Paso 14

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Nino

Acepté con alegría convertirme en su lienzo, aunque la convicción con que me lo pidió, dejaba poco espacio para dudarlo. Tras el sí, Manu comenzó a correr.

—Bien, estamos retrasados. Retrasados. Retrasados. Tienes que ir al vestidor, sacarte la ropa, yo te esperaré abajo. ¡No bajes sin ropa! Tras el biombo hay una manta blanca para que te cubras. Pero no puedes cubrirte mientras te pinto, ahí si debes quitarte la ropa, solo no te la quites antes, quiero decir, sí, quítatela, cúbrete, y luego te quitas la manta.

Manu nervioso era encantador, y complejo, pues todo debía hacerse según sus reglas, lo que incluyó subir al segundo piso utilizando primero el pie derecho y bajar utilizando el izquierdo, al igual que cuando subí a la tarima dispuesta para mí, en el centro de un café donde reinaba el esnobismo y la intelectualidad.

Una vez allí, vistiendo solo mí no muy sexy ni diminuta ropa interior —nadie me dijo que debía ir preparada—, sentí que el pánico se apoderaba de mi cuerpo. Toda tranquilidad me abandonó, pero al mirada ilusionada de Manu me obligó a desechar el deseo de huir.

—Hago esto solo porque no puedo ir contra un obsesivo compulsivo —bromeé antes de subir a la tarima.

Manu soltó su hermosa sonrisa, y todo en mi colapsó de amor.

Bien, no lo hacía solo por él, pues imaginar la imaginación de Manu fluir sobre mi cuerpo, no solo era una oportunidad no podía perder; también era la cercanía máxima que de seguro alcanzaríamos.

Desde la tarima, observé hacia el público que aguardaba distribuido en las mesas del primer y segundo piso, en donde encontré a Tomás, su madre, Francisco y Andrea. El pavor me invadió nuevamente, pues aunque para Tomás, y que vergüenza asumirlo, no sería la primera que me veía desnuda, el resto jamás había gozado de tal privilegio. Volví a ruborizarme y examiné a los demás participante: todos ellos se ubicaban sobre un estrecho escenario, en el que habían dispuesto siete tarimas, en donde siete pintores, todos hombres, y siete modelos, entre ellas, cinco mujeres, eran observados por los allí presentes. Los demás modelos ya habían dejado caer sus mantas, lo que hizo que mi nerviosismo se intensificara. Mi cuerpo era saludable, ni muy grueso ni muy delgado —bien, para nada delegado—, pero las demás chicas parecían salidas de un programa de tv, y sin notarlo, me encontré rogando que Manu no las observara.

Por fortuna, él tenía otras preocupaciones:

—Pincel grande, rojo, amarillo, pincel pequeño, azul, pincel grande, pincel medio, pincel pequeño, rojo, azul, rojo, amarillo, pincel grande, rosa, lila, rojo, rosa, rosa...

Concentrado en sus materiales y con sus manos temblando, organizaba una y otra vez el pequeño espacio de trabajo que se le había otorgado, aun cuando los demás artistas ya comenzaban a pintar. El público notó el evidente estado de nerviosismo, y lo miraban sin piedad mientras los murmullos comenzaban a crecer. Claudia, desde lugar, lucía inquieta, mientras Tomás y los chicos trataban de lucir confiados.

Por mi parte, lo único que pensaba era en cuál debía ser mi actitud ante lo que ocurría, y lo primero que pensé, fue que debía protegerlo. Suavemente intenté acercarme a él, aunque Manu no me notó en absoluto. Sus manos temblaban preocupando a quienes lo conocían, pues ya había pasado un tiempo desde que no lo veíamos así.

—Manu, no es necesario que lo hagas —dije, murándole casi al oído, pero él no me miró—. Manu, ¿vamos? podemos hacerlo, no va a pasar nada —agregué.

Manu continuó ordenando y reordenando sus materiales como si estuviera solo en el mundo.

—Manu —repetí—, nadie te está obligando, vámonos de este lugar —insistí finalmente.

TOC -Trastorno Obsesivo CompulsivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora