Capítulo 19

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Capítulo 19

A la mañana siguiente, me encargué personalmente de que mi repentino y desagradable malestar fuese atribuido a que mi delicado cuerpo no había podido digerir adecuadamente algún alimento. Pero la verdad era bien distinta, y me atormentaba permanentemente.


Todos nos encontrábamos nerviosos, a la espera de que el tiempo de visita al bosque se agotara para poder marchar, pero yo me sentía mucho peor que nerviosa.

Desde la noche de las historias, no podía apenas conciliar el sueño por las noches, y pasaba los días vagando por las inmediaciones del claro del bosque sin rumbo fijo y sin querer hablar con nadie. La mente me ardía, y no conciliaba el sueño de noche, todo por una revelación que tuve en el mismo momento en el que Thaaly hizo al fuego hablar sobre Flavius.


Me paseaba, sin descanso, de un extremo a otro de mi habitación de madera en el bosque durante horas, repitiendo la misma frase en voz baja una y otra vez: ''Flavius es el caballero de oro, Flavius es el caballero de oro, Flavius es el caballero de oro...''. No podía apartar aquel pensamiento de mi mente. Frecuentemente, subía al mirador que había sido de Liana, y me tumbaba allí durante horas, contemplando las verdes hojas a mi alrededor y sintiéndome más estúpida y traicionada que nunca.


La sospecha de que mi hermana pudiera haberme mentido o engañado no había cruzado jamás mi mente, pero en aquel momento, unas retorcidas revelaciones parecían estar saliendo a la luz: En contra de lo que creía, yo no era la única que sabía que Liana estaba enamorada de un honorable caballero. Probablemente, mi hermana habría hablado con mis padres, otorgándoles una confianza de la que yo jamás gocé, y ellos, viendo una aventajado matrimonio en su amor, decidieron arreglarlo todo para que el enlace se celebrara. No contaban, por supuesto, con el mero hecho de que mi hermana volvería hechizada y con la sangre maldita a casa un buen día, por lo que, desconocedores del cruzamiento de la sangre, mis padres decidieron entregarle al pretendiente el segundo mejor premio: yo.


Abrí los ojos de par en par, horrorizada por lo claro que estaba todo de repente: Ni siquiera debería haber abandonado Campoflorido huyendo de mi terrible compromiso. Si hubiese esperado sentada a que el paje de mi prometido hubiese traído mi anillo de compromiso, él habría acabado apareciendo tarde o temprano. El cruzamiento de sangres se habría realizado en un instante, y no habría habido necesidad alguna de engañar a todos cuantos quería y de deshonrar a mi familia para siempre.


-Podría haber salvado a Liana mucho antes...-Me oí murmurar, con un hilo de voz, aterrorizada.


No había solución ni remedio. Por increíble que pudiese parecer, debía encontrar aquello de lo que estaba huyendo. Debía dejar a un lado mi propia posibilidad de vivir tranquila por la vida de mi hermana; todo había cambiado: debía encontrar a Flavius.


Dejé que los días en el bosque me envolvieran como una niebla liviana y fría, deseando llegar a Gubraz cuanto antes y a la vez temiendo aquel momento como nada en la vida. Mientras todos mis compañeros se encontraban cada vez más enérgicos y seguros de todo lo que tenían que hacer, yo asentía o negaba con la cabeza, incapaz de hacer o decir mucho más.


Un día, ya bien entrada la mañana, decidí subir al mirador de madera durante un rato, pues sentía que me ahogaba encerrada entre las paredes de madera de mi habitación. Cabizbaja y murmurando entre dientes, subí las escaleras apesadumbrada.

Al abrir la puerta, sin embargo, grité sobresaltada. Axel estaba allí, sentado en mi mirador, y dio un visible y patético respingo al oírme a su espalda.

''El romance de Nadia''Donde viven las historias. Descúbrelo ahora