Capítulo 9

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Pétalo Pardo parpadeó para acostumbarse a la luz del exterior. Después de recorrer los Túneles Súbterraneos por fín había encontrado la salida. Las estrellas, o mejor dicho, Espíritus de la Noche se extendían sobre su cabeza, como palomas blancas revoloteando en el cielo.

Tras olfatear el aire en busca de alguna señal de la patrulla nocturna de su Clan, decidió caminar por uno de los lados de las Montañas Altas para pensar un poco. Según Pluma, debería recibir una señal que le indicara que hacer, pero por ahora, no pasaba nada, y a lo lejos apenas se escuchaba el ulular de un búho. La joven reina gruñó. No podía ser tan impaciente. Seguro que tarde o temprano recibiría la esperada señal. Una repentina gota de agua que cayó sobre su oreja la liberó de sus pensamientos. Levantó la vista, y se encontró con unas nubes grises regordetas que acompañaban a los Espíritus de la Noche. Otra gota cayó sobre su pelaje. Pronto, la llovizna se convertiría en una tormenta.

Entrecerrando los ojos para evitar alguna gota traviesa que nublara su vista, se pegó a la montaña, esxondiendo la cola entre las patas. Tenía que encontrar un refugio pronto, o quedaría completamente empapada y se enfermaría. Pero al menos, las patrullas no podrían identificar su rastro.

Se volteó al oir un bufudo por detrás de ella. Instantaneamente, sus ojos verdes se abrieron como platos. A lo lejos, pudo divisar una patrulla del Clan del Fuego, quejándose de la lluvia. No podía identificar muy bien de quién se trataba, pero pudo divisar a Destello de Piedra, su lugarteniente, quién tenía fama de ser una maravillosa rastreadora. A la gata gris no le costaría nada encontrarla.

Erizando los pelos del cuello, Pétalo Pardo se acercó más a la montaña y se encogió. A pesar de la lluvia, si salía corriendo en cualquier dirección, a la lugarteniente le sería más fácil verla. Intentando controlar su temor, avanzó más rápido, buscando cualquier mínima abertura en las rocas para esconderse. De pronto, a lo lejos, divisó una pequeña cueva. Perfecto.

Apresurando el paso, llegó al pequeño recoveco. Por dentro estaba muy oscuro, pero era mejor que nada. El corazón se le aceleró al oler a gato de Clan adentro, pero un latido de corazón después se calmó. Seguro que alguna patrulla había marcado territorio ahí, para que los solitarios o proscritos no entraran en el territorio del Clan.
Encogiéndose, se adentró. La pequeña cueva estaba algo bajo el nivel de la tierra, pero al levantar la cabeza podía ver hacia afuera. Seguía con algunos pelos erizados. Temía que la encontraran. Pero un momento después, se le escapó un suspiro. La patrulla, empapada por la llovizna, había decidido regresar al campamento, y ahora atravesaba a páramo abierto el territorio. Sin embargo, de pronto, Destello de Piedra vokteó su cabeza hacia la cueva. La joven reina, atemorizada, retrocedió, para golpearse con algo suave y peludo.

***

Volteó su cabeza, y su corazón se detuvo. Era un gato. Este, dió un paso adelante, revelando un gran cuerpo atigrado gris oscuro de intimidantes ojos azul hielo.

-Hola, pequeña, ¿Qué haces aquí? -dijo con voz malévola.

Otro gato salió de las sombras. Este no tenía omóplatos tan grandes como el otro, pero una gran cantidad de cicatrices en su cara negra revelaba que no era un débil.

-¿Qué crees que deberíamos hacer, Cicatriz Blanca? -maulló este, acercándose a la ahora atemorizada Pétalo Pardo.

Cicatriz Blanca apareció por detrás de ella. Su pelaje era blanco como la nieve, pero cubierto de espantosas marcas de cicatrices. Uno de sus ojos amarillos estaba ciego, pero esi no lo hacía menos monstruso que los otros.

-No lo sé, si la dejamos ir, podría decirle a su Clancito que hay proscritos en el territorio, -dijo fingiendo estar triste- ¿Ah? ¿Vas a hacer eso? ¡Habla!

La reina se encogió. No podía enfrentarse a ellos, la destrozarían como a una hoja. Tenía pocas oportunidades para salir de ahí con vida. Por su cabeza pasaron los recuerdos de sus hijos. Jamás debió dejarlos solos, sin siquiera despedirse.

-¿Acaso alguien te comió la lengua? -gruñó el atigrado gris- ¡Te hicieron una pregunta! ¿De donde vienes? ¡Responde!

La gata parda tragó saliva.

-Soy Pétalo Pardo, del Clan del Fuego, -maulló tratando de que su voz no temblara.

-Así que Pétalo Pardo, ¿se puede saber que haces aquí? -dijo el gato negro, rodeando su cola en la asustada reina.

-Vine a refugiarme de la lluvia, -dijo, alejándose del proscrito negro.

-¿Enserio? ¿Tienes frío? ¡Lárgate! -bufó el gato.

El atigrado gris obstruyó su paso con una pata, y clavó su intimidante mirada en la de la joven reina.

-No, Cara Muerta. Nos delatará. Hay que matarla.

Una sonrisa se dibujó en Cara Muerta.

-Tienes razón. Tengo ansias de saborear sangre. -gruñó, desenvainando las garras de una zarpa.

Mientras los tres proscritos se acercaban a ella, Pétalo Pardo se encogió. No podía morir ahí. Tenía que idear una manera de escapar.

-No te preocupes, pequeñita, si tienes suerte será rápido. -dijo Cicatriz Blanca, irguiéndose en dos patas, para rasguñarla fuertemente en la cara.

Pero Pétalo Pardo fue más rápida, y le arañó el vientre; que había quedado expuesto. Cicatriz Blanca lanzó un aullido, y cayó al suelo. La salida había quedado libre.

Corriendo como nunca antes, salió de la cueva. Mientras la lluvia caía en su pelaje, oyó a los proscritos saliendo de la cueva para atraparla. El pelaje de su espalda se erizó al oir un trueno, y sintió como la lluvia le caía como una cascada. Tenía que encontrar un refugio ahora.

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Cuando la inspiración viene, escribo :D

También, quiero avisar que este libro tendrá más de 10 capítulos, así que aún falta para que se termine :3

Los Gatos Guerreros: El Descubrimiento De Pétalo Pardo [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora