El sonido de la hoguera crepitando lentamente era todo lo que podía oírse a nuestro alrededor. El resto de sonidos de la hondonada del bosque no llegaban a mis oídos. No podía apartar los ojos de Moira, ni pestañear, a pesar de que el humo del fuego comenzaba a picarme un poco. No podía respirar, aunque comenzaba a sentir punzadas de dolor en el pecho. Estaba convencida de que todos mis compañeros de aventuras se encontraban exactamente igual que yo. Moira miraba la hoguera, y respiró con profundidad antes de comenzar a hablar, en un tono tan calmado y tan medido, que no pude evitar pensar que, efectivamente, debía llevar mucho tiempo reflexionando sobre el tema.
-Creo que nunca llegué a comprender del todo por qué lord Highcrag comenzó a mostrar interés por mí... Pasé mucho tiempo haciéndome la misma pregunta...¿Acaso no había, en todo el reino, doncellas mayores, igualmente casaderas, pero mucho más apropiadas para un señor de su posición que yo? Tenía trece años... era una mocosa.
Pero no. Él vino un día, a cazar a las tierras de mi padre... menudo honor, mi familia se volvió loca montando un banquete y organizando estúpidos eventos... aquello parecía un festivalucho dedicado a matar animales... y mis tíos, los padres de Altea, no paraban de hablar de lo increíblemente afortunada que sería la desgraciada que acabara casándose con lord Highcrag, que había superado hacía años su duelo por viudedad.
<< Y entonces, durante una de las tardes en las que todos los hombres se ensañaban como locos en peleas y juegos de borrachos y en matanzas, él entró con mi padre en el salón grande, donde bordábamos las mujeres.
Era tan alto... tan corpulento... y se le veía tan viejo... Altea y yo teníamos que estirar el cuello para mirarle el rostro desde nuestras banquetas. Venía, nada más y nada menos, que a enseñarle a mi madre un ciervo enorme que había logrado cazar, como muestra de respeto a la señora del castillo. Mi padre se sintió como un Dios, mi madre no había sido más feliz en toda su vida, Altea se murió de miedo, mi hermana comenzó a llorar y yo sentí un asco tremendo. Plantó el cadáver sangrante allí, en el centro del círculo que formábamos las damas, que gritaban espantadas. Tal fue su consideración, menudo bruto... mis padres insistieron en que aquella noche se cenaría de aquel ciervo, y en que debía ser Lord Highcrag el que se sentara junto a mi familia a la cabecera de la mesa y cortara la carne. Creo que aquella noche me miró por primera vez y me sonrió.
A partir de ahí, sólo puedo recordarle viniendo de vez en cuando a hablar con mi padre, siempre en privado, y a mi madre recorriendo las salas de mi castillo de arriba a abajo una y otra vez, retorciéndose las manos de puro nervio, y a mi condenada tía susurrándole chismorreos de viejas arpías y dándole estúpidos consejos para agasajarlo y no sé qué más jodidas tonterías.
Él venía cada vez más a menudo, y de repente, un día me regaló una gargantilla.La recuerdo perfectamente, era de oro, con piedras preciosas de muchos colores... pesaba una barbaridad, y era bastante inapropiada para una niña de mi edad, pero mi tía, mi prima y mi madre no pararon de gritar hasta que me la puse.... debía lucirla cada día, con todos mis vestidos, para que el rumor del regalo de Lord Highcrag se extendiera pronto.
No puedo contar muchos más detalles a partir de ahí... un día, sin venir a cuento, se organizó una cena fastuosa, a la que acudieron todos los parientes de mis padres y mucha gente a la que yo no había visto en mi vida. En ningún momento fui informada de ninguna actividad o plan, simplemente mis padres acudieron a mi alcoba al atardecer y me dijeron que aquella noche debía hacer gala de todos los modales que había aprendido y que debía, sobre todo, hacerles caso absoluto en todo lo que me dijeran, o habría unas consecuencias terribles.
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''El romance de Nadia''
FantastikEl mundo de la joven duquesa Nadia de Campoflorido se viene abajo cuando su hermana Liana regresa de un viaje en extrañas circunstancias. Nadia deberá enfrentarse a grandes retos y fantásticas aventuras, y deberá vencer sus miedos para salvar a su h...