Capitulo 7

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Llegamos de una vez a la estación, riendo y corriendo nuevamente, haciendo estupideces que chicas de 22 años no harían, pero entre ella y yo era diferente.
Una vez que llegamos, abordamos al tren y buscamos nuestros asientos. Mientras hablábamos, buscaba al hermoso chico, estaba emocionada ya que iba a volver a ver sus ojos cafés nuevamente, pero me llevé una gran decepción al ver que no fue así. La gente pasaba y pasaba, pero desgraciadamente nunca lo vi a él, y cuando me había dado cuenta, el tren había arrancado.

–¿Qué te ocurre? –Preguntó mientras me sacaba de mis pensamientos–
–Él, no está aquí –Dije con cierto dolor–
¿Cómo que no está aquí? -Preguntó automáticamente- Quizás esté en otro vagón.
-No lo vi subir, Silvia -Dije melancólicamente- Su viaje terminó donde el nuestro empezó -Dije escondiendo mi cabeza entre mis brazos–
–No digas eso...
–Ahora, lo que más lamento, es no haber tenido el valor de preguntarle quien era. –Dije interrumpiéndola– Soy una idiota –Me lamenté–

Silvia quedó unos segundos callada, mientras yo seguía lamentándome en mi interior por haber sido tan estúpida.

-Búscalo -Dijo y frunció el seño. Levanté mi cabeza y la miré sorprendida- No me mires con esa cara, ¡Levántate de este asiento y ve a buscarlo! -Ordenó-

Con sus manos me levantó forzosamente. Quedé de espaldas a ella, estaba inmóvil y nerviosa. Me volteé a mirarla y me miró con enojo. Hizo una seña para que desaparezca de su vista. Sonreí levemente y miré de nuevo hacia adelante. Empecé a caminar por los distintos vagones, observando cada asiento, cada lugar, cada persona que iba en ese tren... Pero mis esperanzas se fueron desvaneciendo de a poco al darme cuenta de que los vagones se terminaban, y aún no lograba encontrar sus ojos cafés. Una clase de vacío invadió mi interior al darme cuenta que ya no había más donde seguir mirando... Ya no había forma de encontrarlo, no había más forma de aunque sea saber el nombre del dueño de esos hermosos ojos.

Tomé mi estómago con fuerza y sentí como todo daba vueltas. Comencé a encaminarme hacia mi lugar nuevamente, pero me sentía demasiado inestable. No me sorprendía chocarme con la gente y recibir algunos insultos. Sólo hacía un gesto con mi boca y seguía caminando. Una vez que llegué hacia mi lugar, vi a Silvia leyendo... Al percatarse de mi presencia y verme, supo que yo estaba en lo cierto... Y que no iba a volver a verlo.

Me senté sobre el asiento, recostando mi cabeza hacia atrás. Cerré los ojos con fuerza, intentando recordar el hermoso color de sus ojos, antes de que se vaya de mi memoria para siempre. Coloqué mis auriculares en las orejas y saqué mi diario y un fino lápiz. Comencé a escribir.

"El vacío que había en mi interior en este momento era tan grande que se me dificultaba respirar. Era horrible ese nudo en la garganta al saber que nunca iba a saber nada de él, ni siquiera su nombre... ¿Quién era el dueño de esos hermosos ojos y esa sonrisa perlada? ¿Quién se había robado mi corazón de tal manera? Esa mirada tan hermosa me había cautivado, y ahora pensar que nunca más iba a poder perderme en ellos por escasos segundos hacía que sienta como un torrente de ilusiones se iba cayendo de a poco, dejando sólo una pequeña y frágil gota de esperanza vagando en lo profundo de mi alma. El remordimiento me atormentaba y me hacía sentir pequeña, no podía enfrentarme a lo que me estaba pasando, simplemente era más fuerte que yo... Y ahora no tenía la fuerza suficiente para soportarlo. No quería que fuera la última vez que viera sus ojos... Y desearía más que a nada volver a verlo..."

Abrí mis ojos con la yema de mis dedos, e parpadeé varias veces para que las lágrimas de este se sequen.

"Tenía miedo de que nada vuelva a ser como antes, y de que nunca más sienta el placer que sentía al reencontrarme con esos ojos que me tenían a sus pies. También temía de no volver a ver su hermosa sonrisa blanca, que al verla parecían pequeñas perlas brillando en un profundo océano... Y eso era lo que más odio me daba, no poder disfrutar de ver esa hermosura que el hombre había creado. Y el pensar en ni siquiera haber tenido el valor para pararme y preguntarle su estúpido nombre, me hacía sentir una cobarde... Pero bueno, simplemente lo era... Y esta vez la cobardía había reinado en mi ser, me había hecho negarme a mis propios sentimientos... Me consideraba una estúpida, y eso también dolía demasiado... Ahora todo lo que deseaba, era verlo sentado frente a mi, con su linda libreta, mientras hacía hermosa caligrafía, con sus pequeños y hermosos ojos cerrados, mientras descansaban plácidamente... O incluso con mirar frente de él y verme a mi, eso era todo... Y ahora lo que más quería, era que esa pequeña fantasía de que esté frente a mi se cumpla, poder pararme y enfrentarme a mi gran miedo de ser rechazada, y preguntarle con todo el valor... ¿Cuál es tu nombre y porque tus ojos me han enamorado?..."
Me cansé de escribir esas estupideces y cerré el diario. Lo guardé con sumo cuidado. Sentía un fuerte dolor de cabeza, y un gran cansancio en mis ojos. Miré a Silvia y vi que ella estaba durmiendo plácidamente sobre el asiento, con su cabeza hacia un costado. Cerré mis ojos con fuerza y tiré mi cabeza hacia atrás, y sentí como la imagen de sus ojos una y otra vez invadía mi mente... Lo que hizo que enseguida quede dormida.

El Tren de los Silencios #InsideAwards2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora