Es acerca del invierno congelándose en junio, de haces de luz conteniendo universos polvorientos en suspensión gris y de un cuerpo encogido bajo tres brazadas de lana sintética.
A veces tiene que ver con humeante café negro creando condensación en vasos de poliestireno, y también con manos frías; huesos, pellejos y articulaciones calentándose con la temperatura de las superficies alteradas.
Otras ocasiones, sin embargo, no se trata de nada, es un abismo creciente en medio de bombeos rápidos, o un pesado respirar con briznas suaves acariciando rostros húmedos.
Ellas existen, quizá no, pero en su mundo lo hacen.
Son estallidos internos que no encuentran forma, son palabras que mueren antes de nacer, son precipitaciones de lluvias que nunca llegan a suceder, son verdades deslizándose en pensamientos inconclusos y frustrados, son la inquietud incipiente de un amanecer y la engañosa paz al dormir con la esperanza de un eterno ensoñar.
Hoy es respecto a etéreas melodías, a un respirar cansado y una presencia ausente.
Opresiones desfallecen, sonrisas curvan comisuras, la vida alza vuelo incorpóreo junto a una encarcelada imaginación, y es que no importan las teorías, no hay sincroniza, la realidad o fantasía pueden coexistir en armonía, las metrópolis con prados verdes no son cosa de utopías, las ovejas con rostros de león no comen hierbas y tampoco carne, las golondrinas no representan poesía, y la inquietud, la inquietud abarca efímera calma.
Monstruo devora sus brazos.