Capítulo 6

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Capítulo 6

-¡SUÉLTAME! ¡SUÉLTAME, MALDITO SEAS, QUE TE LLEVEN LOS DEMONIOS SI NO ME SUELTAS! ¡DÉJAME!- Golpeé el pecho de mi atacante, que, aunque no me soltaba, no paraba de decir palabras dulces:

-Ya sayyida, calmaos por favor... no gritéis, yo vengo a ayudaros, sayyida...

Al levantar la cabeza, me sorprendió mucho ver que mi captor era un muchacho de mi edad más o menos, alto y fuerte aunque delgado, que tenía (si es que eso era posible) los ojos aún más grandes y más negros que el alquimista. Estaba bastante calmado, y parecía no estar haciendo ningún esfuerzo por mantenerme presa entre sus brazos. Claro que esa calma no hizo otra cosa sino aterrarme. Aquel muchacho iba a robarme con toda seguridad, probablemente me haría daño. 

Sin embargo, cuando sonrió y volvió a susurrar un ''calmaos, sayyida'', tomé conciencia de que el muchacho no quisiera solo robarme, sino que muy probablemente querría violarme. Se me heló la sangre en las venas, palidecí y comencé a llorar a lágrima viva:

-¿Pero qué os ocurre?

-Por favor, por favor, suéltame...

-Está bien. No pretendo que lloréis. No quiero haceros daño. Yo vengo a ayudaros.- Me  soltó suavemente. Su acento era tan marcado como el del alquimista, pero era diferente. El alquimista hablaba como lo haría una silbante serpiente. La voz del muchacho que me llamaba ''sayyida'' era como el agua que fluye a través de un torrente pedregoso. Era fresca y ondulante.

-¿Qué creéis que estáis haciendo? ¿Creéis que podéis...tocarme?- me sentía ultrajada. Deseaba huir corriendo a toda costa y no parar hasta llegar a mi alcoba, pero era lo suficientemente lista como para saber que si el muchacho me había atrapado una vez, lo haría una segunda.

-Mil perdones, sayyida, pero habéis salido corriendo tan rápida como un rayo, y yo temía no poder alcanzaros antes de que cruzarais el portón.

-Pero...¿Por qué? y además, ¡Eso no os da derecho a...agarrarme! ¡Santo Dios del cielo, me habéis agarrado por la cintura! Como si fuerais un vil cliente y yo una...-me callé de pura indignación. No quería decir ''prostituta'' en voz alta.

El muchacho me miró confuso.

-No os entiendo muy bien, pero no temáis, os lo explicaré todo, Sayyida. Mi nombre es...

-¿Qué es eso que me has llamado? Sa... ¿qué?

-No recuerdo esa palabra en vuestro idioma. Vos sois mi Sayyida...-se quedó pensando un rato tras el cual susurró- siniora...

-Oh. Bien.- suspiré aliviada. No era ningún insulto, tan solo me llamaba señora- Bueno, dime ya qué es lo que quieres-intenté aparentar la seguridad y el aplomo que no sentía ni de lejos.

-Sí, sayyida. Mi nombre es Vahid, y puedo ayudaros con el asunto de vuestra hermana enferma. Yo oí que vos tenéis dinero, y pensé que tal vez seríais noble, así que quise hablar con mi padre, pero él sacó su cimitarra, como siempre que se enfada, y vos huisteis... por lo que decidí seguiros para deciros que puedo ayudaros. Al fin y al cabo, sé hacer prácticamente lo mismo que mi padre.

-Tu...¿padre?-lo miré de nuevo a los ojos. Esos ojos tan negros...no podía ser casualidad-¿El alquimista es tu padre?

-Sí, Sayyida. Soy su hijo, y también su aprendiz. No tengo tanto conocimiento como mi padre, pero sé hacer pociones y hechizos. Yo resuelvo los problemas que mi padre rechaza, y como la gente está muy agradecida, siempre pagan bien. Le ayudo mucho aunque él no lo sepa.

''El romance de Nadia''Donde viven las historias. Descúbrelo ahora