18. Mucho que explicar.

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Desperté por lo incómoda que me sentía, había estado dando al menos unas veinte vueltas en el colchón, pero no fue hasta que finalmente abrí mis ojos que me percaté del brazo de Kendall enrollado en mi pierna, y de la pierna de Jenna enrollada en mi cintura. Era oficial, había sido la noche más extraña de mi vida, sin mencionar la vez en que me quedé con la hija de los Landfield: Emma. Recuerdo que se quedó en casa debido a que acababan de mudarse y mi madre se había puesto tal vez demasiado generosa, y le invitó a quedarse en casa conmigo, la chica había estado hablando acerca de la reproducción de las medusas desde que pisó la casa hasta —mas o menos— la una de la madrugada, y eso porque le di unos de esos analgésicos que lograron drogarla y finalmente hacer que se durmiera. Había sido una pesadilla.

Me salí del agarre de las chicas y fui hasta el baño, cepillé mis dientes y coloqué algunos panes en la tostadora. Me dirigí nuevamente a la habitación con una bocina que había encontrado en una gaveta. Me posicioné justamente frente a Kendall y Jenna —quienes ahora estaban abrazadas— y presioné el botón rojo, haciéndoles pegar un brinco.

—¡Jesús, Paige!— se quejó mi hermana abriendo apenas un ojo.

Mi hermana se levantó del colchón, se colocó las pantuflas y me pasó por un lado, dándome un codazo en el camino.

Me dirigí hasta Jenna —quien aún estaba profundamente dormida— y accioné nuevamente la bocina.

Dió un respingo y se levantó de golpe.

—Como sigas haciendo eso voy a golpearte el culo de la puta madre, vas a ver— advirtió, imitando la acción de Kendall y dirigiéndose al pasillo.

Sonreí satisfecha y comencé a ordenar el desastre que había en la habitación, luego de terminar me dirigí a la cocina y tomé el desayuno con las chicas, ahí mismo acordamos salir más tarde a recorrer Seattle.

Era la última en bañarse, así que finalmente tomé mis cosas y me dirigí al baño. Tomé una ducha, envolví mi cuerpo en una toalla y cepillé mis dientes y mi cabello, caminé por el pasillo hasta la habitación, abrí el closet y cogí la camiseta, la tiré sobre mi cabeza y lo acompañé con unos pantalones holgados y unas convers.

—No piensas salir así, ¿verdad?— inquirió Kendall, asomando su cabeza por la puerta y echándome un rápido vistazo de arriba hacia abajo.

Oh, por favor, no íbamos a empezar con esto. La fulminé con la mirada y no respondí.

—Como sea, ya hablaremos de eso, te esperamos afuera, guapa— anunció, le dió unas palmaditas al marco de la puerta y desapareció.

Antes de salir, tomé la mochila que había dejado en el rincón de la habitación la noche anterior y la revisé rápidamente para ver qué era innecesario, y por ende, dejarlo afuera. Volqué el bolso sobre mi cama y lo sacudí, esparciendo todo el contenido de la mochila en el colchón. Llaves, teléfono, dinero...¿una caja? ¡Es la caja! ¿Cómo se me había olvidado la caja que me obsequió Harry?

Olvidé todo lo demás y deshice desmesuradamente el lazo gris que la adornaba, tomé un respiro e hice una pausa. Claramente había seguido las instrucciones de Harry, había llegado a Seattle y aún no la había abierto. Él había dicho que su contenido me demostraría cuán importante era yo para él, y sólo recordarlo me hacía sentir un ardor en mis mejillas y mi corazón acelerarse en su lugar. Suspiré y retiré la tapa de su lugar, removí el papel que adornaba su interior y me congelé, esto era demasiado, ¿por qué habría querido darme algo así? podría haberme regalado unos chocolates y me haría feliz, tal vez una de sus camisas o cualquier otra tontería, pero eso, lo que había dentro de la caja era demasiado. Comencé a sentirme mal, puesto que nunca me había tomado la molestia de buscarle un regalo, y él simplemente me regalaba aquello como si fuese cualquier cosa.

Every girl needs a boy bf.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora