Epílogo

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La vieja gata se despertó con un extraño olor en su nariz. Abriendo los ojos, se dió cuenta inmediatamente que algo no andaba bien. Por la guarida la luz apenas se filtraba en el techo. Y a pesar de su mala vista, pudo ver el humo recorriendo los lechos como agua la arena. Levantándose, esperó que no estuviera pasando lo que pasaba por su cabeza.

-¡Fuego en el campamento! ¡Fuego en el campamento! ¡Rápido, escapen todos! -gritó una voz desde afuera.

Inmediatamente, la felina negruzca se despertó, como si una espina se le hubiera enterrado en una pata. Abrió su hocico blanquecino por la edad, para luego chillar.

-¡Sígueme! -gritó la gata de ojos verdes, guiando a la veterana negra de pelaje aún lustroso a la salida. Apenas las dos estuvieron afuera, sus ojos se abrieron como platos.

Un tronco ardiente había caido en medio del claro, quemando las guaridas a su alrededor. Solo se veían llamas y más llamas.

-¡Rápido! -jadeó una gata de color claro- ¡Vengan!

Las dos veteranas, sin titubear, la siguieron corriendo por el campamento casi a ciegas, con la vista nublada por el humo. La gata de ojos verdes no paraba de toser. Tenía mucho miedo, y sentía el fuego bordeándola como tierra a un lago. Casi sin percatarse, ascendió dificultuosamente por la pendiente que llevaba a la salida del campamento en llamas. Cuanfo iba a la mitad, tropezó con una roca y resbaló, pero antes de que se pudiera estrellar, sintió unas fauces en el pellejo, que la arrastraron hasta por fín llegar a la cima. Levantándose a duras penas, la vieja veterana miró a su salvador.

-Muchas gracias, Destello de Lago, -le maulló a la gata blanca.

-No hay de que, -respondió la guerrera de ojos anaranjados, que tras despedirse, corrió a ayudar a más gatos.

-¿Estás bien?

Pronto, se velteó para ver a una pequeña gata atigrada negra, quién cargaba con una rama de abedul en la boca, y hace un rato habia estado corriendo de lado a lado.

-No mucho, Zarpa de Acebo-graznó.

-Toma, -maulló la joven con la voz algo ahogada por la rama- Es miel. Te sentirás mejor.

La veterana se acercó a la aprendiza de curandera y lamió un poco del líquido espeso de color amarillo. Inmediatamente, sintió cómo la miel llegaba a su garganta y la refrescaba del detestable humo.

-Muchas gracias, pequeña, ahora será me--

Una gata anaranjada y blanca la interrumpió, sus ojos verdes brillaban aterrorizados.

-¡Escarchino! ¡Escarchino! ¿Dónde está Escarchino? -chilló. Dos cachorros estaban en sus talones.

-¿Cuándo lo viste por última vez? -gritó un guerrero atigrado, mirando al montón de gatos reunidos en la salida del campamento, buscando con sus ojos azules al pequeño cachorro.

-No lo sé, pensé que estaba conmigo mientras subía por la pendiente. -se lamentó la gata, con los ojos llorosos.

-Iré a buscarlo, -dijo el atigrado, dirigiéndose a la entrada del campamento en llamas.

La vieja veterana lo detuvo con su sucia cola.

-No, es peligroso, -maulló- Tú te quedas aquí. Yo iré.

-¡Mamá! ¿Que haces? -gritó mientras la vieja gata se lanzaba a la pendiente.

Pero la veterana ya no escuchaba. Sabía que era lo que tenía que hacer. Manto Leonado era un gran guerrero, y ella tan solo una inútil veterana. Su muerte no afectaría al Clan del Fuego, pero la de su hijo sí.

Los Gatos Guerreros: El Descubrimiento De Pétalo Pardo [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora