13. Un comprensivo Dylan.

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Noche del viernes.

La semana había transcurrido bastante rápido, ya era viernes y Harry aún no hablaba conmigo; era un infierno cada vez que estaba con mi hermano y les hacía compañía, cuando estábamos en la misma mesa de la cafetería y en las mismas clases. Lo dicho, un total infierno.

Pero todo se arreglaría, tarde o temprano, era mucho lo que había de por medio como para que acabara tan mal. El chico que se hacía llamar mejor amigo no quería hablarme, me evitaba, y noté que Dylan ya se estaba cansando de nuestra distancia, silencio e incomodidad.

Dylan me había presionado bastante para que hablara de lo ocurrido entre Harry y yo, ya que, según él, había estado muy tomado aquella noche, tanto que no recordaba nada.

¿Jenna?, básicamente se acordaba de lo ocurrido con Dylan, aunque según lo que me había dicho el día posterior al hecho, lo de Dylan y ella había sido un error, más sin embargo, luego de lo que me había afirmado Jenna, yo seguía en mi fuerte posición de que aquel par terminarían juntos. Al igual que mi hermano, Jenna no tenía idea de qué pasaba entre Harry y yo, cosa que la tenía bastante extrañada, pero le pedí que mantuvieramos el tema al margen hasta que me encontrara lista para hablarle de eso. Lo único que sabía hasta ahora era que me trasladaría a Seattle este Sábado y que ya había hecho el papeleo para cambio de instituto, cosa por la cual se puso bastante histérica y melancólica, pero que lo aceptaría, puesto que después de todo, ella estaría allí para mí, porque —según ella— de eso se trataba la amistad.

Dylan me trajo a casa ya que yo aún no tenía auto, licencia de conducir, ni ganas de estar sola. Aparcó en el estacionamiento de la casa y me bajé del auto desmesuradamente.

—Cuanta prisa, Elizabeth— exclamó mi hermano, con el ceño ligeramente fruncido.

Le saqué el dedo del medio, y me apresuré a la puerta trasera de casa, detestaba que me llamaran por mi segundo nombre, sólo mi hermano sabía cómo joderme la vida al máximo nivel.

Entré y vi a papá en el sofá viendo televisión y a mamá en la cocina preparando la cena.

—Hola— musité en saludo.

Papá se volvió hacia mí y me hizo un guiño con una reconfortante sonrisa. Él sabía que algo estaba mal conmigo, luego de llegar de su viaje de negocios esta semana, me había mencionado algo con respecto a mi actitud, le dije que sólo estaba cansada y él se limitó a simplemente dejarlo pasar.

—Cariño, ¿qué tal tu día?— preguntó mi madre saliendo de la cocina, limpiando sus manos con el desgastado delantal.

La miré, ni ella ni papá tenían la culpa de los estúpidos problemas adolescentes por los que yo estaba pasando. Luego me disculparía por ello.

—Al parecer le ha ido bastante mal— intervino Dylan, di un respingo y me volví a la entrada, observando como se adentraba a casa.

—Cállate— repliqué, sacándole la lengua.

Me dedicó una mirada fulminante y se dirigió a su habitación, dando un estruendoso portazo.

—Bien...—vaciló mi madre—. Parece que os ha ido malísimo el día o, quizá os han dado un almuerzo bastante horrendo en la cafetería.

Mi padre se volvió al televisor, meneando la cabeza.

—Algo— respondí, para luego encoger mis hombros y acomodar mis lentes a la altura de mis ojos.

—Venga, que os he preparado lasaña— invitó mamá dulcemente, dedicándome un guiño.

Bueno, luego de un jodido día de clases, el síndrome post menstrual, Harry ignorándome toda la maldita semana, Dylan comportándose extraño conmigo y Matt bastante interesado en mí, supongo que sólo lo ha de mejorar la lasaña de mamá.

Every girl needs a boy bf.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora