El regreso a clases era emocionante para mí el cambio ya era demasiado notorio, quería que todos me admiraran y me dijeran que estaba muy delgada, mi mamá tuvo que hacerme un nuevo uniforme, pero no era porque ya no entrara en el, si no al contrario era porque me quedaba demasiado grande me sentía satisfecha pero aún no lo suficiente, la preocupación de mi mamá día a día crecía, pero yo no tenía el valor de contarle lo que realmente pasaba.
Los días pasaban y yo no vivía como debía de ser, en la mañanas mi único pensamiento era las calorías que consumiría, en las tardes la comida me daba mucho asco que sólo jugaba con ella para más tarde terminar tirándola y las noches eran una tortura, confundía las obscuridad de mi vida con la obscuridad de mi habitación, pasaba noches llorando hasta quedarme dormida, muchas veces pensaba que debía de dejarlo, pero muchas otras decía que el dolor del hambre era el placer más grande que podía tener, por la madrugada a veces sentía la desesperación por comer algo y lo único que me calmaba era el sentirme los huesos, de mi cadera y costillas.
Se me olvidaron los amigos, se me olvidaron las salidas, se me olvido vivir, mi mundo giraba solo en torno a ellas, para mí no existía el amor, solo el sufrimiento, no existía la calidez, sólo el frio de mi piel, no existían las noches estrelladas, sólo existían los gritos en mi almohada. Nunca estuve conforme con lo que veía, y sin darme cuenta el tiempo seguía transcurriendo.
-Sofía, baja a comer. -dijo mi mamá
-¡Ya comí en la escuela!
-¡No me importa! Baja de inmediato
-¡Ya voy! -bajé, miré la mesa y había una pizza que ante mis ojos era una inmensidad.
-¡Siéntate!
-Los acompaño, pero no comeré, ya comí.
-Toma. -me acercó una rebana, la tome y la puse frente a mí, la mire con desprecio y la hice a un lado.
-¡Cómetela!
Mi madre se levantó de la mesa, tomé la pizza y le pegué una mordida, el sabor me daba asco, la consistencia, todo se me hacía un horror, me apresuré, pedí permiso para retirarme, fui a la cocina y me hice una purga para poder vomitarla sin problemas, corrí a mi habitación de inmediato al baño, y empecé a provocarme el vómito, siempre fui muy silenciosa para vomitar, pero mis ojos me delataban...
Me dio la noche, la sensación del sabor aún no desaparecía, me lavé los dientes, y aún así seguía, así que fui por una botella de agua y me la tomé bastante rápido para que me ayudara a devolver el estómago de nuevo, pero esta vez fue diferente, hice el mismo procedimiento, pero no salía alimento, yo aún sentía el estómago lleno, y me lo apretaba, y me lo apretaba, y me lo apretaba, hasta que empezaron a salir flujos gástricos solamente y ya no me pude detener, era como si el estómago y garganta se hubieran salido de control, y cerraba los ojos, cuando los abrí la taza no solo tenía flujos, la sangre había marcado su presencia; quedé hincada frente a la taza, débil de nuevo, me levanté del piso y me vi al espejo, me enjuagué la boca y recuerdo que salía de color rojo, me asusté, al salir del baño, topé con la puerta, me acosté en mi cama y quedé viendo hacía arriba, el sueño me mataba, mi piel estaba fría, pero ya no temblaba, y me dormí.
Al caer la madrugada algo me hizo levantarme, miré mi celular y vi que tenía una llamada perdida, los curioso era que era del número de Roxana, y más aún que había sido en medio de la noche, así que terminé por devolver la llamada.
-¡Hola! ¿Se encuentra Roxana?
Una voz bastante llorosa me contestó:
-¿Eres Sofía?
-Sí soy yo ¿Quién habla?
-Soy el hermano de Roxana, sabía que tú eras muy amiga de ella.
-¿Dónde está Roxana?
Él no aguantó más y quebró en llanto.
-Roxana falleció esta noche en el hospital de rehabilitación.
Dejé caer el teléfono, empecé a temblar, las lágrimas brotaban como gotas de lluvia, el corazón me latía con rapidez, en mi mente solo recordaba la sensación extraña que tenía desde el día del supermercado, tomé con desesperación el celular y volví a marcar, nadie contestaba, y después de unos cuantos timbrazos me mandaba a su correo de voz:
¡Hola! Soy Roxy, deja tu mensaje y en cuanto pueda me comunico contigo, un beso.
No sé cuantas llamadas hice, estaba en completo shock, Ana la había matado, Mía la había matado, al término del toque del último buzón le dije llorando:
Roxana, no sabes lo culpable que me siento, eras mi amiga y ahora no estás, gracias por todo, perdóname, nunca te olvidaré, y sé que en algún momento que espero que sea pronto nos volvamos a encontrar. Buen viaje.
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Frágil
Teen FictionSofía es una chica de 16 años, segura de sí misma, alegre y soñadora, pero a lo largo de su corta edad, nunca ha tenido un verdadero beso de amor, nunca ha tenido novio, nunca ha percibido algún sentimiento en su corazón. Al encontrar una escuela de...