Capítulo 18

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Nada más despertarme y entrar en la cocina en pijama, Gideon me felicita.

- ¡Felicidades! -exclama y viene a besarme. Le devuelvo el beso y, tonta de mí, me sonrojo-. ¿Te sientes especial? 

Me río de su pregunta mientras me llena una taza gigante de café.

- Sí, especialmente cansada. No he pegado ojo en toda la noche.

Doy un sorbo al café.

- ¿Ansiosa por la fiesta?

- Por tus patadas. 

Gideon se echa a reír y me abraza contra él dándome otro beso. 
Comenzamos a dormir juntos así de repente, casi sin pensarlo. Una noche después del encuentro con Oliver en el parque no podía dormir. Últimamente me cuesta mucho, muchísimo, conciliar el sueño. Casi podría decirse que soy una insomne. Total, que me fui a uno de los salones, a mi preferido, en el que puedo sentarme y ver Londres bajo mis pies. Me senté en el suelo, apoyada entre los cristales, como siempre, con una taza de té entre las manos. Al rato Gideon, que debió oírme, apareció a mi lado. Hablamos de banalidades, yo acurrucada en su pecho, sintiendo el calor de su cuerpo. Al cabo de varios minutos vio que se me caían los ojos por culpa del cansancio y me insistió en volver a la cama. Entonces le expliqué que llevaba días sin poder dormir bien. Él me sugirió que durmiera en su cama, yo sola (él se fue a mi habitación), ya que su colchón es de no sé qué marca y muy bueno, y en el que no cuesta quedarse dormido. Tras mucho negarme, acepté. A regañadientes. 
Al día siguiente me desperté fresca como nunca y él insistió en cambiar mi colchón por el suyo, o cambiarnos de habitación, o... mil cosas más. Yo sugerí que durmiéramos juntos. Y, aunque sé que le impresionó que yo dijera esa opción, no se puso en contra. Poco a poco nos íbamos acercando más el uno al otro en las noches, hasta el punto de dormir abrazados. No hemos pasado de ahí. Mentiría si dijera que no tengo curiosidad de cómo nos iría en el sexo, cómo es el famoso Gideon Barnes en la cama. Pero de momento nos va bien así y, aunque es una parte importante de una relación, no estoy preparada para estar con él de ese modo. En cierta forma, la relación que tenemos ahora se ha vuelto preciada para mí, es íntima y tierna. Y me siento tan bien con él que, si hace un año me lo hubieran dicho, me hubiera dado un ataque de risa.
A veces tenía una percepción de nosotros que no reconocía: una pareja joven, feliz y a punto de casarse. Una pareja que tiene toda la vida por delante y que podrán con todos los problemas que surjan. Pero otra veces no podía evitar ver lo que era: dos personas obligadas a casarse por dinero. Antes sí estábamos obligados, ahora podría renunciar a él. Incluso me pidió la mano como debe hacerse, me preguntó qué era lo que quería. Y yo lo elegí. Nos elegimos y, en realidad, ya nadie obliga a nadie a hacer nada. Me siento feliz así. Me siento feliz así hasta que recuerdo a Oliver, o siento su collar en mi pecho, o, simplemente, cuando estoy sola y tengo tiempo de pensar. Esos son los peores momentos, cuando estoy sola. No necesito a nadie que me acribille y apriete el gatillo cien veces, yo sola puedo hacerlo. Y me odio cuando lo hago. Por eso aprecio tanto estos días la compañía de la gente, sobre todo de Gideon. Por eso, cuando menciona la fiesta, siento una presión en el pecho. Tengo que contarle algo y no creo que le vaya a hacer mucha gracia.

- Gideon... -empiezo.

- ¿Sí? -deja de preparar el desayuno un momento para mirarme.

- Verás, esta tarde he quedado con alguien.

- Es tu fiesta. No puedes faltar a tu fiesta.

- Con <<esta tarde>> me refiero a... después de la cena. 

- Oh. 

Nos quedamos en silencio. Me mira. Tras unos milisegundos dice:

- ¿Y con quién?

(I'm) Yours: In love?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora