CAPÍTULO 59

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Aunque el brutal asesinato de los padres de Hermione era un tema que ocasionó demasiados murmullos, nadie le daba la importancia que realmente merecía. Todos estaban de acuerdo con la opinión pública y no querían averiguar la verdad por su cuenta. ¿Qué daño podían hacer ahora que estaban muertos? Ninguno. El único peligro de esa familia era Hermione, y fue la primera en morir. Porque que ellos conociesen, y según los periódicos, no había nadie que poseyese magia en esa familia.

Con esta mentalidad, se olvidaron completamente del asunto en unos pocos días. Había cosas más importantes en las que centrarse, como el radical cambio de casa de Lovegood.

Cho Chang y Ginny Weasley sonreían con malicia al mirar a la rubia. ¡Ellas lo habían conseguido! Habían conseguido hundirla.

Luna no se separaba ni un segundo de Blaise, porque parecía que los Ravenclaw y Ronald esperaban una oportunidad para acecharla en cualquier esquina. Y eso la aterraba.

Por su parte, Theodore buscaba la oportunidad más propicia para hablar con Hermione. Aunque todos la hubiesen dado su pésame y su apoyo, él sabía que la pasaba algo. Era lógico pensar que estaba deshecha, pero había algo más; tenía una mirada de furia y tristeza cuando se quedaban a solas, que no sabía exactamente que era lo que debía hacer.

Ronald Weasley estaba más feliz que nunca, y no era para menos. Había conseguido destruir la vida de una persona en tan sólo unos meses, y se estaba riendo de todos en sus propias narices. De Harry, porque lo consideraba su amigo; de Dumbledore porque confiaba en él; de la Orden porque le daban información que después pasaba a su Lord; de su familia porque le apoyaban en todo y ni siquiera sabían lo que realmente hacían; y de Lavender porque ya tenía una amante, Bellatrix Lestrange. ¡La vida le era perfecta!

- Hola Bella.-saludó Antonin cortesmente.

- Dolohov.-saludó Bella cortesmente.-¡Qué quieres!

- Sólo charlar contigo.-dijo Antonin caminado hacia ella.

- ¡No te creo!-dijo Bellatrix preparándose para atacar con su varita.

- Haces bien en no hacerlo.-dijo Dolohov levantando su varita.-¡Imperio!

- ¡Protego!-se defendió Bellatrix.-¡Crucio!-Dolohov lo esquivó por poco.-¡Crucio! ¡Crucio! ¡Crucio!

- Vamos, Bella.-dijo Dolohov.-No querrás compararte a mi ¿verdad? ¡Imperio!

- Traidor.-dijo Bellatrix parando el hechizo de su compañero.-¡Avada Kedavra!

- ¡Protego!-dijo Dolohov; y por si ese hechizo fallaba, decidió apartarse. Y corrió, se abalanzó contra ella y la tumbó en el suelo. La mortífaga se defendía con uñas y dientes, le mordía, le gritaba, le escupía, pero él era más fuerte que ella, por lo que la inmovilizó sin ningún problema.-¡Imperio!-y la mortífaga dejó de moverse, esperando las órdenes de su nuevo amo. Dolohov sonrió y se quitó de encima.-Quiero que mañana mandes una lechuza a Ronald Weasley y quedes con él todo el día. Entretenle hasta altas horas de la noche, empezando desde muy temprano. El como te lo dejo a tí.-dijo mirándola el escote.-Estoy seguro de que encontrarás formas muy convincente de impedir que regrese a Hogwarts. Una vez hayas cumplido tu misión, no recordarás nada de lo que ha pasado aquí. ¿Me has entendido, Bella?-preguntó Dolohov. Ella asintió con la cabeza.-Otra cosa, ¿qué sabes del asesinato de los Granger?

- Ronald y yo lo hicimos todo.-contestó Bellatrix.-Nos lo pidió Nuestro Señor.

- Ah, y otra cosa. Nunca en tu vida oses volver a compararte conmigo.-dicho esto, Dolohov se marchó.

La mortífaga se levantó y se dirigió hacia su escritorio. Cogió pergamino y tinta y se puso a redactar una carta para su amante.

Querido Ronald Weasley:

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