Capitulo 6 (II)

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Así vestidas, fuimos a recorrer la ciudad, no conocíamos casi nada, por lo tanto no íbamos a irnos muy lejos. Empezamos a caminar recto, y llegamos a un restaurante, teníamos que comer, ambas entramos, nos atendieron excelente.
Fue algo difícil elegir, pero las dos pedimos unas pastas finas para cenar, yo pedí unos raviolis y ella unos sorrentinos. Nos quedamos charlando un rato.

–Entonces... ¿Que pasó con ese chico? –Preguntó ansiosa–
–Creo que ya te dije todo –Sonreí– Además, creo que me debes explicaciones con Liam –Dije incrédula–
–Es lindo, Florencia –Dijo bajando la cabeza y sonriendo–
–¡Te gusta! –Exclamé divertida–
–¡Y a ti te gusta el chico de los ojos cafés! -Exclamó y fruncí el seño, hice un bollo con la servilleta y se lo lancé... Intentó esquivarlo– ¡Oye! –Exclamó fingiendo enojo-
–Lo siento, pero no vuelvas a mencionarlo. –Dije débilmente– No siento nada, no se su nombre, no conozco su historia... No se nada de él y pretendes que... ¿Sienta algo por alguien que no conozco? –Pregunté desconcertada con cierta chispa de intuición en mis ojos–
–Amor a primera vista, cariño –Sonrió. Quizás, si sólo le preguntaras su nombre
–No tengo el valor suficiente para hacer eso –Admití cabizbaja–
–¿Y porque no? –Preguntó desconcertada–

Abrí la boca para hablar, pero enseguida nuestros pedidos estaban sobre la mesa. Agradecí y miré mi plato fijamente... Eran raviolis al tuco, y con un toque de queso sobre ellos. Comencé a comer.

–¿Vas a responder? –Preguntó masticando sus sorrentinos–
–No se come con la boca abierta –Dije en un tono leve–
–No evites el tema –Dijo luego de tragar– Responde mi pregunta —Ordenó– ¿Porque no tenes el valor para preguntarle su nombre? –Preguntó desconcertada–
–Porque... –Solté el tenedor– Dios, mírame Silvia. ¿Que hombre puede llegar a mirarme? – Pregunté con cierto tono de melancolía, ella miró con ojos abiertos– Con sólo... No tener una figura perfecta y no ser... No ser como vos, saca puntos –Volví a tomar el tenedor– No soy bonita, él se asustaría –Dije mandando otro ravioli a mi boca–
–Dios mío Florencia, eres... eres muy hermosa, y creo que tendías que estar orgullosa de ti misma, cariño, no te rebajes con esas idioteces –Sonrió–
–Gracias. –Susurré, intentando no sonar débil–

Sabía que Silvia tenía ganas de abrazarme, se veía en su cara las ganas de consolarme entre sus brazos. Una vez que terminamos de comer, charlamos un largo rato más y luego nos fuimos. Preguntamos al mesero que nos atendía si conocía un boliche bailable por aquí cerca, nada más ni nada menos, había uno lo bastante lejos. Nos recomendó tomar un taxi, no era muy tarde y no era peligroso, pero no queríamos perdernos. Volvimos al hotel para pedirle al hombre de la recepción que nos diera la dirección exacta y las intersecciones para poder volvernos también en un taxi. Mientras estábamos en la esquina, Silvia me abrazó fuertemente, le correspondí el abrazo, y me sentí feliz de tener una amiga tan buena y tan fiel como ella tan dulce como ella lo era. Nos quedamos charlando y riendo hasta que el taxi llegó.

Un hombre callado, nos llevó hacia la dirección que tenía anotada en el papel. Silvia y yo intentamos no hablar mucho para no molestar al hombre que conducía. Una vez que llegamos, le pagamos y el hombre nos agradeció, ya que le di una propina extra, le dirigí una sonrisa, era un hombre grande, y se merecía más que esa pequeña propina que le había dado. Nos dirigimos hacia el lugar, pero antes de que ella entrara rápidamente, la detuve unos segundos.

–Si tomamos, controlémonos, si no, no se donde vamos a ir a parar y no quiero tener problemas con los trenes, y sólo un rato, ¿Si? –Pregunté–
–Tenlo por seguro, cariño –Sonrió dulcemente– Yo tampoco quiero problemas, ¡Y quiero llegar a casa rápido! –Exclamó en un tono bajó –

Nos adentramos al boliche y bailamos un rato, muchas mujeres bailaban de una manera muy obscena, Silvia y yo bailabamos más tranquilas, sin ningún desfiguro, bailábamos graciosamente, riéndonos una a la otra.
Fuimos a la barra a pedir unos tragos, estaban riquísimos, definitivamente ambas queríamos un trago más, por lo que tomamos dos más y nos paramos.
Eramos muy conscientes en estos sentidos, nos quedamos un rato más y luego nos fuimos.
Tomamos un taxi nuevamente y nos dirigimos al hotel. Una vez que llegamos, miré el reloj y vi que eran las dos y algo de la mañana, por lo que ya pisábamos el 28 de febrero.

Desgraciadamente, febrero este año tenía un día más, ya que era año bisiesto... Lo que a Silvia le molestaba ya que decía que los años bisiestos sólo hacían perder tiempo. En fin, eso no importa.

Nos desvestimos y nos acostamos, estábamos agotadas, y no queríamos desgastar más energía para mañana. Tendríamos que despertarnos a las diez y algo de la mañana, ya que el pasaje que teníamos era para el mediodía. Por lo tanto, dormimos hasta el día siguiente.

.-Veintiocho de Febrero del 2004, Sábado-.

Esta vez, Silvia despertó primero, por lo cuál le tocó despertarme, preparó el desayuno y luego de eso guardamos todo lo que habíamos usado. Ella se bañó rápidamente y me tocó prepararme la ropa, luego de que ella salió, me metí yo.

Salí y vi a Silvia muy simple, pero hermosa. Para la parte de arriba, vestía una remera estilo pupera de color magenta, con el estilo de mangas cortas, para la parte de abajo, vestía con un jean color grisáceo, con unas zapatillas negras, muy lindas y simples.
Por el otro lado, yo me vestí con una camisola blanca, con agujeros que servían como para que el aire se filtre. Como era bastante largo, con una falda negra larga, me puse la camisola debajo. Para el calzado, usé unas chancletas color beige.

Y así, luego de tener todo listo, tomamos los pasajes y nos dirigimos a la estación.

El Tren de los Silencios #InsideAwards2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora