Capitulo 15

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Cuando una persona sabia que tras un breve periodo de tiempo la felicidad que experimentaba en ese momento se esfumaría del mismo modo que su compañía, era entonces cuando se percataba que sin importar el número de horas que pasase a su lado, la llegada de ese día nefasto, arrasaría con todo a su paso, sin dejarle nada.

Así era como se sentía a solo dos días de la marcha de Alex.

Su luna de miel era inolvidable y aunque intentaba centrarse únicamente en la parte buena de ello, como la maravillosa compañía o los increíbles momentos que pasaron juntos, su mente iba una y otra vez al mismo lugar, y ese era el conocimiento de su partida.

Cuatro meses lejos de él no eran ninguna novedad y en realidad, era un tiempo bastante bajo para alguna de las misiones que a las que había sido llamado. Como en una ocasión en la que la duración de la misión, constaba de ocho meses. Ese fue un año muy duro para ambos, pues Alex se paso casi la totalidad de este fuera de casa. A la vuelta, la etapa por la que pasaba antes de regresar a la normalidad, duro mucho más. Alex se pasaba el día híper alerta y saltaba por cualquier pequeño sonido parecido a una detonación de arma, como el mismo le informo. Las noches fueron difíciles y las salidas aun mas. Los últimos cuatro meses del año, lo emplearon en normalizar su estado, ya que su humor también cambio. Era como un animal asustado, agresivo y posesivo. A la mínima enseñaba los dientes o te lanzaba una dentellada para que respetaras su espacio. Por suerte, ella era capaz de acercarse y estar con él con tranquilidad, pero el resto de la gente no tanto, y por eso tuvieron que eliminar toda esa energía negativa que traía consigo de la misión. Tate, el dueño de un dojo y amigo de los hermanos Acker, fue un bote salvavidas para ellos. No supo los días y noches que pasaron dentro de las paredes de ese tatami, esperando que con el ejercicio ayudara a Alex, y si no lo hacía eso, seria la lucha cuerpo a cuerpo contra Héctor, el propio Tate y alguno de los asiduos al dojo.

Fue una época que esperaba no tener que repetir, pero por la cual no se extrañaría si tuviera que vivirla de nuevo.

El trabajo de Alex era así de duro y aunque a veces regresaba únicamente con un estado de alerta perpetuo durante unas semanas, otras su mente era un completo y absoluto caos.

Pero lo peor de esa partida, era su embarazo.

No quería que Alex se perdiera nada, y aunque le dijo que lo único que a ella le importaba era que estuviese ahí para poder criarla juntos, en realidad le gustaría que formase parte de cada momento del embarazo que le quedaba. Los últimos cuatro meses, aunque eran los más difíciles, también eran los más satisfactorios porque al término de ellos llegaba la vida que tanto tiempo habían estado esperando. Liv estaba cerca de llegar al mundo y quería que Alex estuviese ahí para recibirla.

Pero eso no iba a ser posible, y a menos que el parto se atrasara, que era una posibilidad, el no sería capaz de ver el nacimiento de su hija.

Y eso la entristecía.

Su padre una vez le dijo que el trabajo de Alexander no era el idóneo para formar una familia, y lo sabía. Aun así se habían aventurado a concebir una nueva vida a la que, muy probablemente, tendría que dar la bienvenida sola.

Deslizando sus dedos por el pelo de Alex, sonrió con tristeza cuando los suaves y duros mechones no cubrieron sus dedos como normalmente hacían. Su Soldado había pasado por una peluquería ese mismo día para cortárselo del modo reglamentario. No totalmente, pero sí bastante corto.

Acurrucándose contra su cadera, Alex rodeo sus muslos desnudos con un pesado brazo.

--¿Aun sigues despierta?

Mi Soldado; Esperando a...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora