, ahora, será mejor que llevemos a tu amigo antes de que se desangre, -maulló Pluma, tomándo del pescuezo a Tom y poniéndolo sobre sus omóplatos.

-¿Vienes? -gruñó.

Pétalo Pardo asintió. Mientras caminaba a su lado, no podía sacarse de la cabeza la similitud que tenían Pluma con el gato misterioso de sus sueños.

***

Un escalofrío le recorrío la espalda y la cola cuando se deslizó por el túnel de filudas hojas. Pétalo Pardo parpadeó para acostumbrarse a la poco luz del lugar. Era una cueva bastante grande para un gato que vivía solo, y estaba bien arreglada, contaba con dos lechos, hierbas curativas y una diminuta pila de presas. Parecía un campamento en miniatura.

Pluma soltó a Tom y lo agarró con el pescuezo, arrastrándolo hasta uno de los lechos que estaba cerca de las hierbas medicinales.

-¿Conoces las hierbas? -dijo con voz ronca el solitario.

Pétalo Pardo asintió velozmente.

-Tráeme esas telarañas, perifollo y algo de esas semillas de adormeida. -maulló el gato gris, revisando la herida de Tom.

La reina del Clan del Fuego se acercó velozmente a las medicinas. En poco tiempo encontró las semillas azuladas, y le fué facil encontrar las telarañas, al igual que el perifollo. Rápidamente se acercó al lecho de Tom y depositó cuidadosamente las hierbas en la orilla de su lecho.

-Bien, -masculló Pluma, con las hierbas ahohando su maullido- Observé su herida. Afortunadamente, parece que no está infectada. Pero le pondré el perifollo iguslmente para prevenir.

Con las patas, colocó la telaraña en su herida, haciendo que Tom jadeara. Después, hizo un cataplasma con la hierba verdosa, aplicándola en su omóplato; y, finalmente, le hizo tragar las semillas de adormeida.

-Listo, -dijo Pluma, lamiéndose las patas verdosas por el perifollo- Eso es todo lo que puedo hacer por el.

-¿Se mejorará pronto? -maulló Pétalo Pardo, nerviosa.

Pluma titubeó, para después sacudir la cabeza.

-No estoy muy seguro. Yo creo que tras dos días de buen reposo, estará mejor. -dijo ronco, para luego dirigir su mirada hacia la gata parda- ¿Por qué preguntas?

Pétalo Pardo decidió soltarlo todo.

-Yo vengo del otro lado de las montañas de más allá, -dijo, añuntando hacia afuera con la cola- Allí, existen Clanes de gatos. Yo soy del Clan del Fuego. Todos nos alimentamos, descansamos, y vivimos juntos. Sin embargo, no hace mucho, empezé a tener sueños relacionados con gatos con estrellas en el pelaje, miradas luminosos y un gato gris que corría por las montañas. -el solitario entornó los ojos al escichar la menciona de los gatos extraños- Entonces, decidí ir a buscar a ese gato, necesito saber por qué tengo aquellos extraños sueños. Al aparecer por aquí, me encontré con Tom, quien me quizo acompañar. Mientras buscábamos, nos encontramos con los zorros, y el resto ya lo conoces.

Pluma asintió lentamente, tragándose el relato.

-Bueno, si me preguntas si conozco al gato gris, te digo ahora mismo que no. Y jamás lo he visto por aquí a ese gato.

Pétalo Pardo suspiró. Se notaba que Pluma llevaba bastante tiempo viviendo entre las montañas, y por lo visto, su travesía duraría más de lo que esperaba.

-Bueno, puedes ir a buscar unas hojas y plumas por allí, para construirte un lecho. -dijo apuntando con la cols una esquina de la cueva. -Es muy tarde.

***

Pétalo Pardo se despertó jadeando. Otra vez el sueño del gato gris. La gata se volteó nuevamente en el lecho, pero no lograba obtener el sueño. Gruñendo en voz baja, se levantó. Tom y Pluma dormían plácidamente en sus nidos.

Caminando sin hacer ruido, se deslizó por la entrada de la cueva. Una vez afuera, respiró una bocanada de aire fresco y levantó la vista al cielo. Las estrellas, sus mejores amigas, la observaban, reluciendo. Siempre se sentía bien mirar las estrellas durante la noche, mientras se preguntaba de dónde habían salido y por qué estaban allí. Tan concentrada estaba, que apenas escuchaba las hojas moviéndose por detrás de ella.

-Observando los Espíritus de la Noche, ¿eh?

Pétalo Pardo se volteó en seco, asustada. Pluma la observaba sentado, con los ojos ambarinos inatravesables. La gata no entendía nada de que hablaba.

-¿Recuerdas cuando me contaste sobre el gato gris y los gatos con estrellas en su pelaje?

La reina asintió temerosa.

El solitario dirigió su mirada hacia las estrellas, y una sonrisa se dibujó en su rostro.

-Los Espíritus de la Noche me lo dijieron. -la sonrisa se le borró- Pétalo Pardo, yo soy el gato gris de tus sueños.

Los Gatos Guerreros: El Descubrimiento De Pétalo Pardo [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora