Capitulo 24

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Cualquier error de adaptacion haganmelo saber, puedo mejorar ❤.

Cuarenta y cuatro días antes.

—Todo el modelo comercial de Licores Coosa se basa en vender cigarros a menores y alcohol a adultos.

Troye me miraba con una frecuencia desconcertante mientras manejaba, sobre todo desde que empezamos a bajar por una autopista estrecha y con colinas al sur de la escuela, rumbo a la ya mencionada tienda de Licores Coosa.

Era sábado, el último día verdadero de vacaciones.

—Eso está bien, si sólo necesitas cigarros. Pero nosotros necesitamos alcohol. Y ellos te piden identificación para venderte alcohol. Mi identificación es de a mentiras. Pero coquetearé hasta lograrlo.

Dio una vuelta súbita y sin señalización hacia la izquierda, tomando un camino que bajaba de manera precipitada por una colina con campos a los lados.

Agarró el volante con fuerza mientras acelerábamos y esperó hasta el último momento posible para frenar, justo antes de llegar a la falda de la colina. Allí había una estación de gasolina construida con chapa de madera, que ya no vendía gasolina pero tenía un letrero viejo atornillado al techo: Licores Coosa: satisfacemos tus necesidades espirituosas.

Troye entró solo y salió por la puerta cinco minutos después, con dos bolsas de papel llenas de contrabando: tres cajas de cigarros, cinco botellas de vino y una quinta de vodka para el Coronel. Camino a casa, preguntó:

—¿Te gustan los chistes de toc-toc?

—¿Chistes de toc-toc? ¿Como ésos de "Toc-toc..."?

—¿Quién es?

—¿Quién?

—¿Quién, quién?

—¿Qué, eres tartamudo? —terminé. Qué tonto.

—Eso fue brillante —dijo Troye—. Yo tengo uno. Tú empiezas.

—Está bien. Toc-toc.

—¿Quién está ahí? —dijo Troye.

Lo miré sin expresión alguna. Como un minuto después, capté y me reí.

—Mi mamá mecontó esechiste cuando tenía seis años de edad. Sigue siendo chistoso.

Por eso, no podría haberme sorprendido más cuando llegó llorando a la habitación 43, justo cuando estaba dándole los últimos toques al ensayo final para Inglés. Se sentó en el sofá. Cada exhalación suya era una mezcla de lloriqueo y grito.

—Lo siento —dijo, y se levantó; los mocos le escurrían por la barbilla.

—¿Qué pasa? —pregunté.

Tomó un pañuelo de la MESA PARA CAFÉ y se limpió la cara.

—Yo no... —empezó y sollozó como un tsunami.

Su grito fue tan fuerte e infantil que me asustó y me levanté. Me senté junto a el y lo abracé. El se volteó, empujando la cabeza hacia el hule espuma del sofá.

—No entiendo por qué lo enredo todo —dijo.

—¿Qué, como con Paul? Quizá tenías miedo.

—¡El miedo no es una buena excusa! —le gritó al sofá—. ¡Tener miedo es la excusa que todos usan siempre!

Yo no sabía quiénes eran "todos" o cuándo era "siempre" y, sin importar cuánto quería yo entender sus ambigüedades, su evasión se volvía cada vez más molesta.

—¿Por qué estás tan sacado de onda por esto ahora?

—No es sólo eso. Es todo. Pero se lo dije al Coronel en el coche —aspiró fuerte por la nariz pero pareció haber terminado con los sollozos-, mientras dormías atrás. Y dijo que él nunca me perdería de vista durante las travesuras. Que no podía confiar en mí si estaba solo. Y no lo culpo. Yo tampoco confío en mí.

—Pero tuviste agallas para decírselo —le dije.

—Tengo agallas, sólo que no cuando debería tenerlas. ¿Podrías... mmm? —se sentó derecho, se me acercó y yo levanté el brazo mientras el se colapsaba en mi pecho y lloraba.

Me sentí mal por el, pero el se lo hizo solo. No tenía que delatar a nadie.

—No quiero molestarte, pero quizá necesitas decirnos a todos por qué delataste a Paul. ¿Temías tener que regresar a casa o algo así?

Se alejó de mí y me echó una "mirada de la perdición" que habría hecho sentir orgulloso al Águila, y creí que me odiaba o que odiaba mi pregunta o ambas cosas. Luego miró hacia otro lado, afuera de la ventana, al campo de futbol, y dijo:

—No hay casa.

—Bueno, pero tienes una familia —retrocedí. Me había hablado de su madre apenas esa mañana.¿Cómo podía ser que el chico que había contado ese chiste tres horas antes se hubiera convertido en este mar de lágrimas?

Aún con la mirada fija en mí, me dijo:

—Procuro no tener miedo, ¿sabes? Pero de todas maneras arruino todo. Aun así lo destrozo.

—Está bien. Está bien —ya ni siquiera sabía de lo que estaba hablando. Una noción vaga tras otra.

—¿No sabes a quién quieres, Connor? Quieres a el chico que te hace reír, te muestra pornografía y bebe vino contigo. No quieres a el estupido loco, malhumorado.

Y bueno, algo había de eso, a decir verdad.

Buscando A Troye || Tronnor (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora