El día que Isadora Joanne Black vino al mundo, no sabía con lo que se iba a encontrar.
No sabía que la magia corría por sus venas, ni que sus aventuras serían las más alocadas.
No sabía que conocería gente maravillosa en el camino, ni sabía que perd...
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Apreté de nuevo la correa de mi mochila. La llevaba recargada sobre uno de mis hombros.
Draco Malfoy me dirigió una sínica sonrisa a unos pocos metros míos, sobre el andén de la estación de tren. Su padre lo acompañaba; él también me miró con desprecio. Tan solo el saber que aquella clase de gente era parte de mi familia me revolvía las entrañas.
— ¿Isa? —la voz de Remus me sacó de mis pensamientos. Giré mi cabeza, no sin antes visualizar una vez más a la familia Malfoy, ahora también habiendo sumado a la primogénita, Deneb Malfoy, y caminé un par de pasos hasta donde estaba mi padrino— ¿Sucedió algo?
— No, no —negué— es solo que creí ver a alguien.
— De acuerdo —dijo no muy convencido— ya he cargado tu equipaje en el tren.
— Gracias Rem —sonreí levemente— supongo que nos veremos en navidad ¿Cierto?
— Bueno, yo no estaría tan seguro de eso —murmuró— quizás te guste quedarte en Hogwarts estas vacaciones.
— ¿Tiene que ver con aquella sorpresa de la que habló Tonks? —Remus asintió— ¿No me la puedes contar? ¡Por favor, quiero saber!
— Pronto te enterarás. No quisiera sacarte la sorpresa —solté un bufido.
— Más les vale que sea algo fantástico en verdad —Remus rió— no te olvides de hacerle acordar al tío Ted que me envíe los ingredientes de pociones, para los experimentos. Y que saque un par de galeones de la bóveda en Gringotts —asintió con la cabeza— ¡Ah! Y recuérdale a mi prima que me envíe —él me interrumpió.
— Que te envíe el vestido. Lo sé, no me voy a olvidar de nada Isadora. Confía en mí.
— No sé tampoco para qué piden uno pero bueno —me encogí de hombros— "todo sea por la sorpresa" —imité a mi padrino y este rodó los ojos con diversión. Se acercó a mí para estrujarme en un pequeño abrazo que le devolví con las mismas ganas.
— Nos estamos escribiendo, ¿Trato?
— Hecho —contesté sonriendo.
Me subí al tren y lo miré una vez más por las ventanillas. Me saludó con su mano y copié su gesto. Segundos después comencé a caminar por los vagones del expreso, buscando algún lugar en el cual pudiera viajar tranquila.
— Isa —escuché la voz de Alicia detrás de mí. Hubiera jurado por todos los dioses que ninguno en el compartimiento me había visto pasar, pero quizás solo era una suposición de mi mente. Al parecer no tengo tanta habilidad como Tonks para ocultarme, escabullirme y hacer poco ruido.
— Hola Ali —intenté sonreírle mientras giraba sobre mis talones.
— Ven adentro —movió su cabeza señalando la puerta del compartimiento— estoy con Fred y George.