Tres

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Tengo sólo un recuerdo de mi madre: el día que nos dejó.

Sólo tenía cinco años pero el recuerdo es nítido, lo único de esa época que sigue fresco en mi memoria; lo único de mi infancia que puedo recordar.

Estábamos en casa, sólo nosotras tres. Lily jugaba en el sofá y yo dibujaba a nuestra perfecta familia con marcador rojo, apoyada en la mesilla de centro.

La sentí llorar antes de escucharla.

Me puse de pie y fui a su habitación con cortos y decididos pasos. Empujé la pesada puerta y la vi sentada en la orilla de la cama. Salados riachuelos brotaban de sus ojos.

No intenté preguntarle qué le pasaba, sólo me quedé ahí, de pie en el umbral de su habitación, esperando que me notara. La oí murmurar que no podía más, que se estaba volviendo loca, fue cuando alzó la cara y me vio.

—Cassie, cariño, me asustaste. —Se limpió las mejillas con velocidad. Había algo en su mirada que me inquietaba—. ¿Está todo bien? —Ladeé mi cabeza y la seguí mirando sin hablar.

Ella tragó saliva y vi nacer el miedo en su mirada, movía las manos como si viera algo que la perturbara. Nunca me pregunté si me temía a mí. Supongo que debí hacerlo.

—¿Llorabas, mami? —Quise saber, y ella se sobresaltó. Sus ojos rojos e hinchados vieron a todos lados, menos a mí, hasta que finalmente aterrizaron en un par de maletas que estaban sobre la cama.

—Claro que no, pero tengo unas cosas por hacer. ¿Por qué no vas a la sala y vigilas a Lily en lo que lo arreglo? ¿Harías eso por mami? —Se levantó y se acercó a mí, seguí sus movimientos con la mirada y noté cómo sus manos temblaban mientras acariciaba mi cara—. Cuida de tu hermana, Cassidy, ¿prometes que lo harás? —Asentí y le pregunté:

—¿Y tú, mami? ¿La cuidarás? —Sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Siempre —prometió.

Me giré para volver a la sala pero al cruzar la puerta me detuve y la miré.

—Mientes —dije.

Y nunca más la volví a ver.

Susurros ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora