14-Ida y Vuelta

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Nadie se lo espero, muchos dirán que fue un sueño, porque era imposible que esto sucediera, pero no, fue real. La gente hacia comentarios a lo bajo, algunos gritaban, otros rezaban, unos pares querían salir corriendo, muy pocos tenían esa intención de ayudar, mostrando el egoísmo clásico de los humanos y la gran mayoría observaba como búho en la noche, el accidente.
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─« Estoy solo, nadie me necesita, no soy mas que una molestia. Todos los que me rodean, no son más que fantasmas o... tal vez yo sea el espectro que deambula entre los vivos. Cada noche, apoyo mi cabeza sobre la almohada y me lamento en la penumbra de mi habitación hasta que me duermo, quizás el momento mas hermoso y feliz de mis días, que no son mas que repeticiones, simples "deja vu's" con variaciones de clima. Ese instante en el que me desprendo de la realidad, hacia un mundo diferente, donde la felicidad no es más que una vaga ilusión, ya lo se, pero allí, el dolor, la angustia y la soledad, se desprenden de mi cuerpo, liberándome. Siempre quiero dormir y nunca más abrir los ojos, nunca más despertar, ese... seria mi final feliz. Pero no, tengo la mala suerte de seguir en este maldito mundo y como muchos, vivo en piloto automático, aunque a diferencia de los demás, yo si estoy consciente de esto y por esa razón no sonrió ante esa basura, esa vil y diabólica creación, a la matriz de los seres humanos... a eso que llaman: "vida".» ─ Suspiró entrecerrando sus ojos.

─« ¿Por qué sigo vivo? ¿Por qué no desaparezco ?... Y si tengo tanto malestar y dolor, ¿Por qué no acabo con mi patética vida en vez de pensar todo esto? »─ El profesor hablaba y hablaba, con un tono bastante irritado. Leandro sintió que se dirigía a el. ─« La respuesta es obvia, como todos, tengo miedo, pero no a la muerte en si, sino a algo que es tan ajeno a nosotros, que se manifiesta en un sentimiento tan profundo e intenso que no se lo puede describir fácilmente. Y a pesar de todo... Yo estoy muerto en vida...»
─ ¡Señor Chávez!─ exclamó el profesor molesto. Había repetido tres veces su nombre.─ ¿Hizo su trabajo sobre las memorias de Gertrudis XXI?
─ «Recién son las once, faltan dos horas y me podré ir. Necesito...»─ Lo ignoró nuevamente.
-¡Leandro!- gritó lleno de rabia, poniéndose de pie.
-Cortarme...- murmuró pensante. Se produjo un silencio, de esos clásicos cuando un docente regaña a un alumno. Su voz se escucho en toda el aula. Miró perdidamente al profesor, que tenía su rostro tan rojo como si hubiera tragado un jalapeño.
-¡¿Que?!- Preguntó atónito como si no hubiese escuchado aquello.
-Nada... eh-─ Respondió fríamente, sin mostrar el más minino nervio. ─ Mi trabajo.─ tomó aire ─ no lo hice.
El maestro tomo asiento, acomodó su peluquín, respiro profundo y con una expresión bastante rígida, se dirigió a este.
─ Otro uno a su colección.─ tosió unas veces ─ Y como no entrego ninguno de los anteriores, se lleva la materia ─ concluyó seriamente.
-Ah, esta bien...─ balbuceó Leandro sin mirarlo a la cara. Esto el profesor lo tomo como un desafió a su autoridad y dando un golpe a su escritorio, con la sangre hirviendo, vocifero:
─ ¡No!... ¡No está bien! Según el registro, con mi materia usted está a punto de perder el año. Y que cree, para rendir literatura, deberá esperar a que me... ¡Jubile!
-No... Me... Importa- dijo con una paz latente, está vez dirigiendo su mirada a la ventana.
-A dirección. ¡Ahora! ─ le ordenó.- Y denle gracias a su compañero, todos saquen una hoja, tienen examen sorpresa de la vida de Gertrudis XXI.
Mientras Leandro caminaba hacia la puerta, todos sus compañeros, excepto su amiga Lula, lo insultaban en voz baja y observaban con odio en sus ojos.

─« Dios, odio a este pelotudo, y a todos los ineptos de está escuela. La única razón por la que sigo viniendo, es para no ver a mi madre, ni a mi odiosa y perfecta hermana. Es igual donde este, siempre me siento igual, bueno, el único momento diferente, es cuando hablo con Lula. La única que por alguna razón cree que soy una persona interesante. En realidad yo no hablo, la escucho hablar de sus problemas e inseguridades, y si tengo ganas intento darle una sonrisa, aunque no me sale bien. Creo que ella siempre intenta verme sonreír.» ─ Ingresó al despacho del director con bigotes blancos. ─« Ahora tengo que ver al director, seguro llamara a mi madre y después tendré que escuchar cuando llegue a casa sus reproches y bla bla bla. Ella no entiende que nada de esto me importa, que mi futuro es la nada, desde niño jamás tuve sueños o aspiraciones, por eso, siempre pienso que nací muerto. Haga frió o verano, utilizo el mismo suéter color azul y no, no es porque sufra alguna enfermedad, sino que lo uso para ocultar mis... cicatrices. Claro las cicatrices que yo mismo me hago, con la intención de calmar mi dolor, pero ni el corte mas profundo me produce calma, no son más que simples caricias. Aun así, las heridas de mi alma, son las que en verdad me duelen y nunca cicatrizan, porque cada segundo, un nueva cortada aparece, el acero de la vida diariamente me hace picadillo.»

"Los Cuentos de Eze"#PT2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora