Capítulo 8

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Capítulo 8

Suspiré y me moví ligeramente en la cama. Astrid apagó la vela de la mesa de un soplo y lentamente salió del cuarto. Todo era silencio y calma, una noche apacible de mediados de marzo.

Las horas pasaban lentamente, la medianoche llegó, y yo dormía quieta y dulcemente...

 

O eso habría pasado si hubiera sido una noche normal.

 

Había tardado más de lo que esperaba en prepararme completamente para el viaje. No era ningún juego, era una misión larga y peligrosa, y había demasiados campos que cubrir, no podía permitirme dejar nada en manos del caprichoso azar. Cada mañana me levantaba muy temprano, y me encerraba en la biblioteca hasta la hora de comer. Allí estudiaba los mapas y las rutas que debería seguir, y copiaba el que me parecía el mejor camino lentamente, en un pergamino no demasiado grande (para poder tenerlo a mano conmigo durante todo el viaje)

Tras comer y esquivar deliberadamente a mis padres, abría furtivamente el paso a la pradera, donde Vahid esperaba para el entrenamiento, que acababa casi siempre poco antes de la puesta de sol. Por las noches, cuando no hacía demasiado frío, yo sola me iba al bosquecillo de mi padre a pasar las noches al aire libre para acostumbrarme, aunque casi nunca lo hacía porque me daba miedo, y además porque no lo tenía permitido y no quería saltarme más normas.

Aunque en realidad era yo la que lo llamaba entrenamiento, porque me hacía sentir valiente. Vahid hacía lo que podía para que, en el proceso de aprender a usar un puñal, a ocultarlo y a desenvainarlo cuando fuera necesario, me hiciera el menor daño posible. Sin embargo, nadie me libró de unos cuantos cortes sangrantes en los brazos y las manos que me hacían llorar y me ponían muy nerviosa(aunque pude ocultarlos de la vista de mis padres gracias a las amplias mangas de mis ropajes). Cada vez que me hacía un herida debíamos parar durante un buen rato, y estoy segura de que si Vahid no estuviera contratado bajo promesa de grandes cantidades de oro, me habría abandonado el primer día.

También me enseñó a correr más rápido, a encender un pequeño fuego (aunque he de reconocer que no dominé la técnica del todo en ningún momento), a esconderme entre los árboles, e incluso me dio trucos para perfeccionar mi técnica de escalada.

Pero nuestros entrenamientos no eran sólo físicos. Vahid y yo hablábamos mucho, planeábamos juntos mi viaje: tras mucho debatir decidimos que lo mejor sería que me hiciera pasar por una pre-novicia en viaje de peregrinación, ya que eso me haría parecer más seria y, con suerte, un poco menos vulnerable. Pero yo no podía acercarme a ningún taller del pueblo a comprar nada para el viaje, así que le di a Vahid una bolsa con oro ''para gastos aparte'', cómo él mismo dijo.

Íbamos poco a poco, pero con efectividad. Una tarde, Vahid me midió los pies(se rió de lo pequeños que eran), y unos días después, ya tenía unas cómodas aunque feas botas de piel marrón, perfectas para caminar largas distancias. Me compró cajitas pequeñas, cuerda, me trajo botecitos pequeños con sustancias que me ayudarían a encender fuego y a conservar la comida de su taller, e incluso compró una capa en la que cabían perfectamente dos Nadias, de un indefinido color entre el gris y el negro. Cuando le pregunté por qué debería llevar puesta aquella horrorosa atrocidad, sus palabras fueron claras:

-Sayyida, se supone que no queréis que os descubran, y si lleváis alguno de vuestros vestidos... bueno, no creo que os tomen por un pobre muchacha que está peregrinando. Y además, la capa larga y grande os puede resultar útil. Podéis dormir sobre ella cuando no os guste la posada que encontréis, y creedme que las hay terribles por el camino hasta Gubraz.

''El romance de Nadia''Donde viven las historias. Descúbrelo ahora