Capítulo 15 Bajo la luz del pecado

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Aún no me lo creía, Shota estaba allí vivito y coleando como si nada hubiese pasado, sin embargo, y aún preocupado por solo verle a él, me separe a duras penas para mirar detenidamente a lo que ahora era su nueva forma, al parecer y sin saber cómo, humana.

-Shota, ¿dónde están Akamaru y Blade? ¿Y por qué tienes esa forma?

Al oír estas preguntas, su rostro se ensombreció ligeramente, tan solo para volver a sonreir momentos después

Aun sin salir de mi asombro, reuní las suficientes fuerzas como para separar levemente a Shota de mí y mirarle directamente

-Shota... ¿Realmente eres tu..?

Dije aun impresionado y confuso por su aspecto humano

-Asi es hermano-Me respondió con una amplia sonrisa-Tengo muchas muchas cosas que contarte.

Esbocé una sonrisa, que inmediatamente se torno sombría debido a la duda que rondaba virulentamente por mi cabeza desde hacía ya un par de minutos.

-Shota... ¿Donde están Blade y Akamaru?

Los ojos de mi hermano perdieron algo de su luminiscencia al tiempo que se tornaban hacia otro lado.

-Blade esta aquí, sin embargo Akamaru... No se donde esta...

Dijo agachando la cabeza apesumbrado, yo por mi parte cerré los ojos, escuchando las palabras que había deseado no escuchar... A pesar de saber que era prácticamente imposible, aun deseaba poder ver a Akamaru de nuevo, sin embargo... Esa opción parecía completamente perdida para ese entonces.

Una mano acaricio de pronto pero con suavidad mi cabeza, la mano de Lynala, quien nos miraba apesumbrada.

-Siento que halla tenido que ser así... Pero no tenemos tiempo que perder, por mucho que duela... Tenéis que saber qué demonios está ocurriendo, para que podamos pararlo juntos.

Mientras pronunciaba estas palabras, ni su tono ni sus ojos vacilaron un segundo, por lo que asenti en respuesta a sus palabras y la seguí por un pasillo lateral, seguido de Shota y Serah.

Dicho pasillo desembocaba en una amplia sala cuyo techo formaba una bóveda, adornada con cientos de coloridos pétalos y hojas entrelazados y en cuyo suelo, petrificado en ámbar se encontraba el emblema que había visto anteriormente en las alfombras al entrar. En la sala se encontraba una gran mesa ovalada hecha de madera clara en el centro con catorce asientos a su alrededor, y suspendida sobre la mesa, una gran gema de color azul profundo, sustentada por ramas que se entrecruzaban y enrollaban en torno a esta descendiendo desde lo alto de la bóveda. De dicha gema emanaba un sutil destello azulado que, sin embargo, valía para iluminar toda la sala.

Pude percibir tras unos segundos como 13 elfos de cabelleras plateadas, ataviados con largas túnicas negras adornadas con motivos plateados y azulados, entraban en la sala y ocupaban sus respectivos asientos uno a uno. La ultima en sentarse a la mesa fue Lynala, ocupando el asiento a la cabeza de la mesa, el de mayor tamaño, similar a un trono.

-Os agradezco que hallais venido en este día, hermanos, para comenzar la salvación del pueblo que conocemos y amamos.

Todos la observaban con un total y respetuoso silemcio, mientras nosotros tomamos asiento en el suelo, algo alejados de la susodicha mesa, sin perder detalle de la conversación y de sus integrantes, cuyos rostros no eran visibles debido a la capucha que portaban, la cual solo dejaba a la vista el mentón idéntico en cada uno de los miembros.

Mientras yo continuaba sumido en mis pensamientos observativos sobre todos los presentes, la voz de Lynala alcanzó mis oídos.

-Nuestra amada tierra se muere, y esta muerte está siendo causada por el regalo del Padre Enya, el Oblivirum, un orbe de gran poder que con su luz bañaba hasta el último rincón de nuestra tierra, Édenaus, como un perfecto sustituto del sol que tanto necesitamos para vivir. Sin embargo, ese regalo tras pasar cientos de años brindando protección y seguridad a nuestro pueblo frente a amenazas como los Necrófagos, que temen su prístina luz, esta ha visto corrompida por la sangre derramada entre nuestras gentes por un Mal supuestamente erradicado hace miles de años, y ha comenzado a extinguir la vida tal y como la conocemos. Por si esto no fuera poco, nuestro protector y creador, el Padre Enya, ha dejado de responder a nuestras plegarias y nos ha abandonado a nuestra suerte, por lo que finalmente al recibir la visita de gentes de clanes vecinos he sabido que todo este horror también ha coincidido con la caída de la barrera que separaba nuestros mundos, por lo que la solución que he tomado es simple, pero clara para todos.

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