Es extraño cuando se encuentra en medio de querer y poder, es como estar suspendido en el limbo de los pensamientos, de los sucesos hechos y los momentos que se dejan pasar, pero de eso se trata ser ella, de las pequeñas y grandes disfunciones que rellenan su agenda, de los días grises, de la constante lucha interna con las probabilidades, a fin de cuentas, ella conoce las consecuencias pues sus operaciones erradas ya forman parte de sus días.
Y entonces deja sus cavilaciones de lado, no las necesita, como tampoco necesita el horrible malestar que presiona su pecho, pero ya es costumbre, es una sensación inherente a su existencia o eso quiere creer.
Desliza las pálidas palmas de sus manos sobre la agrietada superficie de la mesa de madera, todo es madera en esa casa, incluso los platos, si, ¡los platos son de madera! las cucharas lo son, las tazas también, todo es madera, el esqueleto de su hogar es material macizo que antes fueron árboles, quizá robles, ella se dice en un suspiro, pero que ms da, hoy no va a escribir de madera, hoy no quiere escribir de madera, pero como suele pasarle muy a menudo, no tiene ni idea de lo que quiere escribir o de lo que escribirá.
—¿Tú qué piensas?
Oh no, gran error, imitar a Alicia en el país de las maravillas cuando ésta simula ser dos personas, solo quiere decir una cosa: ella se hunde un poquito más. La locura es tan extraña, y ella no está loca, no cree estarlo, pero la ambigüedad innata no le permite estar un 100% segura.
—¿Deberíamos hacer poemas?
—No lo sé, no sé nada, jamás sé nada.
—Pero para, detente, debes despejar los pensamientos, eres pesada.
—Y tú qué piensas, ¿qué yo lo sé todo?
—No estoy diciendo eso, pero mira que tienes telarañas y una enredadera ahí dentro.
Son sus propias manos —pequeñas, resecas y huesudas— las que tocan su cabeza y revuelven sus largos cabellos, «¡ahhhh! ¡eres una loca!» ocasionalmente considera que regañándose en pensamientos, esas pequeñas charlas consigo misma encontrarán un final decente, "uno lógico" como de seguro le dirían sus padres.
Los minutos continúan pasando, el tiempo pasa, siempre pasa, a veces trota, camina y hasta corre, es tan raro, no hay pausas en el reloj de la vida, no hay engranajes dañados, o frenos en los circuitos, el tiempo pasa...
Ella mira la hoja de papel sin mancha alguna, los minutos se pierden en la impoluta superficie, entonces toma el lápiz, ama escribir con lápiz, así puede borrar los errores, y borrar los errores es algo que también ama.
Una secuencia de interminables minutos salen descarrilados, ¿es qué en verdad no piensa escribir? sus ojos son iris brillando a contraluz de una vieja lámpara y su cuerpo no se mueve de esa silla, si, una silla de madera.
Cuando la tarde parece desaparecer detrás de una nacarada puesta de sol y en medio de constantes ruidos citadinos, el lápiz finalmente hace un trazo, uno débil, como si dudase acerca de manchar con grafito una blanca, pero muy blanca hoja de papel.
Ella suspira por decimoquinta vez en los últimos cuarenta minutos.
"El tiempo pasa, el tiempo siempre pasa.
En el contaminado océano de quejas, de causas sollozadas,
de culpas disparadas a quema ropa,
un pobre hombre que ha perdido más que su casa,
su familia y su identidad de ruin capitán en el mundo de nunca jamás,
gira un recoveco a mitad de un abandonado bulevar,
la criatura de barba blanca y suspiros cansados, solo espera encontrar paz,
pues ya no quiere nada de la vida,
nada, no quiere nada,
el pobre náufrago de las circunstancias, no quiere nada.Sus errores pesan,
pesan entre kilogramos de inutilidad,
y gramitos de consciencia,
pero a él no le importa,
nada le importa.Al fondo,
bajo las hediondas alcantarillas,
la funesta orquesta de la muerte da a conocer su mejor solo,
manos viejas y arrugadas, abrazan un cuerpo descompuesto,
los sueños desfallecen,
pobre náufrago de la vida,
los últimos hálitos de anodina esperanza,
flotan junto a la pestilencia de una húmeda madrugada.No volverá a su mundo,
Huesos y pellejo es lo único que espera en un hogar muerto,
tal vez debió oír los gritos silenciosos de los niños perdidos,
tal vez debió atender a los llantos fragorosos de la luna,
tal vez, tal vez, tal vez,
sus mentiras le cobran factura,
los años le piden intereses,
y el tiempo pasa, el tiempo siempre pasa."Tiempo... ella deja el lápiz, deja la hoja, deja toda intención de escribir, pierde sus motivos a mitad del quinto paso hacia su cama, madera, todo huele a madera, incluso el eco del tiempo incrustado en sus palabras, la madera lo inunda todo, ella nuevamente es una nada, sus pensamientos crean difuminos borrosos, ¿en qué estaba pensando hace unos minutos? no lo sabe, y continúa sin saberlo hasta después de refugiarse bajo las arrugadas sábanas de su cama, si, una cama de madera.