Introducción

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Que recuerdo... Hmm, esa es una buena pregunta... No recuerdo casi nada claramente, sin embargo, si que recuerdo una cosa, fuego... Muchísimo fuego y luego, un túnel muy largo, totalmente sumido en la oscuridad... Recuerdo correr y correr durante lo que me parecieron horas, sin llegar a ningún lado y sin sacar nada en claro sobre dónde estaba o qué estaba pasando. Lo más extraño que allí se percibía, era aquella insondable oscuridad... Me sentía atraído por ella, pero también intimidado al mismo tiempo ya que, por mucho que corriese, parecía no alcanzarla ni alejarme de ella, en aquel instante fue cuando percibí una calidez sobrecogedora, algo que no había sentido nunca... Una poderosa luz inundó el túnel, haciendo desaparecer esa oscuridad, y su extraña atracción, y entonces... Lo vi, un hermoso y majestuoso lobo blanco de sedoso y abundante pelaje; de dicho ser magnífico emanaba esa luz cálida y cegadora que había conseguido liberarme de aquella atracción a la que me sometía la oscuridad que me circundaba, momentos antes. Fue entonces cuando sucedió lo más extraño, "Iruka..." Oí como me llamaban y por lo tanto, gire mi cabeza para observar los alrededores, buscando el punto de origen de la voz que me llamaba... "Iruka"... Mire al lobo, y entonces comprendí: Era él quien me llamaba, traté de hablar, más de mi boca no salio ningún sonido. " Aprecia este gran regalo que se te ha otorgado... No desperdicies nunca las segundas oportunidades, y recuerda que el tiempo no realiza las acciones, las acciones se realizan con el tiempo..."; mientras ese hermoso ser hacía rebotar tales confusas palabras, yo iba perdiendo la consciencia hasta que, finalmente, lo vi todo negro.

Nada más abrir los ojos, me sentí completamente diferente, una sensación de pequeñez y debilidad recorría todo mi cuerpo, mientras mis músculos agarrotados se negaban a reaccionar, por lo que me sentía sumamente exhausto, a demás de indefenso. ¿Qué estaba pasando?, esa pregunta resonaba en el vasto interior de mi cabeza una y otra vez, cual eco redundante de un gong. Algo tenía claro, no estaba en mi casa, en mi cama, con mi perro Hiro tumbado encima mía... No, me encontraba en un lugar frío, en el cual no se podría apreciar casi ningún atisbo de luz, aunque en verdad me pareció que mi visión abarcaba y reconocía más de lo que se suponía que vería en la oscuridad más absoluta.

Todo era frío, salvo por una extraña calidez pero confortable, que me rodeaba como una manta un cuerpo cálido, con un suave y mullido pelaje. Cerré los ojos, debatiéndome contra el sueño, más resultando imposible resistir la oleada de cansancio que achacaba mi cuerpo, me dormí. Me sentía demasiado exhausto como para tratar de responder a tantas preguntas a la vez.

Al despertar no visualicé la oscuridad que anteriormente a mi sueño, me rodeaba, sino la tenue luz de los rayos del sol, los cuales se colaban por un agujero, la entrada de una cueva, ¿ahí me encontraba?,¿en una cueva?, ¿por qué estaba en una cueva?. De inmediato mi mente descartó la posibilidad de que todo esto fuera una broma, ya que no explicaba por qué me sentía así de pequeño y frágil. 

Entonces, sentí movimiento por parte de aquel cuerpo cálido, el cual me había hecho sentir arropado y seguro aquella noche, y lo siguiente que recuerdo haber sentido, fue algo húmedo, cálido y agradable recorriendo mi cuerpo... Diminuto. No era posible, por lo que gire levemente la cabeza y los vi, dos hermosos ojos azules cual cielo veraniego, observándome. En ellos se observaban reflejados el cariño y la ternura, y algo dentro de mí me decía que ya había visto esos sentimientos reflejados antes en otros ojos, pero nunca de una forma tan pura y sincera, al menos no en ojos humanos. La que me observaba con esa encandiladora mirada por la cual me sentía seguro y querido era una bella loba de pelaje azabache, suave, sedoso al tacto, cálido y lustroso.

Entonces y justo entonces, sin saber el por qué ni el cómo era posible, no traté de huir, ya que por fin en aquel instante había comprendido lo que en mi interior ya sabía desde el mismísimo momento en el que mis ojos conectaron con los suyos, hecho que no me había atrevido a aceptar hasta entonces, ya sea por miedo o porque no me sentía el mismo. Quizá... No, de hecho, ya no era el mismo y realmente nada más abrir los ojos lo había sabido, que ya, poco más que la consciencia, la cual se desvanecía a cada minuto que pasaba, quedaba del chico Iruka Hatoshi.

Aquella mirada, tan llena de todo, nunca la había visto antes ya que jamás olvidaría una mirada así y a pesar de eso, me era familiar, querida, única y exclusivamente por el simple hecho de que, eso que había en mi en ese momento, aquel que era y soy, lo había sabido desde que mi mirada se sumergió en aquellos ojos, incluso desde el momento en que abrí mis ojos... Esa loba, era mi madre.

Wild SoulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora