17. Sorpresa en mi closet.

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—Por favor abrocharse sus cinturones, en breve se ejecutará el aterrizaje— anuncia una delicada voz femenina, mediante el altavoz.

Me recuesto erguida en el espaldar del asiento; son tantas mis ansias por colocar mis pies sobre Seattle que por un momento me olvido de todo lo que he dejado hace unos momentos, y no en el mal sentido, solo que de pronto he vuelto a pensar en que me quedaré con mi hermana Dios sabe cuánto tiempo, y las ansias me superan.

Sonrío y miro por la ventana, finalmente, el avión comienza a descender, y mientras más baja, más nerviosa me siento.

—Ya pueden desabrochar sus cinturones, acabamos de llegar al aeropuerto Internacional Tacoma, ordenadamente pueden disponerse a salir por la cabina. Gracias por su atención— informa nuevamente.

Una vez que va disminuyendo el flujo de personas desesperadas por bajar de avión, tomo mi pequeño equipaje de mano y me dispongo a salir torpemente por la plataforma.

Me dirijo al lugar en el que despachan el equipaje más pesado del vuelo correspondiente, y espero por la llegada del mío.

Saco el móvil del bolsillo de mi pantalón y rápidamente marco al número de mi hermana, cae la contestadora, resoplo y vuelvo a marcar su número, vuelve a sonar varias veces y nuevamente entro al buzón.

—Ugh.

Con mis ojos doy un recorrido por todo el lugar y me percato de que se acerca mi equipaje, lo tomo y lo coloco justo a mi lado, me paro de puntillas y miro sobre las cabezas de la multitud yendo y viniendo, ninguna señal de ella, ¿en dónde se habrá metido? Ella sabía que llegaría a esta hora -más o menos-, bufo molesta y vuelvo a marcar su número en mi teléfono en un intento desesperado, espero, suena el primer, el segundo y luego el tercer pitido y nada.

Estoy a punto de marcarle de nuevo cuando doy un respingo al sentir un cuerpo abalanzarse sobre el mío, seguido de una conocida voz chillando en mi oído, sonrío y solo pienso en una persona: Kendall.

Me giro para encararla, y, en efecto, es ella. Sonrío ampliamente y me aferro a sus brazos, siento como se forma su sonrisa en mi cuello, y, sin siquiera poder detenerlo, se han acumulado las lágrimas alrededor de mis ojos, y los siento arder. Apenas una lágrima se desliza por mi mejilla, hasta golpear la cálida piel de Kendall, la cual se sobresalta un poco y se deshace de mi abrazo, sorprendida, me mira y hace una mueca entre confusión y alegría.

—¿Estás llorando?— pregunta, con una expresión de asombro adueñando su rostro.

La miro y asiento apenada por el hecho de estar llorando como una tonta.

—No he querido hacerlo— digo, tratando de ocultar una de mis más estúpidas mentiras.

—Venga, cielo, descuida, sonríe que ya estás aquí– sugiere y me sujeta en otro fuerte abrazo—, bienvenida.

Bienvenida", esa pequeña palabra me espantaba un poco, porque en verdad no quiero causarle molestias a Kendall, lo último que quiero es eso.

Recuerdo mi comportamiento al llegar y la miro, alarmada, no quiero que mencione que no he podido reprimir unas estúpidas lágrimas; seco mi cara con frustración y meneo la cabeza.

—No se lo diré a nadie, Pay—puntualiza, casi como leyendo mis pensamientos, menea la cabeza en desaprobación y vuelca sus ojos.

—Gracias.

Caminamos a lo largo del pasillo atestado de gente, Kendall extiende su brazo derecho por mis hombros y me acerca a ella cariñosamente, me ayuda con mis maletas y, luego de introducir el equipaje en el maletero, nos subimos a su auto, el cual al igual que mi padre, mi hermano y mamá es un Jeep, solo que un modelo un poco más nuevo; digamos que eso de que todos tengan un Jeep es cosa de familia.

Every girl needs a boy bf.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora