Capítulo 1

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Era una princesa pero también un botín que iba a ser entregado al mejor postor por meras cuestiones políticas.

Regresaba a su reino luego de visitar a sus familiares maternos y allí había escuchado rumores de su próximo casamiento, rumores de los que ella no sabía nada. Seguramente al regresar, su padre le informaría quien sería su marido, su dueño y a qué lugar la enviarían como forma de acrecentar el poder o afianzar lazos con algún otro reino.

Hubiera querido rebelarse, pero no podía, porque después de todo siempre había sido su destino, había sido educada para eso y para hacer lo que su Rey le ordenara, lo que fuera necesario para el bien de su nación.

Después de todo, le habían concedido mucho tiempo, tenía diecinueve años y aún era soltera, cosa extraña, mucho más si era la única princesa, la encargada de continuar el linaje y procrear un heredero.

Sintió que las lágrimas se le acumulaban en los ojos, se los limpió con la mano e inspiró fuerte.

En ese momento golpearon al costado del carruaje y ella abrió el postigo de la ventanilla.

-Estamos por llegar, Su Alteza...-dijo el hombre encargado de su seguridad, el comandante de las tropas reales.

-Gracias – dijo ella brevemente y cerró la ventanilla intentando ocultar de aquel hombre sus ojos llorosos, los ojos de él eran demasiado perspicaces y no quería que percibiera su debilidad ni que le informara a su padre. No podía olvidar que además de ser el encargado de custodiarla, era un leal súbdito para quien la obediencia estaba primero que todo.

Suspiró y cerró los ojos, iba sola en el carruaje así que se medio adormeció hasta que llegaron.

Al llegar a su hogar tuvo un sentimiento ambiguo, era su lugar en el mundo, no podía imaginar que la enviaran lejos de allí, pero también tenía la sensación de ser un pájaro que volvía a su jaula.

Tal vez, los rumores de un posible casamiento la habían alterado demasiado, se sentía agotada y cuando fue hacia sus aposentos, su cuerpo le pesaba, ni siquiera pudo disfrutar de la belleza del Palacio, de los lujosos pisos de piedras de colores, de las columnas labradas, de los ricos tapices y coloridas pinturas que decoraban las paredes.

El aroma de las flores que provenía de los jardines ni el que provenía de los aceites perfumados logró distraerla porque apenas había entrado, un sirviente le había informado que tan pronto se arreglara, su padre deseaba verla.

Ya en sus aposentos , varias sirvientas llegaron para ayudarla a bañarse y cambiarse de ropa.

Mientras le ponían delicadas prendas de seda y gasa ,la chica se preguntó cuál era la vestimenta adecuada para escuchar las noticias que iban a darle, aquellos colores vivos, las telas delicadas, le resultaban parte de una farsa en la que era una participe involuntaria.

Hubiera deseado huir, pero se dejó vestir, peinar, adornar el cabello con joyas. Dejó que la maquillaran suavemente y que le pusieran gotas de agua de rosas en el cuerpo.

Una vez que estuvo lista, se encaminó hacia la sala de audiencias mientras un pequeño séquito la acompañaba.

La anunciaron y entró al Salón, su padre estaba allí y por un segundo tuvo ganas de correr a él y abrazarlo, pero hacía años que eso no le estaba permitido. En cambio se acercó e hizo una leve inclinación como saludo.

-Su Majestad...

-Princesa, ¿has tenido un buen viaje de regreso? – le preguntó él y ella creyó percibir la calidez en su voz. Le dolió el corazón por no poder ser pequeña de nuevo y comportarse libremente como una hija con su padre, en lugar de ser una princesa y su Rey.

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