Amnesia

Capítulo 12

Michael

       Desperté con un ligero aroma de avellana filtrándose por mi nariz, me estiré al tiempo que bostezaba y me acurrucaba de nuevo en mi cama, cerrando los ojos.

-¿Mikey?- susurró una voz a mi lado. Abrí los ojos de hito en hito al tiempo en que me daba cuenta de dónde estaba y con quién. Uno de mis brazos descansaba sobre su pequeña cintura, sus piernas estaban enredadas con las mías y una de ellas no estaba cubierta por la cobija, dejando ver sus cortos pantalones junto con una larga y delgada pierna. Sentí su aliento en la curva de mi cuello y fue entonces que la miré a los ojos, entrecerrados aún por el sueño, mirándome con una hermosa luz que hacía que se convirtieran en las más brillantes esmeraldas. Una sonrisa asomó a sus labios, haciendo que me pusiera ligeramente rojo. Por más que quería no encontraba mi voz y al volverme un poco me di cuenta de que no estaba en mi habitación, mucho menos en mi cama. Ella se acurrucó más contra mi pecho y en un rápido movimiento me aparté, cayendo de la cama y golpeándome contra la mesita de noche que estaba a un lado, intenté levantarme, pero las cobijas se habían enredado en mis piernas y volví a caer. Vaya que eres idiota, rio mi subconsciente.

-¡¿Estás bien?!- dijo alarmada. Cubrí mi cara con mis manos, para evitar que ella viera el intenso rubor que se extendía por mis mejillas. Con cuidado de no volverme a tropezar con las cobijas me levanté, agradeciendo mentalmente el hecho de que aún traía mi ropa puesta y lo único que me hacía falta eran mis botas.

      Cuando volví a ver a Nina, ella me dedicó una tierna sonrisa que yo correspondí con timidez. Pasados unos segundos me senté en el borde de la cama, aún sin desconectar sus ojos de los míos, haciendo que su sonrisa se hiciera más grande; de pronto se levantó de la cama, dirigiéndose hacia una puerta al fondo de su habitación, segundos después salió con un cepillo de dientes de color azul, tendiéndomelo. Lo tomé, agradeciéndole brevemente y dirigiéndome junto con ella al baño; una vez que nos lavamos los dientes ella me tendió una toalla y me dijo que me podía bañar si quería, así que lo hice.

       Me quité mi ropa, entrando rápidamente bajo el agua caliente, dejando que esta se llevara el entumecimiento que sentía en todo el cuerpo. Una vez que hube terminado, salí y me puse de nuevo mi ropa del día anterior; pasé la toalla repetidamente por mi cabeza para eliminar el exceso de agua de mi cabello dejándola ligeramente azul debido al tinte. Cuando regresé a la habitación me encontré con Nina acostada cómodamente en su cama, el celular en sus manos y el ceño ligeramente fruncido. Me aclaré la garganta para llamar su atención, una vez que sus ojos se posaron en mí, una limpia carcajada escapó de sus labios. La miré con el ceño ligeramente fruncido, haciendo que ella señalara con un dedo la toalla que aún sostenía en mis manos, donde una enorme mancha color azul destacaba del estampado de flores de esta.

-Dame un minuto, ¿vale?- dijo al tiempo que se levantaba de la cama, tomando algunas cosas de uno de sus cajones. –Hay comida en la cocina, toma lo que quieras- después de una última sonrisa la vi desaparecer por la puerta del baño.

       Salí del cuarto e hice mi camino hacia la pequeña cocina del departamento. Decidí que no tenía hambre y opté por tomar solo un poco de agua; sin tan siquiera preguntarme dónde estarían los vasos saqué uno del gabinete de arriba, el más cercano al refrigerador, para llenarlo con agua de una jarra que se encontraba en un extremo de la encimera.

       Por alguna extraña razón me parecía que había estado aquí antes, más veces de las que podía recordar. A los pocos minutos, Nina salió de su cuarto vestida con unos pantalones de mezclilla y una sencilla camiseta color azul marino; aún con el cabello mojado se acercó, recargando sus codos sobre la madera. Pasaron unos cuantos segundos en donde ninguno de los dos dijo nada, ella miraba al suelo y yo me dedicaba a tomar pequeños sorbos de mi agua.