Tensiones

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Una castaña se encontraba en su habitación con un montón de cosas que pensar y procesar. Como principal asunto, era el de buscar aquellas cosas que le habían quedado faltas la noche anterior al haberse quedado dormida, y ahora, de la placentera profanación de su boca por parte del rubio.

¡¿Por qué demonios te dejaste Hermione Granger?! ¡Eres una estúpida! Pero, ese sabor, esa dulce esencia a menta, esos expertos y gélidos labios. ¡Compostura! ¡Ordena tus prioridades! ¡No decidiste quedarte en la habitación para pensar en ese estúpido hurón, sino para traer de vuelta a un muerto! —se reprendió, volviendo a sus libros —. Sí sabes que es imposible devolverle la vida a un muerto, ¿verdad? —recordó las palabras del rubio, sintiendo como la gran frustración comenzaba a invadirla nuevamente, provocándole cerrar el libro antiguo con fuerza antes de lanzarlo contra la puerta.

—¡Demonios, Hermione! —exclamó un azabache, mientras se sobaba la cabeza tras recibir el golpe del objeto.

—¡Harry! Como lo siento, ¿estás bien? —preguntó la castaña, mientras se acercaba a ayudar a su amigo.

—Sí, no te preocupes.

—¿Cómo lograste subir?

—Subí en escoba —contestó — ¿Se puede saber por qué faltaras a clase? Eso no es muy propio de ti, y espero una buena explicación. —declaró yendo al grano, haciendo que la castaña le evitara la mirada.

—Harry y-yo... —se interrumpió para tomar un suspiro y calmar sus nervios—. No puedo decírtelo.

—¿Y por qué no? —preguntó, mientras se acercaba a tomar uno de los libros —. ¡Hermione esto es magia oscura! No me digas que tú te convertiste en...

—¡No! —interrumpió igual o peor de escandalizada que Harry.

—¡¿Entonces qué haces con esto?!

Hermione, ¿Mortífaga? Imposible.

—Harry, yo aún no te lo puedo decir. No es nada de lo que tú piensas, pero no quiero darte falsas ilusiones.

—¡¿De qué demonios hablas?! ¿Falsas ilusiones?

¡Maldición! ¡¿Por qué lo tiene que poner más difícil?!

—Harry, ya te lo dije. No te lo puedo decir hasta que esté segura. —respondió, haciendo que el azabache se diera media vuelta y saliera dando un portazo.

Cómo era posible que Hermione le ocultara algo, sabiendo todo lo que le sucedía, todo acerca de las clases particulares que tomaba con el profesor Dumbledore y la información que le ofrecía. ¿Cómo eso era posible? ¿Qué era lo que le ocultaba? ¿Cuáles eran esas falsas esperanzas de las cuales hablaba? A Harry no le cabía en la cabeza pensar que su mejor amiga se cambiara de bando, pero no querer decirle hacía que existiera una posibilidad.

Hermione realmente quería decirle lo que tenía pensado hacer, pero sabía que sí su plan no salía a la perfección como lo estaba buscando, su mejor amigo sufriría más de lo que ya estaba sufriendo. No quería eso para él, no sería justo. La castaña no quería que sufriera mucho más de lo que debía y menos ahora que la guerra se asomaba. Sin más que hacer o arrepentirse, tomó el libro que yacía en el suelo y retomó su lectura.

~°~

—Este día trabajarán en parejas. No se emocione mucho señor Zabini, que las parejas las organizaré yo. —anunció Snape de mala gana, cortando cualquier indicio de felicidad en el rostro del moreno mientras que indicaba el nuevo compañero de trabajo —. Al final de la clase quiero ver dos pergaminos con el resumen de la clase. Sin excepción. —gruñó, disponiéndose a sentarse como costumbre en el escritorio y fundirse en la lectura de El Profeta.

Rompiendo Tradiciones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora