Manu y su primera vez

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Por supuesto que estoy feliz. ¿Cómo no voy a estarlo si acabo de recorrer el cuerpo de Nino con mis pinceles? Estuve tan cerca de ella como nunca jamás podría estarlo. Acabo de plasmar mi esencia en su piel, entre colores llenos de vida y alegres figuras. Bueno, en realidad, así es como se siente mi corazón desde que apareció en mi vida: vivo. Y aunque pueda parecer ridículo decirlo, ya no me importa arrastrarme al vacío sabiendo que su compañía tiene fecha de término. Estoy seguro de que sería horrible perderla, pero ya no me angustio por eso. Ni siquiera puedo hacerlo, porque solo tengo en mi cabeza la curva de su cuello, su cintura, sus pechos y sus labios. ¿Cómo el resto del universo puede continuar su vida sin detenerse a admirarla? No lo entiendo. Yo apenas soy capaz de mantenerme erguido mientras camino a su lado. Mis piernas están temblando y estoy seguro de que Nino se da cuenta, porque estrecha con fuerza nuestras manos.

No puedo creerlo. ¿Será porque mis manos y las suyas aún están cubiertas de pintura? Es extraño no temblar ante su contacto. Extraño pero maravilloso. Sin embargo, sé que ella está preocupada por mí, ¿qué acaso no nota lo feliz que me siento? Cree que no lo noto, pero no deja de mirarme, sé que lo hace, puedo darme cuenta. De seguro está pensando que me agobia el contacto con su piel, aunque la única verdad es que estoy rogando porque aquello no termine nunca.

Caminos en silencio, y, ¡oh, no!, llegamos al edificio. Nuestra cercanía está llegando a su fin.

No lo quiero Nino. No lo quiero. No lo quiero. No lo quiero.

Quédate un poco más junto a mí, por favor.

Nino abrió su mano y yo me aferré a sus dedos, obligándola a mantener el firme agarre por lo menos hasta que entremos a su departamento. Ella se volteó asombrada, pero no fui capaz de mirarla. Estoy aterrado de perder esta cercanía. Estoy aterrado de que me vea tal cual soy.

Abrí la puerta y comenzamos a subir de la mano la escalera, pero una vez frente a su puerta, no tenemos más alternativa que soltarnos, y ahora que estoy dentro, tengo la necesidad urgente de pedirle que se acerque. Nino me sonríe, no quiere que me estrese.

—Manu, ¿quieres ducharte antes? —me dice, con una suavidad que parece elevarme desde el suelo.

¿Voy a caer? Me duele un poco ver como nuestra intimidad ha terminado, pero no puedo hablar, una vez más soy incapaz de hacerlo. Todas las palabras que conozco desaparecieron de mi mente, y ni siquiera puedo mirarla a los ojos, porque sé que caeré a sus pies pidiéndole que sus manos vuelvan a hacerme sentir un hombre un real. Niego con la cabeza, como un niño, y me avergüenzo de mí mismo.

—Te espero —contesto. Pero sé que mi voz tembló.

Ella ríe despacio y suave, entra al baño y oigo el ruido del agua caer. Mi pecho está descontrolado, con mi corazón latiendo tan fuerte que asusta. ¿Cuánto tiempo ha pasado ya? Miro mi reloj, aún marca las ocho, con veintiséis minutos y treinta y cuatro segundos. Sólo han pasado tres minutos y diecinueve segundos, pero a mí me parecen una eternidad. Mis manos se mueven nerviosas, necesito calmarme, necesito que Nino salga de ahí. Aún escucho como el agua cae, y sé que la está recorriendo, al igual que hace un par de horas lo hicieran mis pinceles. Maldición. Pensar en su cuerpo y en cómo mis pinturas la acariciaron acaba de provocar que me sofoque. ¿Qué le pasa a mi cuerpo? Necesito aire, necesito calma. La necesito a ella.

Nino, Nino, Nino, Nino, Nino, Nino. Y descubro lo que necesito. Ya lo sé, era tan fácil. Entró a su habitación en dónde descansa el retrato que hace meses pinté para ella, pues sé que en sus ojos encontraré la paz que anhelo. No quiero una crisis ahora.

Abro la puerta y avanzó con paso torpe y apresurado hasta su escritorio.

Nino.

Nino.

TOC -Trastorno Obsesivo CompulsivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora