9. Una tarde con Jenna.

174 4 1
                                    

Luego de haber golpeado a James, no me había percatado de que yo necesitaba de él para matemáticas de la misma forma en que él necesitaba de mí para historia, lo cual quiere decir que ambos estábamos jodidos; aún así no me arrepentía de nada, estaba a gusto con la idea de que había dejado mi sello en el idiota de Sprouse.

Luego de que Harry y yo partimos de Ricky's, nos dirigimos directamente al Instituto, y para mi maldita suerte tocaba matemática como primera clase.

Miércoles, matemáticas, James, Callahan... ¡Oh, Dios!

Esto no empezaba bien, pero al menos ésta noche era la fiesta que organizaba Dylan y por primera vez me quitaría toda la carga que llevaba conmigo.

Apenas me adentré en el salón, mis ojos se toparon con James, del cual pude fijarme que llevaba lentes de sol puestos, y una pequeña banda en el arco de su perfilada nariz, y eso solo significaba una cosa: o lo había golpeado muy fuerte o el chico tenía un grave problema de desorden de tiempo y ambiente. Aunque obviamente apostaba por la primera.

Callahan entró y colocó su portafolio en el escritorio. Tomó la lista y comenzó a pasar la asistencia.

—Nora, Taylor...

—Presente— decía la persona correspondiente en respuesta.

Y así hasta que llegó el momento de James.

—James—llamó.

Nada.

—¿James?— insistió Callahan levantando la vista, mientras buscaba con sus ojos al sujeto.

¿Es que el chico no pensaba responder?

—James Sprouse— repitió el profesor ahora al lado de su asiento—. ¿No piensa responder?

—Presente— masculló.

—Ah, otra cosa...—comentó dándole la espalda—. Ya ustedes conocen bien el normativo escolar, y saben que no se permite usar lentes de sol en horas de clase, así que le sugiero que los guarde, señor...Sprouse— informó tranquilamente mientras caminaba de regreso al escritorio.

James quitó sus lentes de mala gana, y acto seguido se comenzaron a escuchar voces, susurros y preguntas en todo el salón, divagando sobre el por qué de la herida de James... Herida que yo le causé.

Me removí en mi asiento incómoda y me volví al pizarrón. Ya que me había quedado sin tutor, tendría que prestar mas atención a la clase. Para mi sorpresa logré entender todos los ejercicios que explicaba Callahan.

No era tan mala en el área, después de todo.

El timbre sonó y me dispuse a salir.

Fui hasta mi casillero y deposité los libros ahí; estaba a punto de cerrarlo cuando me dí cuenta de que se me había caído un papel. Me preguntaba qué era aquello. Al coger el papel y darle la vuelta para ver de que se trataba, me sorpendí al ver que era una fotografía de mi hermana Kendall y yo en mi cumpleaños número doce: Ella salía riéndose de mi cara llena de pastel de fresas.

Suspiré mientras pasaba mi dedo en la fotografía, con mis ojos cerrados,  sintiendo como las imágenes se reproducían en mi mente.

Kendall se había mudado a Seattle al cumplir su mayoría de edad. Le iba muy bien en todo lo que se proponía, cosa que siempre admiré de ella.

Desde pequeñas hasta ahora nos hemos caracterizado por ser como agua y aceite, pero eso no fue inconveniente para las veces que necesité de ella. Siempre estuvo ahí para todo: cuando mi primer periodo, y las cosas en las que solo una chica podía ayudarte.

Every girl needs a boy bf.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora