Capítulo XXII

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Primero apuntó a Logan. La bala amenazó con atravesarle el cráneo de un disparo limpio y rebotar contra uno de los asientos de las gradas. Hell nunca pensó que su amigo, su hermano, tuviera sangre dentro. Ni sangre ni cerebro. No se había parado a pensar en qué era lo que había en su interior. Se imaginaba algo como un gran vacío lleno de colores. Humo, tal vez.

-Ni se te ocurra, hijo de perra.

Con expresión aburrida, el sicario sacó unas esposas y se las lanzó. Logan gruñía mientras se agarraba la pierna. Iba a desangrarse.

-Póntelas.

-No.

-Ponte las esposas.

-Chúpamela.

El sicario soltó el seguro y ladeó la cabeza. Logan tenía la boca entreabierta, sin acabar de entender lo que estaba pasando. Las cosas no funcionaban así, no señor. En todo caso, ellos eran los que amenazaban y apuntaban. Sin un arma, Hell se sentía desprotegido. Por primera vez en mucho tiempo se sentía inseguro.

-Ponte las putas esposas.

A Hell se le había atragantado la rabia. La impotencia era tal que habría podido partir una de las gradas. Seguía esperando, las esposas junto a él tiradas en el suelo. No, no iba a ponérselas. Ya podía volarle la cabeza a Logan y después a él. Nadie iba a vacilarlo. A él nadie le decía lo que tenía que hacer. En su mente se formó toda una lista de posibles sujetos que quisieran secuestrarlo, cortarlo a pedazos y dar de comer a los peces con su cadáver. Cuando quiso terminar, ya había olvidado el primer nombre.

Y de repente apareció el nombre de Kiara, tan claro, tan brillante. Se le quitaron todas las ganas de salvaguardar su orgullo. Se puso las esposas, hizo de tripas corazón y se levantó lo más dignamente posible. El sicario perdió el interés en Logan inmediatamente. Era alguien que lo conocía, alguien que sabía que no sentía demasiado interés por conservar la vida pero sí por salvaguardar la de alguien que le importase.

Era tan humillante tener que salir así de su local. A esas horas las calles estaban desiertas. No eran ni las diez de la mañana en un barrio marginal, lleno de conflictos y marcado por la droga. Su gente debía estar durmiendo todavía; los camellos no salían hasta las cinco.

-Más te vale que no se desangre.

El sicario no contestó. Había una furgoneta oscura al otro lado de la calle. Sintió un escalofrío hasta la nuca. Ya sabía lo que ocurría, no hacía falta más. No era la primera vez que veía aquella clase de vehículos, tan discretos, tan uniformes...

El sicario abrió la puerta y lo empujó dentro de la furgoneta. Dentro olía a cuero. Cuando se acostumbró a la luz vio un rostro familiar.

-Volvemos a vernos, señor Capobianco.

-Y de nuevo en condiciones no muy gratas.

El hombre que le hablaba era el mismo agente que "había comprobado"la seguridad en la casa de los Capobianco la noche que secuestraron a Kiara. Hell había supuesto que volverían a aparecer pero no deforma tan brusca. Pasarse por casa e invitarlos a café, whisky o cocaína habría sido mucho más educado. ¿Qué mierda era eso de disparar a su mejor amigo y esposarlo hasta una furgoneta? Podría haberle volado la cabeza al sicario, que ahora dedujo debía ser un agente de la policía, de haber tenido un arma a mano. Y podían estar seguros de que el 99% de su tiempo la tenía. Pero la gente del gobierno no tenía respeto alguno y lo hacían todo a su manera, sin educación.

-Siento las molestias pero es el protocolo que seguimos en estos casos.

-¿Esposarme forma parte de ese protocolo?

Heroína (Saga Adrenalina III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora