Capítulo 3

166 7 0
                                    

Capítulo 3

Tenía que hacer algo, pero sabía perfectamente que no podía. ¿Cuándo había podido una muchacha de 16 años parar una boda, su propia boda? Necesitaba ideas, consuelo, apoyo, una conversación, algo. Me sentía terriblemente sola...

Tras un rato de reflexión inútil y pesimista, decidí ir a ver a mi hermana. Si bien era cierto que Liana no iba a acercarse a mí para consolarme (más bien lo haría para matarme) también era cierto que no dejaba de ser mi hermana, y que últimamente estaba un tanto más calmada.

Enjugándome las últimas lágrimas que asomaban a mis ojos, me levanté y, en silencio, para no cruzarme con mis padres (a los que en ese momento odiaba hasta el punto de no querer ni verlos) me deslicé hasta las escaleras que descendían a las mazmorras.

Sin embargo, no llegué a entrar, pues una criada de unos 20 años, llamada Amaya, me detuvo antes:

-Señora mía, no debéis entrar, no ahora. La señora Liana está fuera de sí, y entre varios hombres intentan controlarla...No os conviene verla así, podría heriros.

Se me cayó el alma a los pies.

-Oh...comprendo-musité- Amaya, avísame cuando vuelva a estar serena, me gustaría verla-Me di la vuelta y me disponía a marcharme cuando...

-Os conviene algo frío, un poco de hielo de la última nevada quizás.

-¿Disculpa?-no entendí a lo que Amaya se refería. Ella, por toda respuesta, recogió de un cubo cercano un gran trozo de vidrio de los muchos que mi hermana había roto y me lo mostró.

Allí estaban, en mi mejilla izquierda, perfectamente señalados, los cinco dedos de la mano de mi padre. Muerta de vergüenza, aparté mi rostro del reflejo en el cristal. Amaya me agarró las manos suavemente.

-Mi señora, id a vuestra alcoba a descansar. Yo os llevaré enseguida un pedazo de hielo y os avisaré cuando podáis ver a vuestra hermana.

Tras aplicarme el hielo y llorar un poco más con Amaya (intenté contener la pena, pero no podía, y no encontraba ningún consuelo) me dormí agotada.

-Mi señora...mi señora...

-¡AAAAH! ¿QUÉ PASA?-me incorporé en la cama muy sobresaltada.

-Lleváis horas durmiendo, mi señora. He decidido despertaros porque la señora Liana ya se encuentra perfectamente calmada.

-Muy bien, bajaré a verla en este mismo instante. Gracias por el hielo, Amaya. Ya no me duele.

-Es mi deber, señora. Acompañadme.

Y así, medio dormida, bajé por fin a las mazmorras a ver a mi hermana. A medida que descendíamos por los escalones de piedra maciza, yo iba oyendo, cada vez más nítidamente, un sonido que me resultaba familiar aunque no lograba identificarlo.

Sólo cuando vi las caras de asombro de los guardias que custodiaban la puerta de entrada a las mazmorras, lo recordé.

Era el sonido de la voz de mi hermana. Liana estaba cantando de nuevo.

-¿Cuánto... cuánto tiempo lleva...?-la emoción me impedía preguntarle en condiciones a los guardias.

-Ha comenzado a entonar hace apenas unos minutos, mi señora- Respondió uno de ellos- al principio no decía más que palabras sin sentido, pero de repente hemos distinguido la melodía, y...

''El romance de Nadia''Donde viven las historias. Descúbrelo ahora