Capítulo 10

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3 MESES ANTES

Me desperté poco a poco, dándome cuenta de que no me encontraba en mi cama, sino en un asiento de avión. Una azafata estaba situada al lado de mí y me repetía que enderezara mi asiento y ajustara mi cinturón, ya que estábamos por aterrizar en Canadá. Miré por la ventana, intentando asimilar todo lo que había sucedido durante el trayecto. Primero, las lágrimas que creía interminables, después, todos los recuerdos amontonados en mi cabeza, haciendo que me arrepintiera al instante de mi decisión; por último, el sueño que había tardado en llegar casi tres horas, y que ahora había sido interrumpido. Hice lo que se me pedía y me preparé para un terrible dolor de oídos.

Caminé por el aeropuerto arrastrando los pies, sin siquiera levantar la mirada; hasta que escuché mi nombre por encima del barbullo y divisé a mi mamá caminando hacia mí con una sonrisa en rostro. Al llegar a mi lado, me abrazó; sin poder contenerme, me solté a llorar en su hombro, ella me sostuvo en sus brazos con más fuerza, besando mi cabello con delicadeza, tratando de hacerme sentir como en casa. Sin embargo, mi único hogar seguía estando con él.

De camino a casa, mi madre pidió al taxista que girara a la izquierda en la calle equivocada, estuve a punto de decirle que aún faltaban algunas cuadras para llegar a la casa, pero su mirada me indició que era mejor callar. Bajamos del auto con las maletas y caminamos hacia un edificio blanco bastante alto. Entramos y mi madre me condujo a los elevadores, una vez dentro pulsó el piso 25 y las puertas se cerraron. Salimos, dirigiéndonos a la última puerta del pasillo; mi madre me tendió un par de llaves con un llavero con forma de nota musical. Un poco dudosa, abrí la puerta de aquel departamento. Estaba completamente vacío y la pintura blanca de las paredes hacía que la luz entrara de manera cálida; el piso era de madera y se alcanzaba a ver un poco la cocina, junto con dos puerta al fondo, las cuales supuse eran el baño y el dormitorio. Miré a mi madre con los ojos llenos de lágrimas, preguntándole con la mirada qué era lo que debía hacer, o al menos buscando una respuesta de lo quería que hiciera. ¿Acaso esperaba que me quedara allí? ¿Sola? Ni loca.

-Es tuyo, Nina- dijo tomando mi mano con delicadeza. La retiré de inmediato, ya con las lágrimas surcando mis mejillas. Tomé mis maletas y las aventé al interior del departamento, para después tomar las llaves del pomo y salir corriendo del edificio. Crucé la calle con los puños apretados y la vista nublada. Caminé sin rumbo durante más de media hora, realmente ni siquiera me di cuenta de las todas las calles que recorrí; incluso pasé por un parque lleno de niños que se me quedaron viendo como si fuera una completa loca. ¿Cómo regresaría al departamento? Ni idea. Pero eso no me importó, seguí caminando sin rumbo hasta que el sol se escondió y la única luz que iluminaba mi camino eran los faroles de las calles. Paré en seco al escuchar un crujido, seguido del rechinar de las llantas de un automóvil sobre el asfalto. Un coche se detuvo frente a mí y la ventana bajó lentamente.

-¿Necesitas ayuda?- dijo una voz masculina desde el interior del auto.

-No- contesté cortante. Intenté seguir mi camino, pero una mano estaba sujetando mi brazo con fuerza. Me volví para encontrarme con unos ojos azules que me transmitieron un escalofrío, casi como si estuviesen hechos de hielo verdadero. El chico era alto, de cabello negro y de gran musculatura. Tomé aire, preparándome para gritar. En cuanto él lo notó, me tapó la boca con la mano.

-No lo hagas, solo quiero ayudarte, ¿vale?- dijo con cautela, tratando de no asustarme. Asentí lentamente con la cabeza y él me soltó.- ¿Dónde vives?- preguntó después de unos segundos de silencio total.

-No lo sé- me limité a decir. Él arqueó las cejas con asombro, asintiendo lentamente.- Creo que... voy a...- señalé a mis espaldas, caminando hacia atrás bajo su fría mirada.

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