Paso 8

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Manu

En el momento exacto en que escuché la risa cómplice de mi madre, adiviné que Nino estaba ahí, junto a ella. Ya estaba feliz, pero verla lo superaba todo. Con rapidez me encaminé hasta la puerta, deseoso de sentir el alivio que me provocaba cada vez que miraba sus ojos. Estaba hermosa, como siempre, con un sweater de tres colores y su pelo cogido con una cinta de lunares. No parecía una mujer adulta vestida así, o tal vez yo era solo un aburrido pasado de moda. Al menos, esa terrible falta de estilo que me faltaba —mientras a ella le sobraba— no se sentía como un obstáculo. Aunque de seguro yo, todo sucio y con ese ridículo pañuelo en la cabeza, me encontraba muy lejos de combinar con ella. Aun así, me saludó con la misma alegría a la que ya me estaba acostumbrando.

Entusiasmado con su presencia la hice pasar de inmediato al taller para compartir con ella mi inspiración, y de alguna forma, agradecerle por impulsarme a pintar una vez más. Caminé delante de Nino enseñándole mis materiales y algunos bosquejos que esperaban ansiosos el color, mientras, de reojo, la observaba sonreír con cada una de las explicaciones que le daba. Seguí hablando hasta que ella notó mis manos sucias y, sin saber qué la impulsó a hacerlo, metió una de sus manos en el tarro de pintura y cogió la mía. Pensé que mi corazón se detenía, pero una vez más acepté correr el riesgo, y es que sentir sus dedos escurridizos entre los míos fue asombroso. Demasiado. Tanto, que deseé extender el tiempo para grabarme su calidez y la seguridad con que su piel se teñía de un azul brillante que hacía juego con sus zapatos. Estaba maravillado. Cada sensación al lado de Nino era desconocida para mí, y realmente me estaba costando trabajo controlarme.

Incapaz de mirarla, feliz y asustado por lo que mi cuerpo entero comenzaba a sentir, escapé. Hui porque temía que Nino notara mi debilidad ante ella, o que en un movimiento descuidado le confesara que su presencia se había vuelto adictiva para mí. Hui porque temía que mis manos se descontrolaran y desearan acariciar su cuerpo por completo. Hui porque sentí otra vez el deseo de tenerla todavía más cerca, y porque sabía que me era imposible, y porque estaba huyendo cada vez más seguido de ella.

Nino avanzó tras de mí sin darle mucha importancia a lo ocurrido, y a pasos de entrar a casa, cuando mis manos comenzaban a temblar, escuché su delicada voz:

—Manu ¿te gustaría ir conmigo a algún lugar un día de éstos? Hay una hermosa playa cerca de aquí, no va mucha gente ¿qué dices? —dijo ella, con su sonrisa inquebrantable.

Nino no tenía muros conmigo, de seguro no los tenía con nadie. Me trataba como si fuéramos iguales, y no se cansaba de intentar que respondiera como cualquier otro hombre. Sumado al miedo que ya sentía, me invadió la vergüenza, sobre todo porque fuera ella la que propusiera una cita y no yo. Todos sabemos cómo funciona esto, yo era el hombre ahí, yo debía haberlo dicho. Solo la miré, y volví a huir.

Mientras ella hablaba animada con mi madre y mi hermano, aproveché de tomar un baño para, además de limpiarme, hacer que la tensión que sentía bajara un poco, aunque he de reconocer que bajo la ducha fría todavía podía sentir mi cuerpo arder. Nino y su invitación ocupaban todos mis pensamientos y eso me aterraba. Y es que no éramos nada más que dos personas conociéndose, y en lugar de disfrutarlo, solo podía imaginar el momento en que ella se cansara de todo aquello ¿Qué haría el día en que Nino decidiera continuar su vida sin mí? Ya que, en términos objetivos, yo no era nadie para ella. Al menos Tomás era su compañero, o tal vez más que eso, ¿pero yo? Yo ni siquiera podía contestarle sin parecer un idiota. ¡Si ni salía de casa! Traté de respirar para formular una respuesta a su invitación que sonara lógica, pero la angustia se esparcía y no lograba pensar con claridad. ¿Iba a ser capaz de salir, de estar en un lugar abierto, en una playa? Tal vez. Sí, era probable si estaba junto a ella.

TOC -Trastorno Obsesivo CompulsivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora