04| CONFESIONES

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CAPÍTULO CUATRO: confesiones.

Willa no se atrevió a dudar un segundo más, se apresuró a llamar a su tío por celular

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Willa no se atrevió a dudar un segundo más, se apresuró a llamar a su tío por celular. Su corazón latía abruptamente y el miedo escalaba por su espina dorsal. Los segundos en espera parecían pasar tan lentos, que le daban aún más desesperación.
El animal muerto tenía unos ojos negros apagados y toda la sangre a su alrededor la hacían sentir descompuesta. Intentó no vomitar una vez más, porque ya había vaciado todo su estómago. Jamás había visto un animal puesto en ese estado, asesinado de forma cruel y sanguinaria. Había visto varios documentales de las cosas que pasaban en los mataderos, ellos habían sido de ayuda para tomar la decisión de dejar de comer todo tipo de carne. Siempre creyó que ver cadáveres era una cosa horrible, pero el venado frente suyo era lo peor que había visto jamás. Todo aquello le producía malestar, en su estómago y en su corazón.

—¿Willa?— oyó la voz de Zach del otro lado. Había música de fondo, junto a algunas risas de sus acompañantes. Sinceramente no había querido molestarlos, pero era algo necesario de hacer. No podía quedarse allí, viendo todo el desastre y muerte frente a sus ojos, sin necesitar algo de ayuda.

—Alguien entró a casa.— susurró, con su voz quebrada. Sintió como el oxígeno comenzaba a faltarle, cada bocana de aire que tomaba no le ayudaba a abastecerse.— Dejaron a un animal muerto en mi habitación. Hay mucha sangre.

Aguantó el sollozo, se sentía tan mal. Nunca le había pasado algo así en Australia, nadie había jugado con su cabeza de esa forma antes.

—¿Qué? Oh, diablos Willa. Ya vamos, quédate encerrada.— dijo él al terminar de oír sus palabras. Ella sintió como el miedo escalaba en su cuerpo. No había pensado en la idea de que la persona que hubiese cometido esa broma cruel podría aún estar por allí. Willa tocó el botón de cortar en su teléfono, mientras el sudor bañaba su frente. Entendió antes de que pudiese ir a otro lado para encerrarse, que otro ataque de pánico se estaba acercando.

Su respiración le comenzó a fallar, como si se estuviese ahogando por si misma y nada pudiese salvarla. Ella no sabía qué hacer, porque cada una de las veces que cerraba sus ojos, todo el mal augurio aparecía en sus pensamientos. En medio de sus bocanadas para administrarse oxígeno, entendió que todo había empeorado en los últimos diez días. Como si no fuera poco, una noche habían intentado profanar su cuerpo causándole terrores de estar sola por las calles, luego alguien le había puesto un cadáver sangriento de un animal en la comodidad de su habitación. Donde se suponía que debía sentirse segura, donde solo estaba ella y nadie más. E incluso, ese mismo día había jurado sentir unos ojos clavados en su nuca.
El tan solo pensar qué más podría suceder en el tiempo que restaba, le dio suficiente terror.
Su teléfono celular cayó al suelo con un ruido sordo. No le importó, no podía importarle un objeto material, cuando sentía como todo se escapaba de sus manos. Otra vez.
Se sentó en el suelo de su habitación y abrazó sus piernas, escondiéndose detrás de sus rodillas. Una vez había leído en los grupos de internet, de personas que padecían exactamente lo mismo que ella. A algunos, contar números les había ayudado para que pudiesen tranquilizarse y dejar atrás el ataque de pánico. Lo intentó.

Vapor ✓ ⋆ Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora