Nino
Cada vez que noviembre aparecía en el calendario, comenzaba a despedirme de la universidad. Sin embargo, ese año no tendría unas simples vacaciones, pues ese fue mi último semestre como estudiante, antes de comenzar con mi práctica profesional y mi investigación de título. En tiempos normales, el fin de clases significaba que era hora de volver a casa junto a mis padres. Lo que, si bien no era del todo aburrido, no se acercaba ni de lejos a pasar más tiempo junto a Manu.
Fue así que todo en nuestras vidas comenzó a alinearse para que jamás nos separáramos, partiendo por la necesidad de realizar mi práctica, lo que me obligó a pasar el verano en Concepción, lejos de mi familia, pero enredada entre las piernas de mi primer novio formal. Durante esos días, hacia donde mirara, mi vida florecía. Estaba alegre, ver a Manu sonreír como nunca me provocaba una sensación de completa paz. Nos divertíamos juntos, caminábamos tomados de la mano, sin que importara el calor del verano que se aproximaba.
Si pudiese escoger un tiempo de mi vida en el que quedarme para siempre, estoy casi segura de que escogería los días en que Manu y yo solo pensábamos en hacernos felices el uno al otro.
Él, por su parte, también lucía pleno y dichoso. Todo el tema de las pinturas comenzó a volverse serio, motivado por la exposición que se aproximaba, lo que provocó que nuestros tiempos de romance se redujeran, sin afectar, por supuesto, a la calidad de cada minuto que pasábamos juntos. Nuestra relación jamás dejó de avanzar, incluso cuando Manu todavía era incapaz de sentirse del todo cómodo, sobretodo en público, donde se limitaba a tomarme de las manos o abrazarme con timidez. Era algo extraño ver la forma en que sus límites comenzaban a ceder, pues de día casi no soportaba los besos, temblando por completo y sonrojándose hasta niveles poco saludables; pero de noche, se entregaba sin dudar a mis brazos. Ahí, en la oscuridad, cuándo solo éramos él y yo, enredados a tal punto de ser incapaces de reconocer donde terminaba mi cuerpo y comenzaba el suyo, una tranquilidad encantadora emanaba de Manu, regalándome su respiración pausada mientras me acariciaba el cabello. En esas ocasiones, solo existía una cosa en el mundo capaz de intranquilizarlo. Y a veces, solo por el placer de verlo sonrojarse y temblar, lo asustaba:
—Manu, ¿qué piensas de conocer a mi familia? —preguntaba disimulando el risueño tono que escondía mi voz.
Manu de inmediato palidecía, se incorporaba y parecía contener el deseo de huir.
—¿Qué tan necesario es?
—No mucho.
—Entonces, paso. No puedo.
Me sentía malvada, pero hacer bromas sobre mi padre interrogándolo por el árbol genealógico de su familia, a sabiendas que ello jamás sucedería, también formaba parte de nuestra hermosa burbuja de cursi y dulce amor. La verdad es que mis padres siempre fueron personas cariñosas, amables y con un gran corazón, y estaba segura de que aceptarían a cualquiera que me amara tanto como Manu lo hacía. Estaba ansiosa por presentar a mi novio, pero entendía que ello sería demasiado para él, al menos en ese momento.
A medida que el día de la exposición se acercaba, el nerviosismo de Manu comenzó a hacerse mucho más notorio. Desde el día del concurso hasta la inauguración, ninguno de nosotros vio sus cuadros. Por más de un mes pintó encerrado en su taller, en completo hermetismo.
Hasta que el día llegó, y Manu nos sorprendió una vez más.
—¿Tengo que ir formal a tu inauguración? —pregunté con una orgullosa sonrisa.
Mi novio, el hombre que tanto quería, iba a dar un paso enorme en su vida profesional y no podía dejar de pensar en ello. Pero sus planes eran totalmente diferentes.
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TOC -Trastorno Obsesivo Compulsivo
Roman d'amour• HISTORIA GANADORA DEL WATTY 2016 EN CATEGORÍA PIONERAS • Nino, una alocada estudiante universitaria y Manu, un difícil hombre con Trastorno Obsesivo Compulsivo. Una mujer completamente libre y un hombre preso de sus angustias. La desconcer...