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Willa sintió que esa era su muerte. Desde que llevaba viviendo en Forks, juró que nunca antes los sustos y peligros fueron persiguiendo su trasero como lo hacían en esos días. Los vampiros miraban a Bella y a ella con miradas despiadadas, algo sumamente terrorífico. Podía sentir como su cuerpo temblaba y su piel se tornaba blanca como un papel. La mujer pelirroja daba mucho más miedo que sus compañeros. Se preguntó cuan tan fácil sería quebrar el cuello de dos humanas, con esas manos finas y pálidas. El hombre que estaba a su lado era atractivo, quizás si no hubiera estado en esa situación, se hubiera sentido algo halagada en tener sus ojos clavados en su rostro. Pero no lo hacía, sabía que era un vampiro y que probablemente la estaba mirando como nada más que un alimento. El siguiente, el hombre de piel oscura y rastas, era el que parecía más calmado de los tres, sus ojos estaban en los Cullen.
Willa Foster sintió como si su cuerpo no podía reaccionar ante nada, era como si lo estuviese viviendo en tercera persona, como si todo sólo era un sueño. Pero no lo era. Movió su visión hasta su lado, donde estaba Jasper sosteniendo su mano. Su rostro estaba tan estático, como nunca lo había visto. Sus ojos... Parecían contener una bestialidad desconocida. Sintió un leve atisbo de miedo, sabía que Jasper Hale no era el tipo de hombre que intentaría hacerle daño, pero su visión le recordó que estaba saliendo con un ser sobrenatural. No era un chico normal, no era humano. Conoció la bestia que se escondía detrás de ese rostro bonito. El vapor salió despedido de su boca, mientras dejó salir el aire dentro suyo. Sintió unas nuevas olas de calmas llegar a su cuerpo, sus manos dejaron de temblar, pero su cuerpo estaba paralizado. Se sentía como una vaca, antes de ser asesinada para el consumo humano.
—Vámonos.— habló el hombre de rastas, dirigido a sus compañeros. Lo había visto por unos largos minutos y se sintió bien en estar segura de sus opiniones acerca de él. Quien fuera ese vampiro, sabía que contaba con una desventaja. La familia Cullen los superaban en número. La pelirroja puso algo de resistencia, sin quitar sus ojos de su tocaya de cabello. Sin embargo, sus ojos se conectaron con el hombre de rastas y terminó confirmando su salida. El tercero, quien había estado mirando demasiado a Bella, vaciló por unos segundos.
—De todas maneras,— habló la mujer, sonando tan escalofriante. Sus ojos nunca se habían separado de la asustada joven.— Él no tardará en matarte.
Soltó un jadeo sorpresivo. No había manera de que esa mujer supiera que estaba siendo perseguida, pero lo sabía. Ella había mencionado a una persona, pero no podía estar segura acerca de quién se refería.
—¿Quién es él?— preguntó, sin importarle las consecuencias. Sus temores fueron reemplazados por la inquietud, por las ganas de saber más acerca de la persona que la deseaba muerta.
—¿Acaso tan rápido olvidaste a tu amor?— Willa no pudo responder, observó el suelo mientras escuchaba las palabras salir de los labios rojos de la mujer.— Supongo que esa es la razón por eso él está decepcionado. No tardará en matarte, lo puedo anticipar. Aspen está ansioso por tu sangre derramada.
