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Willa abrió sus ojos en medio de la noche. La luz que pasaba a través de su ventana, lograba iluminar todo su rostro. Había recordado cerrar su ventana y también las cortinas, sin embargo, al revisar el despertador posado en su mesa de luz, se dio cuenta de un extraño suceso. Eran la 04:17 de la madrugada y su ventana estaba abierta como si alguien más lo hubiese hecho. Pensó por unos momentos en que quizás solo era su imaginación jugándole unos malos recuerdos, tal vez nunca lo había hecho. Pero algo le resultaba extraño, porque podía recordar que sí cerró su ventana.
La ventana reflejaba unas sombras, pero se trataba del árbol al lado de su ventana, o eso suponía. En la habitación las sombras creaban formas terroríficas, provocándole el mismo pavor que cuando era niña. Ella recordaba una frase de un libro que había leído apenas unos días atrás. «La locura no era mala; si se controla puede ser tu aliada, si la locura te controla a ti, puede convertirse en tu enemigo». Con el miedo era algo extrañamente similar, servía de comparación para el propósito. Si se vivía atemorizado de las sombras que se formaban de noche, todo acabaría mal, porque tendría miedo de todo a su alrededor. Willa tenía diecisiete, ya no era la misma niña que podía pedir dormir con un velador de noche, o con la puerta abierta.
Armándose de valor, decidió que era mejor cerrar su ventana para poder seguir durmiendo. Caminó con sus pies descalzos, tocando el suelo que se encontraba muy frío. Toda la piel de su cuerpo se erizó. Con un poco de fuerza, empujó la bisagra hasta que el viento dejó de entrar a la habitación y por las dudas, además puso la pequeña traba. Tal vez el viento había causado su apertura y no quería que se abriera nuevamente en la noche. O peor aún, si realmente alguien quería entrar a su cuarto. Abrazó su cuerpo en busca de calor en la fría habitación. Sus ojos verdes observaron las penumbras del patio trasero, viendo aún más allá hacía el bosque. No había ningún movimiento, pero se sentía demasiado expuesta. Cerró la cortina.
Cuando giró su cuerpo, se encontró con el espejo a su derecha. El reflejo de una forma tan igual a cuerpo, detrás de las sombras le causó escalofríos. Alguien estaba allí. Willa se giró para afrentar la amenaza, sin embargo, allí no había nadie. Solo era el empapelado verde de la habitación, no había ninguna presencia siniestra. No había nada. Pasó sus ojos por toda la habitación en busca de la persona que había creído ver, pero estaba sola. Corrió a encender las luces y a inspeccionar toda la habitación de arriba a abajo. Su cama estaba vacía, abajo de esta también. Nada en el armario, nada a sus espaldas. ¿Había sido su imaginación? No dudó mucho más, cuando apagó las luces una vez más, corrió hacía su cama, para taparse. Sabía que estaba actuando como una estúpida, porque si había un asesino en casa, la asesinaría de igual forma por más de estar tapada con el cobertor. Pero estaba aterrada, y las personas con miedos no eran precisamente las más inteligentes. Permaneció acostada en la oscuridad hasta que sus ojos comenzaron a cerrarse nuevamente, todo miedo en su sistema la abandonó.
