Capítulo 4

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Ayer por la noche no dejé de dar vueltas por la habitación. Al llegar me deshice de los zapatos y de la chaqueta, pero nada más; no me molesté en ponerme un pijama. Me quedé ahí, de pie, caminando de un lado a otro, de pared a pared, pensando, respirando, intentando no perder los papeles. Gideon me dejó e insistió en quedarse, pero no podía. No podría pensar en Oliver teniéndolo a él en mi habitación, y menos después de haberme contado el fraude que está llevando a cabo. No pienso meterme en sus líos, él sabrá lo que hace, así que no voy a malgastar ni un segundo pensando en él. Sí lo haré con Oliver por una razón que resalta entre otras muchas: ha vuelto a mi vida. De una forma u otra vuelve a estar cerca de mí, y lo peor es que ahora es el novio de Flora. Primero se acuesta con Nicole, rompe su promesa y ahora, aunque haya sido a ciegas, se ha hecho novio de mi amiga. ¿Hay algo entre nosotros que nos haga estar separados de esta forma? Yo estoy prometida, sí, vale, pero tal vez podría... No. No podría nada, me conozco y sé que no dejaría tirado a Gideon y a nuestras familias, aunque nadie lo merezca.

<<Cariño, ¿estás bien?>> me preguntó papá cuando me oyó subir las escaleras. Apareció ante ellas y me miró preocupado. Bajé los escalones que había subido y me quedé a su altura, entonces lo vi. En su cuello. Una marca de labios, rojos como la sangre. Fue tan solo un segundo, él ni se dio cuenta de lo que vi, pero bastó con que me mirase a los ojos para saber que volvía a darme asco. Tras él apareció mamá, en el lado donde se veía la marca. Sé que la vio, y no hizo nada. Desplazó su mirada del cuello a mí y preguntó qué pasaba. Me hubiese encantado poder decirles lo que realmente pasaba. Pero no somos así, ¿verdad, mamá? ¿Verdad, papá? Somos la familia perfecta, como todas las familias ricas que viven el lujo. Somos la familia perfecta, como todas.

Las mamás son perfectas amas de casa y mujeres trabajadoras. ¿Mamá, viste su marca? Mamá ignora, sonríe y asiente. Luego sube a su habitación con una botella escondida bajo la ropa y bebe.

Los papás son el héroe de la casa, alguien en quien confiar. Papá, lo prometiste. ¿Por qué te creí? Papá recoge su maletín, va a trabajar y vuelve con labios de colores enmarcándole el cuello.

Los hijos bajan la cabeza y cierran la boca. Y en sus dormitorios sueltan bocanadas de sus vicios, del humo gris en el que se han refugiado.

No pude parar de dar vueltas, casi no podía respirar. Busqué en mi bolso y saqué una cajetilla de tabaco. Ese es mi vicio, en el que tuve que refugiarme cuando entendí todo lo que se me venía encima y que antes no vi. El compromiso con Gideon, la familia, la boda, los estudios, la empresa; acabar con mi vida de una forma peor que la muerte. Algo así como morir en vida. No podía más con la presión de unas cosas y luego otras y vi el humo gris como una solución para alejar mis problemas unos minutos de mí. Fumé y me senté en el banco bajo la ventana, acurrucada como cuando era pequeña. En lugar de sostener un peluche sostuve el vicio.

Mamá entró en la habitación (rara vez lo hace) y se acercó unos pasos a mí. Ni me molesté en mirarla. Se quedó ahí quieta, mirándome. Fue un silencio extraño, como el que se crea cuando alguien está a punto de decir algo que no te va a gustar. A veces pienso que no debería conocer esa clase de silencios tan fácilmente, que debería extrañarme encontrarme en una situación como esa. Pero entonces recuerdo cuál es mi vida, qué es lo que he vivido desde que nací. Es cuando comprendo que no conozco otro tipo de silencio. Alguno que indique algo... alegre.

— Alexia...

— Ni se te ocurra defenderlo.

— Lo está intentando.

— Que se vaya a la mierda, mamá –le dije encarándola-. Tú lo has intentado, él se ha aprovechado de nuestra ingenuidad.

— No, Alexia, de verdad que lo está intentando.

(I'm) Yours: In love?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora