Llamé a la oficina de mi jefa inmediata en cuanto pude respirar con normalidad y le informé que no iba a presentarme por una baja de presión.
Ahora que lo pienso es una excusa ridícula pero dado mi buen historial no tuvo reparos en aceptarlo.
A pesar de ver mis manos limpias me di una larga ducha. La imagen de la sangre de mi hermana en mis manos, fuese o no real, sigue haciendo doler a mi corazón.
Arrojo la toalla húmeda a una silla y salgo de mi habitación, tomando una manta para sentarme en el sofá y cubrirme hasta la barbilla.
Enciendo la televisión para mantener mi mente ocupada porque lo último que quiero es analizar lo que sucedió hace una hora.
Permanezco sentada, inmóvil, casi sin pestañear ni reaccionar a lo que veo en la pantalla. Me siento vacía, cansada, y aun así sé que no quiero dormir.
Recibo un par de llamadas de Ryan, otra de Laura, una inesperada de Maggie, conocida de la universidad, y respondo a todas con una tranquilidad que me asusta.
Un sonido en la puerta me hace saltar del sillón, aferrando a mi pecho la manta como un escudo. Me doy cuenta de que el sonido es el titilar de unas llaves y siento alivio al ver que papá por fin vuelve.
Tengo que luchar muy duro para no saltar a sus brazos como una niñita asustada; por más que sienta que lo soy, por más que desee encontrar protección en sus brazos.
De todas maneras sería raro para ambos, nunca hemos sido muy expresivos el uno con el otro.
Me mira sorprendido y asustado, lo cual me descoloca un poco y me cruzo de brazos porque siento que notará que estoy temblando.
—¿Qué haces aquí? —cuestiona bruscamente—. ¿Te sientes mal? —agrega, notando cómo su tono me hace encogerme.
Cierra la puerta y deja su pequeña maleta en el suelo. Se quita la chaqueta con movimientos torpes y puedo ver lo fatigado que está. Suspiro y tiro la manta al sofá.
Necesita dormir, necesita descansar, sólo descansar sin preocupaciones.
—Sí, amanecí con un terrible dolor de cabeza y no me sentí capaz de conducir. Pero ya estoy mejor —aseguro. Él se masajea el cuello y me da una mirada sobre el hombro mientras se dirige a la cocina.
—¿Segura, cariño? Te ves pálida —Camino detrás de él y por un segundo quiero contarle todo. Por sólo un segundo. Esa necesidad desaparece tan pronto como llega.
—Por el fin de mes, tengo muchos pendientes —Me apoyo en la barra mientras husmea dentro del refrigerador.
—Entonces, ¿estaría bien un jugo? —dice en un murmullo.
Es una rara cosa nuestra, creo.
Como esa conversación incómoda en la que tus padres te preguntan por tu vida amorosa. Ni siquiera me gusta el jugo de naranja, sólo lo tomo con él. Siempre he pensado que es su forma de demostrarme que se preocupa aunque ninguno digamos nada.
—Sí, voy al baño —No dice nada y comienza a sacar unas naranjas mientras tomo el pasillo. Cuando cierro la puerta suelto un largo suspiro. Abro la llave del lavabo y me paso las manos mojadas por el rostro, cuando me miro en el espejo, no me reconozco.
Realmente luzco pálida, mis usualmente rosadas mejillas están sin vida, sin nada de color y ligeramente hundidas. Bajo mis ojos hay sombras oscuras y profundas que antes no estaban y mi mirada se empaña por las lágrimas que no logran salir.
Me duele ver a esta extraña, ver sus ojos sin esperanza, rebosantes de miedo y no poder hacer nada para ayudarla. Miro al techo, parpadeando un par de veces para mantenerme calmada y aclaro mi garganta antes de salir.
Arrastro los pies hasta un taburete y papá no me mira mientras pone el vaso frente a mí, nunca lo hace. Lo tomo y le doy un sorbo, hago el sonido de aprobación de siempre aunque no saboree nada y él se sienta frente a mí, con la barra de por medio.
Me observa mientras doy un largo sorbo y baja la mirada, es como si quisiera decir algo pero no lo hace y esta vez me molesta. No importa que siempre lo haga, me molesta porque esta vez lo necesito.
Nuestros ojos se enganchan y lo noto tragar saliva. Siento las palabras arremolinarse en mi garganta, rogándome que le cuente.
—Creo que debes intentar dormir —sugiere antes de logre decir algo. Su mirada se vuelve algo distante.
—Sí, yo también. —Le doy media sonrisa y le agradezco por el jugo mientras me alejo.
Papá suele ser bueno en ocultar sus emociones, es algo que le agradezco porque me ha ayudado todo este tiempo a fingir.
Lástima que la verdad es algo que no se puede ocultar, al menos, no por mucho tiempo.
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Susurros ©
Mystery / ThrillerCassidy nota las sombrías presencias en la oscuridad; oye voces ocultas en la negrura, y una parte de ella lucha desesperadamente por contestar. Toda su vida ha sido así. O al menos, eso es lo que recuerda. Cassie tiene tantas lagunas en su memor...