Paso 17

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Manu

Nino me abrazó emocionada al darse cuenta de lo que acababa de proponer, aunque, sin duda, también consideraba que aquella era la más loca de mis ideas. Por fortuna aceptó, feliz de que mi obsesiva existencia se adecuara a su caos alegre y colorido. Una vez más, la noche se hizo corta para nuestras largas conversaciones, más aún al imaginar la forma en que se lo plantearía a mi familia, y claro, también a la familia de Nino, quienes ni idea tenían de que existía un Manuel que pensaba en su hija desnuda más de lo que debería.

Volví a casa por la tarde, seguro de que mi hermano y mi madre ya se encontraban ahí. No estaba nervioso realmente, sino más bien, sorprendido. Nino había cambiado mi vida hasta niveles inimaginados. Y es que, si existía algo que todos en casa teníamos por seguro, era el hecho de que jamás saldría de ahí. Nunca, ni en el mejor de mis sueños, se había pasado por mi mente explicarle a mi madre que ya no viviría más a su lado, y mucho menos que allá afuera había encontrado una persona, una mujer, encantadora y valiente, dispuesta a arriesgarse por ese extraño hombre en el que me había convertido con el paso del tiempo. Nino no me obligaba a cambiar, al contrario, me daba todo el espacio que necesitaba y respetaba en absoluto mis tiempos, que tendían a ser bastante extensos en comparación a los suyos. Junto a ella no existían presiones, ni expectativas por cumplir, salvo las impuestas por mí, que a su vez, eran las más peligrosas.

Repasé mi discurso de forma fugaz antes de tocar el timbre, solo para asegurarme de que mi madre se sentiría algo más tranquila al verme partir. Sabía, claro, que no sería así, pues yo era su pasatiempo preferido —no por gusto, claro está—.

Como era de esperarse, ella no tardo en abrir, luciendo la misma sonrisa ansiosa con la que me esperaba cada día, tal vez producto del pánico que le causaba verme salir solo y, por supuesto, la posibilidad de que aquella mujer imposible de controlar me rompiera el corazón y me arrastrara a un pozo sin salida, en los que tendía a sumergirme antes de conocerla. Alegre me sirvió un té, disimuló sus miedos y se mostró entusiasta con la conversación, bromeando incluso con lo temprano que estaba de vuelta en casa. Fue ahí, cuando todo lo ensayado se esfumó. No había palabras en mi boca, ni en mi mente. Ella seguía sonriendo, hablando sobre el éxito de la exposición y del tremendo orgullo que sintió al observar mis cuadros y luego al verme llegar. Tenía muchísimas ganas de entablar una charla conmigo, sin embargo, su ánimo se fue esfumando a medida que la conversación tomó una dirección para la que no estaba preparada.

No hubo rodeos, ni explicaciones. Solo cinco palabras que antecedieron un silencio incómodo y temible.

—Voy a vivir con Nino —dije.

Ella palideció sin tratar de ocultar su espanto, pues el horror en sus ojos era visible desde cualquier punto de la casa, lo que de alguna forma, provocó que mi angustia se disparara. Ella no confiaba en mí, no podía hacerlo pues me conocía, tal vez incluso mejor que yo. ¿Qué estaba pensando? ¡No podía vivir junto a Nino! No podía porque estaba seguro de que solo terminaría volviéndola loca y obligándola a renunciar a su vida, al igual que ocurrió con mi madre. Debía llamarla, explicarle que no lo había pensado bien, que me disculpara.

Mis manos temblaron, sabía que comenzaría a llorar, y mi madre... ella solo me observaba, hasta que, finalmente, aclaró su garganta, y logró hablarme.

—Sé que estás enamorado hijo, y que es la primera vez que lo sientes, pero, este no es un buen lugar para ella. Sabes lo mucho que la estimo, y lo agradecida que me siento de que exista en tu vida, pero, ¿no crees que debes pensarlo mejor?

Aunque escuché todo lo que decía, la palabra enamorado se quedó rondando mi cabeza. Claro, estaba aterrado, pero la amaba. Y necesité repetirme una y otra vez, que Nino no era mi madre, y que no tendría por qué arrastrarla a la misma situación, pues ella le pondría freno justo en el instante en que su mundo comenzara a verse afectado.

TOC -Trastorno Obsesivo CompulsivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora