Rompiendo Tradiciones

Lirios blancos

—No puedo creer que ya sean diez años de lo que nos dejaste, hija. —suspiró Amelia con pesadez y tristeza —. Pero estoy segura que te alegrarías mucho de volver a ver a tu hermano y tu mejor amiga aquí.

Amelia les regaló una media sonrisa a los chicos antes de sacar su varita y aparecer frente a la lápida un pequeño ramo de aquellas flores que su hija le encantaba arreglar en su jardín todas las tardes.

Lirios blancos.

Astoria tomó la mano de Theo dándole apoyo, pues podía percibir en sus ojos el dolor y la añoranza que sentía en esos momentos, ahora entendía el por qué no había vuelto a ese lugar, era demasiado doloroso recordar que su amiga y casi hermana no estaba más junto a ellos. Había partido para no volver, aunque después de todo a un mundo mejor.

—Theo... —llamó al ver el estado de trance de su mejor amigo, sin embargo el chico no daba señales de volver.

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—Theo, tengo miedo. —susurró una niña castaña aferrándose con fuerza al brazo de su hermano.

—Lo sé, Clarie, yo también lo tengo pero no podemos hacer nada para cambiarlo. —le respondió con tristeza el niño de casi ocho años —. Aunque mamá dice que lo que se dice no es cierto...

—Theo, yo vi a papá con ese largo traje negro y su máscara plateada, estaba junto al padre de Draco. —manifestó la niña con una mueca —. Mamá solo lo dice porque no quiere que nos enteremos de eso, pero yo creo que si es malo.

—¿Qué crees que hagan con esos trajes?

—No lo sé, pero son escalofriantes.

—No te preocupes hermanita, yo siempre estaré contigo y te protegeré, nada malo sucederá, te lo prometo. —finalizó el niño castaño haciendo que su hermana le sonriera y le abrazara nuevamente.

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—Hijo, ¿estás bien? —preguntó la señora Nott, acercándose a su hijo que había salido de sus pensamientos.

—No es nada. —respondió, provocando que Astoria apretara su mano al ver como una rebelde lágrima se resbalaba por su mejilla.

—Solo un rato más y nos vamos. —le sonrió con tristeza su madre. mientras le limpiaba con ternura la lágrima y le daba un poco de espacio.

—No le cumplí la promesa a Clarisse, Tori.

—Theo no fue tu culpa.

—Sí lo fue, le prometí que estaría con ella y que nada pasaría pero he fallado.

—Éramos unos niños, Theo, teníamos miedo y no podíamos hacer nada contra ellos.

—¡La mataron porque fui un maldito cobarde! —exclamó exasperado.

—Theo nunca fuiste cobarde, la protegiste tanto como tus habilidades te dieron, luchaste para protegerla como el hermano mayor que eras.

—No hice lo suficiente.

—Theo, mírame. —pidió la castaña, al ver que su amigo había bajado la cabeza —. Eres el hermano que cualquiera quisiera tener.

Theo suspiró.

—No creo que a Clarie le guste que su hermano la visite con regularidad. —manifestó, despegándose de su abrazo para verlo a los ojos.

—No puedo hacerlo solo.