Capítulo 10 : "Y así comenzó todo..."

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Algo raro. Nadie se había preocupado por mi jamas. ¿Por que él ha de hacerlo?, ¿por que quiere ayudarme? no lo entendía. ¿Por qué hace esto? ¿Por qué? Me sentía mal, pero bien a su vez. Se sentía raro que alguien se preocupara por mí, por mi bien estar.

Detuve mi paso al llegar a mi casa. Si es que así se la puede llamar, mas bien, era una especie de cárcel, pero por lo menos tenia una alcoba. No podía quejarme.

Al ingresar, divise a Robbin en la sala, tirado en el sofá, mirando la televisión, bebiendo cerveza y comiendo hot dogs. Era una persona realmente desagradable, inservible. Cada día que pasaba iba comprendiendo porque tenía esa clase de "padre". Pues me lo merecía, realmente yo era una mierda, al igual que el.

- ¡Ja! Miren quién apareció. El drogadicto. - Dijo riendo y mirándome de pies a cabeza.

Lo mire con asco, con desprecio e ignore sus palabras. Puse un pie en las escaleras.

- Hey, hey, hey. ¿A dónde crees que iras?

- A mi alcoba, me duchare. ¿Que miera quieres? - Dije de mala gana

- Tráeme otras dos cervezas del freezer, rápido que tengo sed.

Maldito idiota, hijo de p*ta. Me acerque a la cocina y saque del freezer dos cervezas. Se las alcance y me dirigí a mi habitación. Me duche y me coloque un jean negro, mis vans, una remera de los "Ramones" y una chaqueta negra. Me senté sobre la cama cuando de repente siento una piedra tocar mi ventana. Me acerco y diviso a Max parado en la vereda, sonriendo, y haciendo señas para que bajara. Baje las escaleras y salí de la casa.

- ¿Qué quieres? - Pregunte fríamente acercándome a él y acomodando mi chaqueta.

- ¿Nunca me vas a tratar bien? - Dijo algo desanimado

- ¿Paso algo?

- No, no paso nada. ¿Acaso no puedo venir a verte un rato? - Dijo mirándome a los ojos.

Al no obtener respuesta de mi parte continuo hablando...

- Oh, hoy en la noche. Nos reuniremos en lo de Roger, hay consumo gratis. ¿Vienes?

- No puedo. Tengo planes.

- Tu... ¿Con planes? - Pregunté sorprendido.

- Si.

Dio un golpe en su motocicleta, paso su mano por su barbilla mirando hacia otro sitio y luego fijo su vista fría en mi.

- ¿Quién es? - Preguntó seriamente.

- ¿Te importa? - Dije con un tono desafiante, cruzando mis brazos y levantando mis cejas.

- Si, ¿por qué no?.

- Y... ¿Acaso por qué debe de importarte?

- Tu me importas, puede no ser una persona de buen trigo, puede hacerte daño.

- ¿Daño? - Reí sarcásticamente. - ¿Mas daño del que tu me has hecho a mi?

- Por favor, Louis.... no, n... no hagas que me acuerde. - Dijo cerrando sus ojos fuertemente.

- ¿Que yo no haga que te acuerdes? -Reí. - Cada vez que me ves drogado, ¿no te acuerdas, Max? ¿No te acuerdas de esa noche? ¿No sientes algo de culpa?

- Oh Louis, cuantas veces te lo he dicho. Me arrepiento tanto, tanto. Solo quería que vieras lo que se sentía. Solo eso. Jamas pensé que te convertirías en un adicto. Jamas supe cuál de las botellas contenía LSD. Lo juro. - Soltó tristemente.


(Flash Back)


En la casa de Roger los chicos fueron muy afectuosos y naturales, tan a sus anchas que, inmediatamente, me hicieron sentir como en mi propia casa. Me aceptaron como si siempre hubiera sido uno de los suyos, y todos parecían contentos y sin prisas. La atmósfera me encanto. Luego, un poco después de mi llegada, Roger y otros chicos, trajeron una bandeja con refrescos y en seguida se sentaron todos en el suelo, sobre almohadones o enroscados en sofás y sillas. Roger me hizo un guiño y dijo: "Esta noche jugamos a botón, botón, ¿quién tiene el botón? Ya sabes, el juego que solíamos jugar de pequeños". Max, tendido en el suelo junto a mi, se echó a reír. "Solo que ahora - dijo - es una lastima que alguien deba hacer de niñera". Le miré y sonreí. No quise parecer demasiado estúpido.

Todos sorbieron sus bebidas lentamente, y cada uno parecía observar al otro. Fijé mis ojos en Max, suponiendo que debía imitarlo. De repente comencé a sentir algo extraño en mi entraña, algo como una tempestad. Las palmas de mis manos sudaban y noté gotas de humedad en mi cráneo y en la nuca. La habitación me pareció insólitamente silenciosa, Max se acercó para cerrar totalmente las persianas de la ventana. Tratan de envenenarme. ¿Por qué querrían envenenarme?. Cada uno de los músculos de mi cuerpo se puso tenso, y un extraño sentimiento de aprehensión me envolvió todo, me estrangulaba, me asfixiaba. Al abrir los ojos me di cuenta de que Max rodeaba mis hombros con su brazo, eso era todo. "¡Que suerte la tuya!", "Pero no te preocupes. Yo te cuidaré. Harás un buen viaje. Vamos, relájate, gózalo, gózalo.", me decía con un tono de voz parecido al que produce un disco puesto a menor velocidad que la adecuada. Acariciaba tiernamente mi rostro y mi nuca diciendo: "Honradamente... no dejaré que te ocurra nada". De repente pareció como si se repitiera incesantemente, una y otra vez; como un eco muy lento procedente de un espacio cóncavo. Empecé a reír, salvajemente, histéricamente. Me pareció oír la cosa más divertida, lo mas absurdo que había oído en mi vida. Luego noté unas formas extrañas moviéndose en el techo. Max me atrajo hacia sí y recliné mi cabeza en su pecho, sin dejar de mirar el remolino de cambiantes colores, enormes planos rojos, azules y amarillos. Intenté que otros compartieran conmigo aquella hermosura, pero mis palabras salían espesas, húmedas y chorreando o saboreando color. Me incorporé y di unos pasos, sintiendo un escalofrío tanto dentro como fuera de mi cuerpo. Quise decírselo a Max, pero sólo conseguí reír. Muy pronto, entre cada una de las palabras, se atropellaban los pensamientos. Las palabras que pronunciaba no tenían nada que ver con mis pensamientos. Perdía, se me escapaba ese objeto maravilloso, incalculable, y autentico, eso que debe se guardado para la posteridad. Me sentí terriblemente, incapaz de decir una palabra, y caí sobre el suelo, cerré los ojos y la música empezó a absorberme físicamente. Podía olerla y tocarla con la misma precisión que la oía. Nunca había existido nada tan hermoso. Yo era parte de cada uno de los instrumentos. Cada nota tenía carácter, forma y color propios y parecía enteramente autónoma, de manera que yo podía captar y precisar su relación con la composición en su conjunto, antes de que sonara la nota siguiente. Mi mente poseía la sabiduría de los siglos y no había palabras apropiadas para describirlo.

Mis ojos se detuvieron en una revista que estaba sobre la mesa y pude verla en cien dimensiones. Era tan bella que no podía soportarla, cerré los ojos. Inmediatamente me quedé flotando hacía otra esfera, otro mundo, otro estado. Las cosas escapaban de mi ser y volvían, privándome del aire, como el descender velozmente en ascensor. No podía distinguir lo real de lo irreal. ¿Era yo masa, libro, música, o sólo parte de ellos? Pero en realidad, no tenía la menor importancia, pues, fuese yo lo que fuese, aquello era maravilloso. Por primera vez en mi vida supe que todo me estaba permitido. Bailaba ante el grupo, interpretando, exhibiéndome y difrutandolo en todos los instantes. Mi sensibilidad alcanzó tal nivel que podía oír la respiración de alguien en el piso de al lado, podía oler a kilómetros de distancia a quien estuviera preparando gelatina de naranja, roja o verde...

Tras lo que me pareció una eternidad, empecé a desplomarme y la fiesta se disgregaba. Creo haberle preguntado a Maz que había ocurrido, y el dijo que diez de las catorce botellas de refresco contenían LSD y que, al igual que en el juego de "botón, botón", nadie sabía cuál le tocaría. ¡Uy que contento estoy de haber sido uno de los afortunados!. ¡Que divertido fue! ¡Que éxtasis! ¡Fue glorioso!. Pero no creo que vuelva a probarlo. He oído contar demasiadas historias espantosas sobre la droga...


(Fin Flash Back)


- ¿Sabes que? - Dije mirando fijamente a Max con un poco de tristeza, ya que el se encontraba casi llorando. - Ahora que lo pienso, creo que debí haberme dado cuenta de lo que pasaba. Hasta el tonto más tonto pudo saberlo, pero la fiesta me pareció tan extraña y excitante que, seguramente, ni siquiera oí lo que se decía, o tal vez no quise escuchar. De haberlo sabido, me hubiera muerto de miedo. En parte me alegro que lo hicieran sin advertirme, pues pude sentirme libre, honesto y virtuoso porque no tomé yo mismo la decisión. Pero tu me llevaste allí, tu terminaste arruinando mi vida del todo.

Para toda la vida. (Larry Stylinson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora