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PRÓLOGO: encuentros.
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Esto apesta. Pensó Willa Foster para si misma, mientras salía de la buena temperatura del carro. La mochila que había comprado en su buena tienda amiga, Walmart, colgaba de su hombro izquierdo. Ella soltó un suspiro en medio de sus primeros pasos. El pueblo de Forks era un lugar lo bastante frio y lluvioso, repleto de humedad. Como era la costumbre en los días que llevaba viviendo por allí, el día se encontraba de esa misma forma. Le molestaba.
Extrañaba la calidez del verano, el sol chocando contra su cuerpo y del invierno, cuando los copos de nieve caían contra su cabeza. Forks no tenía eso. Era un clima igual en toda época del año, no podría acostumbrarse a ello por más que lo intentara con todas sus fuerzas. Sentía como si el clima fuese uno de los tantos factores que la ponían de malhumor en estar por allí. Pero la peor parte, es que su propia estadía en ese lugar escondido en el mundo, había sido completamente condicionada por sus padres.
Willa había cometido algunas acciones que sus padres habían encontrado un tanto desagradables. No podía culparlos, cualquier padre correcto sabía que encontrarse a su hija cometiendo delitos era algo malo y digno de castigar. Había hecho cosas indebidas, como por ejemplo, tomar prestada por un tiempo una patrulla de la policía, o emborracharse hasta los codos de vodka y caminar en topless por toda la ciudad como si fuese la misma reina de España. A causa de sus errores, habían concluido que la mejor opción para ella era mudarse a Forks junto a sus tíos, porque necesitaba cambiar esos aires. Más que una opción, había sido una obligación. Aunque sólo sería por unos meses hasta que entendiera que lo que había hecho estaba mal y que las cosas nunca sucedían como uno quería. Palabras textuales de su padre. Por su parte, tras varios gritos de por medio, no le quedó otra opción que tener que acatar sus reglas. Willa odiaba el cambio que estaba atravesando, era una chica de ciudad y del océano. Se había alejado de Australia para parar en un lugar que solo le provocaba nervios.
La pelirroja comenzó a caminar por el estacionamiento de la que sería su nueva escuela. Podía sentir alguna que otra mirada clavándose en su espalda, mientras observaban su aspecto. Siquiera intentaban en disimular que no la estaban viendo. Nunca antes había estado en Estados Unidos antes, pero todo parecía regular. Había adolescentes de todos los tipos posibles, aunque la única diferencia entre su país natal y Forks, era que todos estaban demasiado pálidos. Por supuesto, era totalmente posible ante ese clima húmedo que tenían. La hacía contrastar fuertemente contra todos ellos, sabiendo de antemano que solía amar bañarse en el mar y recostarse en la playa. Entonces, enfocó su mirada en un grupo que le llamaba la atención fuertemente. Estaban parados al lado de unos vehículos que parecían ser costosos. Todos ellos lucían como esos modelos sacados de las revistas de moda que en su antigua escuela las chicas solían consumir. Había dos muchachos y dos chicas, pero todos ellos tenían una belleza que la cautivaban. Pieles increíblemente pálidas, pero una belleza en bruto. Parecía tratarse de magia.
